"Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?"
(Marcos 4:35-41, RVA)
El conocido relato de Jesús calmando la tempestad trae a mi corazón y a mi mente nuevas enseñanzas cada vez que lo leo. Hoy quiero compartir tres:
1. Hay una invitación permanente del Señor para "pasar al otro lado". En el relato, Jesús estaba enseñando en la orilla del lago de Galilea y necesitaba cruzarlo al final de la jornada. En nuestra vida cotidiana, es frecuente que insistamos en "quedarnos" en determinadas situaciones o eventos que obran en nosotros como un ancla, en lugar de superarlos, dejarlos atrás y pasar la página. Jeremías 7:24 nos recuerda que cuando optamos por escoger los consejos de nuestro propio corazón en lugar de obedecer a Dios retrocedemos en lugar de avanzar. Pablo nos recuerda en Filipenses 3:13: "Hermanos, yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer" (LBLS). Necesitamos entender que cada ciclo en nuestra vida no solo responde a un propósito, sino también que tiene un comienzo y un final, y que es indispensable cerrarlo quedándonos solo con el aprendizaje pero extendiéndonos hacia lo que viene en lugar de permanecer atados al pasado. Muchas iglesias que enfatizan doctrinalmente en la importancia de adelantar procesos de sanidad interior están apuntando hacia esta verdad irrebatible. Tenemos que pasar al otro lado para poder avanzar.
2. Si Jesús es mi modelo de vida, la tempestad no tiene por qué amedrentarme. Dice la Escritura que el Señor dormía y ni siquiera la magnitud de las olas logró interrumpir la paz de su sueño. Pero nosotros, cuando enfrentamos la tempestad , al igual que los discípulos, nos amedrentamos y nos concentramos en el tamaño de la tormenta en lugar de poner nuestros ojos en Aquel que tiene el poder para calmarla. Sí, quizás nos dirigimos a Él en oración, pero con el mismo desespero de los discípulos: "Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?" (v. 38b, LBLS), le decimos casi reclamándole como si Él fuera el causante de lo que nos está ocurriendo. Jesús les reclamó por su falta de fe y confianza, y para nosotros es muy fácil censurar a la distancia la actitud de los discípulos, como si en lo cotidiano no nos pasara lo mismo. "Pero es que ellos estaban ahí con Jesús, de cuerpo presente", pensamos o decimos, como si la presencia de Jesús hoy en nuestras vidas no fuera tan real y tan manifiesta como entonces. Necesitamos que el Espíritu Santo nos de el discernimiento necesario para que esta realidad se convierta en verdad en nuestras vidas. Hoy quiero creer que cuento con el pleno respaldo y el total apoyo de Áquel que le ordena al viento: "calla, enmudece" y este le obedece.
3. Jesús no se levantó llamándoles la atención a sus discípulos por haberlo despertado. No les dijo: "Oigan, ¿no ven que estaba descansando? ¡Tuve un día muy pesado y ustedes no me dejan dormir ni siquiera un momento!". Su reacción estuvo dirigida a tranquilizarlos, se enfocó en la causa de su preocupación y no en lo inoportuno de su interrupción, mostrando así un precioso corazón de siervo. Él es mi Maestro y si estamos decididos a seguir Su ejemplo, deberíamos siempre tener la disposición de corazón para servir sin egoísmo y pensando en el bienestar de aquellos que buscan nuestro consejo, o simplemente nuestra compañía. Lo que provocaba el temor en los discípulos no era la tempestad en sí, sino la falta de fe. Ayudar a otros a ver lo que no es evidente puede ser la mejor forma de brindar consejo.
Hoy y cada día quiero aprender de la Palabra y de lo que Dios quiere hablarme y revelarme a través de ella. Y el deseo sincero de mi corazón es que me acompañes en este propósito.
Dios quiere hablar a tu corazón y pedirte que seas sensible a Su voz. Esa es Su invitación.
Que Jesuscristo continúe siendo la luz en tu caminar diario.
Bendiciones,
JORGE HERNÁN