jueves, septiembre 28, 2006

VIDA ETERNA

"Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente..."
(Juan 11:26)

A la memoria de John Jairo Vélez

Ayer en la tarde John Jairo tuvo su cita más importante del año: se encontró con el Señor, para descansar eternamente en Su presencia después de llevar una tormentosa existencia en esta tierra. Fue ejecutivo exitoso y empresario independiente antes de hundirse en el abismo del alcohol y las drogas, del cual solamente pudo rescatarlo la mano amorosa de Jesús de Nazareth. Recibió palabra, y el amor y el cuidado de una iglesia pero la calle lo atraía poderosamente, hasta que una mañana de septiembre de 2004 fue a parar a un hogar de paso del Departamento Administrativo de Bienestar del Distrito y empezó su recuperación.

"Quiero que mi testimonio de vida tenga un buen final", le dijo un día a su amigo Javier y se convirtieron en socios de una nueva firma de productos de papelería, que no logró consolidarse en medio de un mercado ferozmente competitivo que no es muy benévolo con los nuevos agentes. John estaba convencido de que viviría diez años más, según le dijo a "El Tiempo" en un reportaje en febrero pasado. "He recobrado dignidad y respeto, la gente ya no cambia de andén cuando me ve en la calle", decía.

Su sueño era volver a proyectarse como el hombre de negocios que una vez fue, y agarrado de pies y manos del manto del Señor se decidió a reandar ese trayecto. Tuve la oportunidad de verlo varias veces a lo largo de sus últimos meses de vida, y aunque a veces su estado de salud y las condiciones del negocio parecían estar decididamente en su contra, él optó por confiar en Dios. Me decía que era muy difícil, tenía muchas preguntas que hacerle a Dios pero estaba convencido que si se soltaba de Él, perdería lo que había ganado.

Las últimas semanas fueron abrumadoras: entre el momento del diagnóstico de su enfermedad terminal y el de su muerte pasaron apenas unos pocos días, en una rápida pero dolorosa agonía.

Hoy John Jairo está en casa y su testimonio ciertamente tuvo un buen final. El de un hombre que decidió caminar con Jesús y vivir una vida recta arrancando de ceros pese a haber dejado atrás los mejores años de su juventud. El de un varón que luchó hasta el final por recuperar el amor y la honra de parte de sus hijos y de quienes le rodeaban, mostrando señas evidentes de verdadera hombría.

Los propósitos de Dios son inescrutables para el hombre y a veces desde el punto de vista estrictamente humano quizás nos preguntemos por qué las cosas no ocurren de otra manera, pero el Señor ve la vida de una forma distinta. "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá", afirmó Jesús (Juan 11:25) y esa esperanza gloriosa nos mantiene animados con respecto a lo que será nuestro encuentro final con Cristo.

En este momento, me dice mi socio "realmente este hombre pasó a mejor vida". Tiene razón.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

miércoles, septiembre 27, 2006

COMPROMISO ETERNO

"Si alguno de ustedes quiere ser mi discípulo, tendrá que amarme más que a su padre o a su madre, más que a su esposa o a sus hijos, y más que a sus hermanos o a sus hermanas. Ustedes no pueden seguirme, a menos que me amen más que a su propia vida. Si ustedes no están dispuestos a morir en una cruz y a hacer lo que yo les diga, no pueden ser mis discípulos."
(Lucas 14:26-27, LBLS)



Dice la Escritura que el Señor es un Dios de pactos, y se complace en honrarlos. Pero todo pacto implica un compromiso, y en el caso del caminar cristiano estamos hablando de un compromiso de vida. Dice un autor con sobrada razón que el Evangelio no hace distinción alguna entre creyentes y discípulos, es decir, una condición implica la otra.

En lo que sí existe una clara diferencia es entre un simpatizante de Cristo y un seguidor de Cristo. El primero encuentra interesantes las ideas cristianas, quizás impactante el testimonio de vida de Jesús y hasta posiblemente le parezca llamativo el modo de vida cristiano, pero no se compromete. El seguidor, en cambio, es un creyente que justamente en razón de su fe vive lo que cree y se compromete con esa forma de vida. Para él, el amor a Dios está VERDADERAMENTE por encima de todas las cosas y eso se refleja en su andar diario y en las prioridades que maneja. El discípulo tiene un compromiso de vida con Cristo y un llamado claro y contundente a la santidad, la cual vive en todos los escenarios. Comprende que el cristiano ha renunciado a sí mismo y a todo lo que posee, que ha sujetado todas las cosas al amor a Cristo y que no se mueve de manera diferente en un ambiente secular a como lo hace en la iglesia el domingo.

Cuando Jesús proclamó estar buscando pescadores de hombres, estaba hablando de esta clase de creyentes, que tuvieran un compromiso eterno con la Verdad y que estuvieran dispuestos a entregar su vida por ella. Cassie Bernall, una joven adolescente víctima de la masacre de Columbine que fue asesinada después de confesar su fe en Dios, dejó un conmovedor testimonio de lo que significa COMPROMISO. Misty Bernall, su madre, escribió un conmovedor libro titulado "Ella dijo sí", del cual provienen estas líneas: "Mucho antes de morir, Cassie había decidido dejar de pensar tanto en sí misma — ya no pretender que todo le saliera según ella se lo imaginaba, ni preguntarse qué iba a ofrecerle la vida a ella, sino averiguar qué podía contribuir ella a la vida. No es cuestión de grandes hazañas, sino de no ser egoísta en las pequeñas cosas. Cassie solía ir con nosotros a un centro para drogadictos, donde comíamos con los muchachos, jugábamos al baloncesto, o simplemente pasábamos un rato charlando con ellos. Era tan simple: decirle ¡hola! a alguien y charle la mano en vez de mirar al otro lado; ser amable, hacer sacrificios por algo de más valor que nuestra propia felicidad y nuestro bienestar."

Dios nos invita a una vida de compromiso, y escogerla no es optativo para el creyente. ¿Qué quieres hacer tú? Tu respuesta definirá realmente si eres o no Su seguidor.

Un abrazo de bendición,

JORGE HERNÁN

martes, septiembre 26, 2006

DULCE REFUGIO

"Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna"
(Juan 6:68, LBLA)


Hay una muy conocida canción cristiana que lleva por título el mismo del mensaje de hoy, y lo que nos dice básicamente es que en medio de la tormenta Jesucristo es nuestro dulce refugio.

En ciertos momentos de la vida podemos sentir que las circunstancias son tan difíciles que no hay salida. Pero la buena nueva es que Jesucristo es la salida. En efecto, Él se hizo hombre, "uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Hebreos 4:15). Cristo experimentó en carne propia y de muchas maneras las más variadas emociones y sentimientos, incluyendo por supuesto la sensación de abandono. Él por lo tanto es el único que verdaderamente nos puede comprender.

Esta mañana visité a un buen amigo que está muriendo de SIDA. Tuvo grandes oportunidades en su vida pero escogió el camino de las drogas. Lo conocí en lo más profundo de su laberinto personal y tuve ocasión de compartirle el Evangelio. Aunque le perdí el rastro, en febrero de este año algunos medios de comunicación divulgaron su historia: la de un hombre "que regresó del infierno de las drogas", como lo tituló el diario "El Espectador". Comentaban que se había convertido en un próspero empresario, y eso fue lo que encontré cuando tuve la posibilidad de encontrarme una vez más cara a cara con él. Pero las consecuencias físicas de una siembra equivocada por años hoy hacen mella en su cuerpo. Sentí la desgarradora angustia de su madre, la impotencia de su tía, la tristeza de su ex-socio, al ver nuevamente desmoronarse a este hombre. Y en lo personal me impactó dolorosamente el verlo, prácticamente en estado terminal. Lo único reconfortante es saber que entregó su vida a Cristo y en sus últimos años tomó la decisión de caminar seriamente con Él, aún en momentos particularmente complicados.

De regreso del hospital vine a mi oficina reflexionando y orando, y mi conclusión es la de Pedro: ¿a quién iremos, si no a Jesús? Él tiene palabras de VIDA ETERNA, las únicas válidas, las únicas satisfactorias, las únicas que consuelan, las únicas que alientan y alimentan, las únicas que nos permiten descansar en Él.

No hay otra opción legítima, y es hermoso saber que tú y yo hemos decidido elegirla.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

lunes, septiembre 25, 2006

PRESENCIA IMPERCEPTIBLE

"Al despertar Jacob de su sueño, pensó: «En realidad, el Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta.»"
(Génesis 28:16, NVI)


Muchas veces, particularmente en tiempo de dificultad, experimentamos de un modo especialmente fuerte lo que algunos llaman "el silencio de Dios". Parecería como si no nos escuchara y al ser incapaces de percibirlo mediante nuestros sentidos corporales terminamos por creer que está ausente.

Hay expresiones coloquiales como "Dios se olvidó de mí" o "tengo el Cristo de espaldas", que aunque atrevidas a veces brotan incluso de los labios de personas que se dicen seguidoras de Jesús de Nazareth. Y aunque parezcan fuertes, en el fondo son incluso más suaves que las que leemos en algunos salmos, o aún las que en algunos momentos de áspera tribulación salieron de la boca de Job. Además, lo único que hacen es reflejar un estado del alma, en el que esta se encuentra tan turbada que no logra comprender la realidad de que Dios está presente.

Y no lo está solo por el hecho de que sea omnipotente, sino sobre todo porque tiene un interés manifiesto por mí y no puede dejar de acompañarme. Lo importante pues no es clamar al Señor para que Él se "acuerde" de mí (Isaías 49:15 dice que aún si mi madre me olvidara, Él jamás lo haría) ni tampoco para que me oiga (Salmos 34:15 manifiesta que sus oídos están atentos a mi clamor), sino que yo sea consciente de que Su presencia en mi vida y en medio de mis circunstancias es siempre real, independientemente de lo que me dicten mis sentidos.

Cuando yo lo comprenda, me sentiré menos solo. Me ocurrirá lo de Giezi, el siervo de Eliseo, que solo empezó a comprender la realidad espiritual cuando su amo oró al Señor para que le abriera los ojos (2 Reyes 6:8-23). Y sabré que ciertamente estoy en las manos del Todopoderoso que me ama y permitirá que todas las circunstancias obren en mi favor, a su debido tiempo.

Mi oración hoy es para que tú y yo podamos decir después de todo: "En realidad, el Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta."

En el amor de Cristo,

JORGE HERNÁN

viernes, septiembre 22, 2006

EL DIOS QUE NOS FORTALECE

"El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas"
(Isaías 40:29)


Si no es Dios quién me da fuerzas, entonces ¿quién lo hará? La Escritura dice que Él es mi fortaleza y yo quiero aferrarme a esta profunda verdad. Mi reflexión de hoy será breve: si estás en un punto del camino en el que sientes que las fuerzas te fallan, simplemente ve a la presencia del Señor y pídele que cumpla en tí Su promesa. Las circunstancias cotidianas a veces pueden ser tan abrumadoras que se hace evidente que sin ayuda extra definitivamente es imposible continuar. En ese punto no hay alternativa distinta, gracias a Dios, que buscar Su rostro y sacar fuerzas de la Fuente misma de fortaleza.

"Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas..."
(2 Timoteo 4:17, NVI)

jueves, septiembre 21, 2006

OREN

"Oren sin cesar"
(1 Tes 5:17, NVI)

"Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento"
(Colosenses 4:2, NVI)


Esta mañana estábamos reunidos con unos amigos y traíamos a la memoria las palabras de un muy querido pastor quien después de que se le pedía consejo por cualquier situación, aún la más compleja, respondía invariablemente (supongo que lo sigue haciendo): "ore". Recuerdo que por mucho tiempo pensé que era una respuesta simplista, incluso a veces me parecía insensible, pero con el tiempo llegué finalmente a descubrir que pese a su simplicidad encerraba una profundidad asombrosa, porque efectivamente la oración es la llave del Reino.

En las dos escrituras que cito al comienzo, el apóstol Pablo nos invita a llevar una vida de oración, y ese debería ser el ideal para cualquier creyente. Sin embargo, a veces y debido al sinnúmero de paradigmas que manejamos asociamos el concepto "vida de oración" con un convento de monjes contemplativos, con algún santo asceta del medioevo o hasta con el término más degradante y degradado de "viejitas rezanderas". Lo que Dios espera, sin embargo, nada tiene que ver con eso. Él realmente anhela comunión, una tan grande y tan intensa que realmente aprendamos a escuchar Su voz y a seguirle, pero no es posible alcanzarla si no aprendemos a involucrar la oración continua y perseverante como parte de nuestra cotidaneidad.

La oración nos pone inmediatamente en la presencia de Dios y por consiguiente permite que a nuestra disposición estén Su poder, Su amor, Su gracia y todos los demás atributos que el Señor tiene para canalizar a través de nosotros cuando nos disponemos como vasos para que Él fluya. Pero la oración además se vuelve un arma especialmente poderosa cuando se practica comunitariamente: "dos o más" podemos acabar con legiones, y así lo entendía la iglesia primitiva cuyas reuniones tenían la oración por núcleo esencial. Por eso cuando la practicamos en pareja, en familia, o en comunidad, adquiere una dimensión diferente.

No sé qué situación estarás viviendo hoy, pero te doy un consejo: "ora".

Dios te bendiga,

JORGE HERNÁN

miércoles, septiembre 20, 2006

RESCATANDO A LOS PERDIDOS

"Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido"
(Lucas 19:10)

Leo que la palabra "perdido" en el original griego no tiene que ver con el concepto de "perdición" sino que está más asociado al de "extravío". Parafraseando, entonces, la Escritura nos dice que Jesucristo vino a rescatar a quienes estábamos, como en un popular comercial de televisión, "en el lugar equivocado".

Como lo señala un autor, el problema de alguien que esté perdido no es el hecho como tal de extraviarse, sino que nadie lo eche de menos. Pero no es nuestro caso. El Buen Pastor miró al rebaño y dijo: "hmmmm...me falta una ovejita", y salió a buscarte.

Muchos de nosotros hemos estado largo tiempo en el lugar equivocado por falta de información. Es como si nos hubieran mandado a un lugar desconocido y no nos hubieran dado suficientes indicaciones. Quizás los hogares de los que vinimos no estaban adecuadamente fundados en la Palabra, y nuestros propios padres no tenían suficientes elementos para aportarnos con respecto a nuestras elecciones espirituales.

En otros casos recibimos el manual de instrucciones equivocado, como si hubiéramos comprado una lavadora y nos hubieran entregado el manual de una nevera o incluso de otro modelo de lavadora.

Sin embargo, el escenario talvez más frecuente es cuando hemos hecho una elección de vida del tipo "no necesito indicaciones, yo sé como moverme". En la gran mayoría de los casos, hemos terminado literalmente extraviados. En la carta de Pablo a Tito esa es justamente una de las palabras que el Señor utiliza para describir nuestro status anterior (Tito 3:3), y expresa claramente la condición de quien no sabe dónde está parado, aunque a veces estamos tan autoengañados que sostenemos: "yo sé lo que hago". En esta categoría incluso están quienes se apegan a su propio criterio pero con la íntima convicción de estar siguiendo direcciones divinas. El problema es que igual están perdidos.

Hay, no obstante, una posibilidad peor: la de abandonar el Camino correcto. "Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad", dice Pedro (2 Pe 2:15). Estamos hablando aquí de quienes después de poner la mano en el arado vuelven la vista atrás. La Biblia nos dice claramente que quienes están en tal situación, no son aptos para el reino de Dios (Lc 9:62).

¿Estás hoy en el lugar correcto o en el lugar equivocado? Así creas que la respuesta es obvia, pregúntaselo al Señor en oración y pídele que te marque el sendero por el que debes andar. A fin de cuentas, Él vino a buscarte y a rescatarte y no quiere volver al rebaño con las manos vacías...

Un fraternal abrazo de bendición en Cristo Jesús,

JORGE HERNÁN

martes, septiembre 19, 2006

NUEVAS CRIATURAS

"Cuando alguien se convierte a Cristo, se transforma en una nueva criatura. Su existencia anterior queda atrás, y él comienza a vivir una nueva vida, a ser parte de una nueva creación"
(2 Corintios 5:17, Castilian)


Hoy quiero seguir reflexionando sobre el concepto de la gracia transformadora. Me parece que muchos creyentes, después de asombrarnos con el concepto cristiano de la gracia empezamos a familiarizarnos con él a tal punto que comenzamos a manosearlo, e incluso a convertirlo en una licencia para pecar. Creemos que por haber repetido una oración de fe estamos blindados contra la condenación olvidando la amonestación de Pablo en Romanos 6:15 (NVI): "Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!".

Un verdadero discípulo de Cristo, que lo ha recibido verdaderamente por fe en su corazón, empieza a descubrir que la aceptación del señorío de Cristo le conduce a un proceso vivencial de transformación. Y en ese proceso la nueva criatura se despoja de las "cosas viejas": malos deseos, hábitos poco sanos, pensamientos inapropiados, etc. Comenzamos a ser parte de una nueva creación, como dice la Escritura, y ello implica olvidarnos de lo que quedó atrás y proyectarnos hacia el futuro en una nueva y poderosa dimensión. Nuestra existencia anterior pierde sentido, lo que importa es el Camino que tenemos por delante.

La gracia transforma. Los cristianos tenemos que ser diferentes, se nos tiene que notar que andamos con Jesús, como nos relata Hechos 4:13 que les ocurrió a Pedro y a Juan. Si después de haber declarado que le entregamos nuestra vida a Cristo seguimos iguales es muy probable que nuestra rendición no haya sido genuina; quizás nos faltó "creer con el corazón". En ese caso, más vale que reflexionemos, nos examinemos nosotros mismos, y luego vayamos a la presencia del Señor para decirle: "Nunca es tarde. Aquí estoy para rendirte mi vida, reconocer mi pecado y aceptarte como Señor y Salvador. Me arrepiento de haberte contristado pero a partir de hoy quiero caminar en el centro de Tu voluntad bajo la tutela de tu Santo Espíritu. Al recibirte hoy de verdad quiero empezar a ver cambios en mi vida, anhelo que se me note que soy un discípulo tuyo. Te lo ruego, Jesús. Amén".

Dios te siga bendiciendo,

JORGE HERNÁN

lunes, septiembre 18, 2006

EN SINCRONÍA CON DIOS

"Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos, afirma el Señor. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!"
(Isaías 55:8-9)


Muchas veces hemos oído hablar del tiempo de Dios, y muchas veces se nos ha dicho que es distinto al nuestro, pero cuesta entenderlo en lo profundo de nuestro corazón. Sin embargo, si nos remontamos a las Escrituras, vemos en 2 Corintios 6:2 la expresión "tiempo aceptable", a la que en otras versiones se le da el sentido de "propicio", "favorable" u "oportuno". Lo que eso significa es simple y llanamente que Dios nunca se equivoca en el manejo de tiempos. Finalmente es omnisciente y por tanto Su sabiduría rebasa con creces a la nuestra.

Pero nosotros, a pesar de nuestras limitaciones, creemos a veces que sabemos más que Dios. Aunque no lo verbalicemos de ese modo, de hecho con frecuencia le reclamamos porque no encontramos una respuesta a nuestras ocasiones que nos satisfaga. Queremos que las cosas se resuelvan a nuestra manera y cuando digamos. En últimas, esperamos contar con un Dios de bolsillo y olvidamos que estamos tratando con el "dueño del aviso", el Señor de la Creación, el Alfa y la Omega...Dios, quien todo lo sabe y todo lo puede, y que tiene todas las circunstancias bajo control.

Ayer sintonicé por casualidad una prédica del pastor Jhon Milton Rodríguez y decía más o menos: "aprende a esperar el tiempo de Dios para que, cuando Él considere que ha concluido tu proceso de formación y estés preparado para recibir la bendición, puedas efectivamente recibirla sin que te dañe". Espectacular. A veces creemos que estamos preparados para recibir la respuesta que queremos a nuestras oraciones, y en el fondo lo que el Señor quiere que comprendamos es que el proceso de "preparación" solo concluye en Su tiempo, cuando Él considera que todas las áreas que necesitaban ser moldeadas por Su mano durante el proceso ya han sido trabajadas.

Por cierto, hace unos días recibí de una amiga una sugerencia para "agilizar" el proceso, que hoy comparto contigo: sea lo que sea que estés viviéndolo, trabájalo en oración con el Señor, pídele que te muestre qué aspectos de tu vida están siendo confrontados en el momento que estás viviendo y pídele que obre una perfecta sanidad en ti. Esta es la única manera en la que puedes irte sincronizando con Dios.

Dios te siga bendiciendo,

JORGE HERNÁN

viernes, septiembre 15, 2006

CERCA DE ÉL

"Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca"
(Apocalipsis 3:16)

Hay algo que nos acerca profundamente a Dios y es un corazón comprometido. Y algo que nos aleja tremendamente, que es la apatía, la cual bien podría traducirse como tibieza. Hoy cedo todo mi espacio a Jill Carattini, de RZIM, cuyos escritos frecuentemente me bendicen:


09/15/06
CERCA DE ÉL
Jill Carattini
A Slice of Infinity, Copyright (c) 2006 Ravi Zacharias International Ministries (RZIM)



Un conocido mío recientemente me expresó su frustración a causa de la indiferencia. Me dijo que se sentía disgustado cuando sus amigos mostraban desinterés al intentar compartirles ideas acerca de Dios. Sus amigos no se quejaban en particular con respecto a Dios, pero sencillamente el tema no les interesaba. Me dijo, “no puedo entender una mente que no necesite saber si Dios existe, lo que significa que Cristo fuera quien dijo ser, o si alguna de estas dos cosas es falsa”.

Si la gran búsqueda de la vida es descubrir quién somos, descifrar por qué estamos aquí, saber a dónde vamos, entonces es ofensivo y hasta asombroso ver que muchos dejan de lado la búsqueda de la verdad a cambio de un propósito menor. Al igual que mi conocido, Blas Pascal se sentía profundamente frustrado por la tendencia humana de evitar directamente la verdad, en especial cuando esto implica un reto a nuestro sentido de comodidad. Otro gran pensador, C.S. Lewis, se sentía molesto por la propensión humana a evitar por completo el pensamiento. Al señalar la diferencia fundamental entre los humanos y los animales, él explica que lo que hace humana a una persona es su deseo de conocer cosas, de preguntar, de examinar y de entender. Cuando una persona pierde este deseo, es como si hubiera llegado a convertirse en alguien poco menos que humano.

Parece sobrevenir cierta responsabilidad de ser humanos. Hay grandes preguntas de tremendo alcance que todos nosotros podemos escoger ignorar por completo, pero al hacerlo debemos darnos cuenta de que no darles respuesta es en cierto sentido una respuesta. Podemos optar por no pensar en Dios o en las Escrituras o en la persona de Cristo, pero aún así estamos haciendo una elección.

En el Evangelio de Mateo, Jesús dijo “Si no están conmigo, están contra mí” (Mateo 12:30). Para muchos, sus palabras son duras de digerir. Preferimos no pensar en términos tan crudos. Pero cualquiera que haya sufrido de cualquier clase de opresión racial o religiosa es dolorosamente consciente de la verdad contenida en esas palabras de Cristo: aquellos que permanecen apáticos en un trasfondo de persecución, son ciertamente perseguidores pasivos. Si no estás conmigo, estás contra mí: la no respuesta se convierte claramente en una respuesta. Así son las cosas con Cristo.

Alguien me dijo alguna vez que lo contrario de ser como Cristo no es tanto llevar una vida pecaminosa, como normalmente esperaríamos, sino ser una persona apática. La idea es que aún el pecador más consumado que llora delante de Dios es de hecho más cercano al corazón de Cristo que quien se mantiene apático. La mujer sorprendida en adulterio y aferrada a los pies de Cristo estaba mucho más cerca del aliento divino que los hombres religiosos que estaban tras ella con piedras en sus manos. La mujer samaritana que estaba lista para oír las verdades que Jesús le ofrecía acerca de su vida estaba más cerca del Espíritu de Dios y la verdad de Cristo que muchos de los de Su propia raza. Poncio Pilatos marcó una amplia distinción con su postura apática que lo llevó a preguntar frívolamente: “¿Y qué es la verdad?” mientras que miraba fijamente a la Verdad encarnada que estaba delante de sus ojos.

Al no buscar por causa del temor, o la culpa, o el orgullo, la persona apática permanece indiferente a la vida, de tal forma que la verdad misma se le vuelve irreconocible. Pero cuando buscamos con veracidad, nos cuestionamos con esperanza o con duda, procurando cazar la verdad como si nuestra vida dependiera de ello, existimos cerca del trono de Dios. Cristo preguntó: “¿Y ustedes quién dicen que soy?”. No seamos apáticos con respecto a la respuesta.

Jill Carattini es escritora asociada senior de los Ministerios Internacionales Ravi Zacharias International en Atlanta, Georgia.

jueves, septiembre 14, 2006

GRACIA TRANSFORMADORA

"No todo el que me dice: "¡Señor, Señor!", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Entonces les declararé: "Nunca os conocí.¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!"
(Mateo 7:21-23, RV95)


Estoy leyendo un impactante libro de David Servant, titulado "The Great Gospel Deception" ("El Gran Engaño del Evangelio"). Contrariamente a lo que el título indicaría, no sugiere en lo más mínimo que el Evangelio sea un fraude sino más bien que lo hemos torcido y manipulado para que se acomode a nuestras creencias y a nuestras vivencias. Tomamos de la Palabra lo que nos sirve y desechamos fácilmente lo que nos incomoda, desplazándonos alegremente a lo largo de una nueva revelación, el "Evangelio según San Yo", como lo he compartido muchas veces al predicar.

Hablamos de gracia, y este es un concepto tan absolutamente poderoso y tan profundamente abrumador que, aún logrando comprenderlo, nos cuesta compartir. Tenemos un Padre amoroso que envió a su Hijo Unigénito a morir en la cruz por nosotros a cambio de nada. Jesucristo nos amó y nos aceptó desde siempre y pagó un alto precio por nuestra salvación. Nuestra única tarea es recibirlo como Señor y Salvador de nuestra vida y dejar que Él obre. Creer en Él, creerle a Él y confesarlo con nuestros labios, eso es todo. Sobre estas verdades bíblicas se construyó el concepto de la "oración de entrega" u "oración de fe" con la que generalmente marcamos el inicio del caminar cristiano de un recién convertido, y que consiste básicamente en reconocer el señorío de Jesús sobre nuestras vidas.

Pero eso no es realmente todo. Volvamos a la cita inicial, en la cual el Señor rechaza explícitamente a personas que no solo se decían cristianas sino que inclusive estaban al servicio de Dios, pero que no estaban haciendo la voluntad del Padre. Personas autoengañadas, viviendo una gran mentira, creyendo que iban derecho al cielo mientras transitaban ineludiblemente al infierno.

Mencioné la gracia porque hay una verdad abrumadora sobre la misma que no podemos pasar por alto: la gracia perdonadora es al mismo tiempo una gracia transformadora. Una experiencia de conversión es mucho más que la repetición ritual de una fórmula: implica un cambio de vida que se origina en lo más íntimo de nuestra mente y nuestro corazón. Cuando yo realmente recibo al Señor en mi vida y acepto que tenga ese título, mi relación con Él se basa en hacerlo real. Supone un arrepentimiento y un cambio de actitud. Conlleva una decisión de cortar radicalmente con la práctica del pecado y empezar a andar en santidad.

Ojo, no estoy hablando de religiosidad sino de compromiso de vida. Si la gracia de Dios realmente no nos ha transformado es muy posible que no hayamos experimentado una conversión genuina y entonces las promesas de perdón, justificación y redención no tienen efectividad en nuestra vida. Hebreos 11:25 advierte (RV95): "Mirad que no desechéis al que habla, pues si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desechamos al que amonesta desde los cielos". Nuestra fe tiene que traducirse en santificación.

No se trata de que Dios espera que no pequemos, aún el más justo lo hace y de hecho las Escrituras nos advierten que la única excepción a esta norma es precisamente Jesucristo de Nazareth. Pero lo que sí espera es que cortemos con la práctica del pecado, que extirpemos de nuestra vida los malos hábitos y que decidamos vivir a la manera de Cristo, "pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas" (Efesios 2:10, RV95). ¿Qué estoy diciendo? Lo que la Biblia claramente establece: que aunque la salvación no es el resultado de las buenas obras, las buenas obras son el fruto natural de nuestra salvación.

Dios ha preparado una herencia maravillosa para sus escogidos. Pero no podemos sustraernos olímpicamente a las verdades contenidas en el Evangelio en procura de que nuestro estilo de vida sea "aceptable". Un estudio de George Barna citado por Servant menciona que en un estudio realizado hacia 1998 las respuestas de quienes se identificaban a sí mismos como "cristianos nacidos de nuevo" eran virtualmente indistinguibles de los no creyentes en 65 variables no religiosas incluyendo valores, actitudes y tendencias centrales del comportamiento. Esta información estadística simplemente demuestra que muchos autoproclamados creyentes realmente no han experimentado una transformación significativa en sus vidas, haciendo caso omiso de la terrible admonición que nos hace el Señor en Éxodo 20:7 (NVI): "No pronuncies el nombre del Señor tu Dios a la ligera. Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera".

Dicen algunos que nuestro carácter se refleja en lo que hacemos cuando nadie nos ve. Otros dicen que se revela cuando somos tentados a hacer el mal corriendo un mínimo riesgo de enfrentar consecuencias adversas. Sea lo que sea, Jesús no quiere hipócritas en sus filas, sino personas que están dispuestas a reconocer su pecado cuando fallan pero cuyo corazón tiene la actitud de no convenir con él. La palabra tolerancia no aplica en la vida del creyente al hablar de pecado, sino en el momento de amar a los demás. El asunto es, pues, tener un compromiso de vida que implica no pactar con el enemigo y rechazar la connivencia con el pecado, entendiendo que aunque ocasionalmente caigamos en él, ya no constituye para nosotros una práctica de vida.

Mi invitación de hoy es para que repitas con el salmista: "Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno" (Salmo 139:23-24, NVI). Si en este examen el Señor saca a la luz cosas que no están bien, arrepiéntete, pídele perdón y ruégale que te transforme para que veas realmente Su asombrosa gracia en acción.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN


miércoles, septiembre 13, 2006

SENDAS DERECHAS

"Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella. Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas. "Hagan sendas derechas para sus pies", para que la pierna coja no se disloque sino que se sane.
(Hebreos 12:11-13, NVI)



Hay ciertos momentos en la vida en los que el silencio de Dios nos parece mucho más desconcertante de lo habitual, momentos en los cuales las rodillas están debilitadas de tanto estar hincado sobre ellas clamando al cielo por una respuesta, así no sea la que esperamos. Momentos en los que nuestras manos se cansan de estar elevadas hacia lo alto sin encontrar eco.

Cuando cojeamos, esperamos sanidad, particularmente cuando vamos al médico divino, al médico del alma, para que derrame un bálsamo fresco sobre nuestras heridas y nos cure. No solamente de la cojera física, sino sobre todo de la emocional y de la espiritual. Pero cuando no sentimos que nuestras oraciones son contestadas, pensamos: "me voy a dislocar". Y el diccionario dice que dislocar es sacar algo de su lugar. "Me voy a enloquecer", podría sonar más adecuado en ocasiones. Sin embargo, el autor de Hebreos nos da la fórmula: "Hagan sendas derechas para sus pies". La primera vez que leí esta frase no logré entenderla, así que tuve que remitirme al contexto original, en Proverbios 4:26 (NVI): "Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos."

Entendida en el contexto de Hebreos 12, comencé a discernir que Dios ve el proceso de disciplina justamente como un entrenamiento, uno bien especial que produce "una cosecha de justicia y paz". Hace unos días una persona a quien conozco se lesionó el tendón...¡jugando ping-pong! Aunque parezca increíble, estaba tan bajo de forma que los movimientos propios de esta actividad forzaron un organismo desacostumbrado a la práctica deportiva hasta producirle la lesión...Y eso no es lo que quiere Dios para nosotros. Nos necesita entrenados para pelear la buena batalla de la fe, para ser Su ejército de avanzada aquí en la tierra.

¿Te sientes abrumado por la disciplina de Dios? Amigo, estás en el campo de entrenamiento, y el partido está cerca. Así que endereza tus sendas, no flaquees, renueva tus fuerzas en el Señor y anímate. El Gran Médico no te va a dejar que sigas cojeando, ¡¡¡ te quiere sano y preparado para el combate !!!

Porque lo he vivido, trato de comprenderlo. El asunto es que mi foco no debe estar en mi estado anímico ni en la complejidad de las circunstancias, sino en Jesucristo de Nazareth, el Rey de Reyes, el iniciador y perfeccionador de mi fe.

Ahora mismo, cuando acabes de leer estas líneas, te invito a que cierres los ojos y le pidas al Señor que te permita enfocarte en Él y solamente en Él, y que te ayude a entender en lo profundo de tu corazón que todas las circunstancias están obrando para tu bien, porque tú Le amas (Romanos 8:28). Que te permita aceptar y recibir Su disciplina, porque no es otra cosa que un reflejo de Su gran amor por tí. Y que te de el gozo de experimentar una verdadera confianza en Él, pues es Dios quien está a cargo de todo, y tu vida no podría estar en mejores manos.

Un gran abrazo de bendición en este día,

JORGE HERNÁN

martes, septiembre 12, 2006

VICTORIA TRAS VICTORIA

"¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!"
(1 Corintios 15:57, NVI)


Hay una invitación recurrente en las Escrituras a que los cristianos vivamos una vida victoriosa. Dios es un Padre amoroso y quiere siempre lo mejor para nosotros, se nos dice, y es verdad. ¿Por qué, pues, resignarnos a la enfermedad, las dificultades económicas, el sufrimiento, etc., si son cosas que no son congruentes con la voluntad del Padre?.

Unos versículos antes Pablo nos dice que la muerte ha sido devorada por la victoria. Y si ese ha sido el destino de la muerte, nos preguntamos, ¿cuánto más no lo será el de toda adversidad?

"Victoria tras victoria" es una expresión tan manida entre el pueblo cristiano que ya me estaba autoconvenciendo que debía figurar en la Biblia. Pero no la encontré. En cambio, sí hace parte de un precioso himno que dice entre otras cosas: "Caminando por la senda voy, de prueba en prueba, victoria tras victoria...". Y en este cántico está el secreto del tema: la victoria siempre es un resultado, pero está precedida por una lucha, la cual a menudo implica una prueba. Un cristiano victorioso es entonces el que ha salido vencedor después de una contienda, no el que ha llevado una vida plana y sin sobresaltos.

El diccionario de la Real Academia trae dos interesantes definiciones de la palabra victoria. La primera: "Superioridad o ventaja que se consigue del contrario, en disputa o lid.". ¡Qué interesante encontrar en el núcleo de esta definición el hecho incuestionable de que la victoria implica una disputa! Para algunos es una tremenda guerra espiritual contra las asechanzas del enemigo, para otros puede ser una batalla contra la enfermedad, o contra la ruina...Para otros la lid es eminentemente emocional, pues el rival son las pasiones propias de la carne. Veamos la segunda definición: "Vencimiento o sujeción que se consigue de los vicios o pasiones". Maravilloso, ¿verdad?. El diccionario lo refrenda: no esperes victoria sin lucha.

En algunos deportes se utiliza el término "ganar por W", lo que sucede cuando el rival no se presenta. Pero en nuestro andar cotidiano Satanás, el mundo y la carne están presentes todo el tiempo y nos obligan a jugar el partido.

Hoy tú, al igual que yo, estás jugando un partido. Y como en los deportes, no hay dos partidos iguales. Y el tuyo solo puede analizarse desde tus circunstancias particulares. Solamente entendamos que esa promesa contenida en la cita de 1 Corintios 15:57 es absolutamente cierta y veraz, pero que no podemos desconocer el contexto en el que se cumple. Quizás el punto de la lucha en el que estás sea el más intenso pero finalmente hay una promesa divina para todos los que estamos disputando ese encuentro. Confía en Dios, y Él hará.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

lunes, septiembre 11, 2006

NO TE OLVIDES

"Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios"
(Deuteronomio 8:11a, NVI)

¡Qué advertencia más significativa la que nos hace Dios en esta cita! Porque nos creó, conoce nuestro corazón y sabe cuán engañoso es y cuánta capacidad tiene de tergiversar la realidad. Los versículos siguientes nos recuerdan algunas de las circunstancias en las que podemos pasar por alto la obra de Dios:
* Cuando nuestras necesidades materiales están satisfechas
* Cuando adquirimos una vivienda
* Cuando nuestros negocios son prosperados
* Cuando aumenta nuestro patrimonio

Pero este catálogo no es tajante. Hay cientos de circunstancias en las que, habiendo atravesado el Jordán, tenemos la tentación de olvidarnos del Dador, de quien puso los recursos, allanó los caminos y nos favoreció con Su gracia. "No se te ocurra pensar: Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos" - continúa el Señor - "Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados" (Deuteronomio 8:17-18).

Normalmente afirmamos que jamás haríamos tal cosa. Como discípulos de Cristo, estamos seguros de que toda la gloria le cabe a Él; sin embargo, con frecuencia se la robamos, olvidando que Él no tiene porque compartirla con nadie. Frases como: "este es el fruto de años de trabajo", "harto me ha costado", y otras parecidas, demuestran la habilidad que tenemos para deslizarnos en la trampa del ego y atribuirnos a nosotros mismos el mérito por cada logro. Dicen los sociólogos que los seres humanos tenemos una enorme necesidad de reconocimiento, así que somos los primeros en la fila para aplaudirnos a nosotros mismos por lo que erróneamente afirmamos es el resultado de nuestra gestión.

No te olvides, ten cuidado, recuerda quién te dió los dones, quién puso los medios, quién es el artífice. Imagina una guitarra perteneciente a un gran músico diciendo después de un concierto: "¡Qué gran afinación la mía! ¡Cuánta calidad la de mi madera! ¡Cómo sueno de bien!". El intérprete le diría: "Discúlpame, pero ¿qué sería de tí si no fuera yo quien te afinara y quien sacara los acordes necesarios para fabricar tan espléndidas melodías?"...Y algo semejante es lo que el Señor nos quiere recordar hoy, es decir, que somos simples instrumentos, Él es el artista. Las palmas son para Él, y solamente para Él.

Cualesquiera sean tus logros hasta el día de hoy, eleva una mirada al cielo y da las gracias al Dios a quien sigues y sirves. Adórale por ser el autor último de cada uno de esos logros, y dále la gloria...

"Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: !!Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro" (Apocalipsis 19:1).

Un abrazo de bendición,

JORGE HERNÁN

jueves, septiembre 07, 2006

PRUEBA DE FE

A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: "¡Elí, Elí!, ¿lemá sabactani?". Eso quiere decir: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?"
(Mateo 27:46, LBLS)

Sensación de abandono. Jesucristo, el Rey de Reyes, Señor de la creación, la experimentó en la cruz del calvario en medio de una terrible agonía. La debió haber sentido José, preso en una cárcel de Egipto por causa de una injusticia, a pesar de haber visto en sueños aún a sus hermanos postrándose ante él. Muy seguramente la experimentó Abraham, en su penoso viaje hacia el monte de Moriah para sacrificar a su hijo, fruto de la promesa divina y compañía suya en la vejez. La debió haber vivido Job, viendo cada día como las cosas iban de mal en peor a pesar de ser él un hombre justo.

Esa misma sensación la experimentaron grandes héroes de la fe de los cuales nos habla el autor de Hebreos: "Mucha gente se burló de ellos y los maltrató, y hasta los metieron en la cárcel. A otros los mataron a pedradas, los partieron en dos con una sierra, o los mataron con espada. Algunos anduvieron de un lugar a otro con ropas hechas de piel de oveja o de cabra. Eran pobres, estaban tristes, y habían sido maltratados" (Hebreos 11:37, LBLS). Y al final del relato se nos dice que ninguno de ellos recibió lo prometido a pesar de alcanzar buen testimonio mediante la fe.

Convertirte en cristiano no cambia las circunstancias de la vida de la noche a la mañana, a pesar de que algunos predican un evangelio exitista y de corte "light"; lo que ciertamente cambia, o al menos debiera cambiar, es la forma de percibir la realidad.

Pero eso no excluye que, al igual que ocurrió con nuestro Señor y con tantos otros hombres y mujeres de fe, en ocasiones sintamos abandono. Pero, como dice Phillip Yancey, "los brazos del Señor son largos y abrazan a aquellos que él ama, no solamente en momentos de prosperidad y alegría, sino especialmente en momentos de tormento" (La Biblia que leyó Jesús, Editorial Vida, 2003, pp.44-45).

Enfrentarse a una enfermedad que parece no mejorar, a una situación de injusticia o abuso, a una crisis matrimonial que aparentemente no tiene salida, a un problema judicial que se enreda cada día más, a una dificultad financiera para la cual no parece haber provisión por ninguna parte...estas y muchas otras situaciones nos dejan en una situación de extrema invulnerabilidad en la que necesitamos de modo especial afianzarnos en nuestra fe, la cual está siendo probada y al mismo tiempo fortalecida.

Cuando nuestro entorno no está respondiendo a las expectativas que tenemos ni a la fe que proclamamos, es fácil hacer el tránsito de la fe ciega a la duda cínica, pero caminar en el centro de la voluntad del Señor supone situarnos en el centro de ambos extremos, y entender como dice un autor que no es Dios quien realmente nos abandona, sino la imagen que nos hemos construido de Él. Una imagen falsa que parte del supuesto de que bajo Sus alas jamás experimentaremos dificultades, y que no corresponde para nada al Dios que se nos revela en las Escrituras.

Sin embargo, la Palabra es clara cuando dice que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Él no cambia. Por lo tanto, sigue siendo amoroso, misericordioso, poderoso, sabio, etc., etc. Y si nuestra confianza está puesta en Dios y nuestra vista centrada en Él, entonces no hay nada que tener. Podemos confiar en que Dios nunca se equivoca y en que su promesa de Romanos 8:28 se cumplirá fielmente en nuestra vida: "Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito" (NVI). Tú y yo sabemos que así es. Así que simplemente, confiemos en Aquel que dio su vida por nosotros, y esperemos que Él haga lo que tiene que hacer cuando tiene que hacerlo.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

lunes, septiembre 04, 2006

PRUEBEN Y VEAN

"Busqué al Señor, y él me respondió;
me libró de todos mis temores.
Radiantes están los que a él acuden;
jamás su rostro se cubre de vergüenza.
Este pobre clamó, y el Señor le oyó
y lo libró de todas sus angustias.
El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen;
a su lado está para librarlos.
Prueben y vean que el Señor es bueno;
dichosos los que en él se refugian"
(Salmo 34:4-8, NVI)



El Salmo 34 es uno de mis favoritos y me reconforta especialmente en momentos difíciles. Algunas versiones se refieren a él como el salmo de "la protección divina" y su mensaje es, en esencia, que Dios cuida de los suyos. Entiendo que el aferrarme a la verdad revelada para mí en la Palabra de Dios debe ser algo que trasciende mis propias limitaciones y dificultades.


Cuando atravesamos por desiertos es particularmente grato encontrar que buscar el rostro del Señor trae para nosotros al menos los siguientes resultados: 1. Nos libra de todos nuestros temores y angustias; 2. Genera en nosotros una dicha tan grande que nuestros rostros se vuelven radiantes; 3. El ángel del Señor establece su campamento a nuestro alrededor para librarnos de todo ataque del enemigo. Y lo mejor de todo está en el versículo 8, en el que Dios mismo nos invita a probar Su extrema bondad.


En cuanto a lo primero, estoy seguro que todos afrontamos diversos tipos de temores en nuestra vida, desde los más sencillos hasta los más sofisticados. Dicen algunos sicólogos que en el fondo todo temor es una manifestación del miedo a la muerte, pero sea lo que sea lo único absolutamente cierto es que el Señor promete librarnos de todos nuestros temores, no importa cuán bien fundados estén, qué tan arraigados estén en nuestro corazón y nuestra mente, hace cuántos años los padezcamos o qué tanto hayamos hecho por tratarlos. Solo hay una cura posible, y está en Dios. Personalmente, me gusta acercarme a Él como el Padre amoroso que es, a veces sollozando incluso, y decirle: "Papito, abrázame, tengo miedo". Entiendo que Él empieza a trabajar en mí cuando reconozco que lo estoy sufriendo y que necesito desesperadamente su ayuda. Y sé que no falla. Hay temores que son recurrentes, lo sé, pero ninguno estan fuerte como para sobreponerse a la presencia divina en mi vida. Prueba y verás.


Con respecto a lo segundo, es algo más complejo, pero entiendo que cuando el nivel de comunión con Dios crece hasta niveles en los que nuestra intimidad con Él se consolida, la búsqueda de Su rostro trae a mi vida no solo la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7) sino algo más: satisfacción plena que se traduce en dicha. Un rostro radiante es el reflejo del poder y el amor de Dios obrando en nosotros, aún en medio de las más fuertes dificultades. Puedo decir que he experimentado esa sensación en varias ocasiones,aunque tengo que reconocer que en otras no lo he alcanzado por causa de mi propia falta de intimidad.


Y en cuanto a lo tercero, ¡qué maravilloso es saber que Dios es nuestro refugio! No solamente nos quita los temores que se han albergado en nuestra vida por causa de los ataques pasados, sino que nos libra de los ataques presentes y levanta un muro de protección contra los ataques futuros. No hay mejor aliado que el Señor Todopoderoso, Dios de los ejércitos, para guardar mi integridad y protegerme. Con razón dice la Escritura que si Dios está con nosotros, quién contra nosotros (Romanos 8:31).


Hoy te invito a que ores sobre esta Palabra y pidas al Señor que haga en tu vida lo que tiene que hacer para que se cumpla. Da lugar a que la bondad de Dios sea probada en tu vida.


Bendiciones sobreabundantes en Cristo,


JORGE HERNÁN

viernes, septiembre 01, 2006

DISCIPLINA

"El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento"
(Proverbios 15:32)



Ayer estuve repasando mi diario espiritual de estos últimos cuatro meses y me encontré con una palabra recurrente: disciplina. Esta palabra tiene una raíz común con discipulado, lo cual parece sugerir que están directa y fuertemente vinculadas. Un discípulo de Cristo idealmente debiera trabajar en su disciplina personal de una manera constante y planeada para abrir campo en su vida al cumplimiento de los propósitos de Dios.

Cuando la disciplina no juega un papel importante en nuestro corazón, hay otras cosas que toman ventaja: los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16). Y al tomar ventaja dejan una huella en nuestra vida tan marcada que se nota que estamos perdiendo el foco de quien debiera ser nuestro centro de adoración.

La Palabra (2 Timoteo 1:7) dice que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio, y para mí es claro que cuando ejercito la disciplina puedo desarrollar un importante nivel de autocontrol en mi vida con el cual puedo alcanzar el nivel de dominio propio necesario para poder liberar el poder de Dios en mi vida y extenderlo a otros con amor. Para esto hay dos caminos: o tomar la decisión voluntaria de trabajar en ello con la ayuda del Señor, o descuidarme y dejar que sea Dios, como Padre amoroso que es, quien asuma la decisión de intervenir en mi vida para disciplinarme, formarme y corregirme.


Si opto por lo segundo, quizás me voy a encontrar atravesando desiertos que yo mismo estoy provocando con mi actitud. Por el contrario, cuando entiendo que necesito trabajar en esta área aprendo que cuando doy lugar al sueño, la gula, la ira, el ego, las ganas de algo, etc., realmente lo que estoy haciendo es ceder terreno en el campo espiritual al enemigo y perder dominio propio.

Para mí este es un reto grande. Soy consciente de que mis propias falencias abren flancos que no debieran quedar desprotegidos, y ese repaso de mi diario me recuerda que necesito trabajar ardua y perseverantemente en mi propia disciplina.

Mi invitación hoy es a que no tengas en poco la disciplina, y a que cultives el entendimiento optando por examinarte y trabajar en las áreas en las que tengas que hacerlo.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN