martes, diciembre 29, 2009

PEREGRINAJE


"Ya que invocan como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean peregrinos en este mundo"
(1 Pedro 1:17, NVI)

Peregrinaje. Esta es una palabra que ha venido una y otra vez a mi mente en mi tiempo de oración. Veo mi caminar cristiano en este año y lo primero que tengo que reconocer es que soy un peregrino, estoy simplemente de paso. El diccionario dice que es alguien que migra de un lugar a otro, deambulando por tierras extrañas. Es decir que este planeta no es mi lugar, simplemente "pasaba por aquí".

El problema de ser turistas en la tierra es que corremos el peligro del cual nos advierte la publicidad sobre Colombia: "el riesgo es que te quieras quedar". El riesgo es que nos sintamos cómodos, amañados, contentos, con lo que el mundo nos ofrece. Y cuando yo miro hacia atrás debo reconocer que me he estancado con frecuencia, que me he adormilado en lugares – espiritualmente hablando - en los que no debería haberlo hecho. Que más de una vez he postergado el reanudar mi marcha. Que en lugar de ser Embajador de Cristo, como lo mandan las Escrituras, más de una vez he desoído la advertencia de Jeremías 15:19: "...Que ellos se vuelvan hacia ti, pero tú no te vuelvas hacia ellos", es decir que parecería que en el mundo estoy jugándome de local - y no de visitante – el partido de la vida.

Se que mi vida espiritual parece una montaña rusa, que los altibajos a veces son violentos y que con frecuencia me fijo más en las circunstancias que en el Dios poderoso y amoroso que está obrando en medio y aún a través de ellas. Reconozco que en ocasiones me he sentido tremendamente desilusionado con la respuesta o quizás el silencio de mi Señor. Sin embargo, tengo que aceptar también que si alguien ha fallado en esta relación he sido yo, nunca Él. Soy yo el inconstante, soy yo el que fallo, soy yo el que me equivoco, soy yo quien descuido Su preciosa amistad. Y al hacerlo mi vida se sale del cauce y afecto mi relación con otros. La cruz tiene dos sentidos, y definitivamente cuando el vertical falla es muy difícil que el horizontal se proyecte como debiera. Si no voy constantemente a la Fuente a alimentarme de Dios, de Su Espíritu y Su Palabra, no estoy suficientemente fortalecido para dar a otros lo que necesitan.

El temor reverente, es decir el amoroso respeto y la debida honra que se espera que un padre reciba de sus hijos, es el elemento clave para que el peregrinaje sea exitoso. Y necesariamente supone un reconocimiento explícito de Dios como mi Padre y una dimensión relacional verdadera y genuina en tal sentido.

Hoy le pido al Señor que me permita vivenciarlo como Padre y que pueda interiorizar la realidad de que estoy aquí porque soy un emisario Suyo, no un residente más.
Dios te bendiga,

JORGE HERNÁN
 
 

lunes, septiembre 07, 2009

BORDEANDO LA FRONTERA

"Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado."
(Romanos 14:23, RVR60)


Aunque parezca increíble, los cristianos transitamos con frecuencia y de manera por demás peligrosa en la frontera del pecado. Dice la Palabra que los seres humanos reflejamos en nuestro andar cotidiano lo que pensamos en nuestro corazón. Y lo más grave de ésto es que muchas veces nos devanamos los sesos pensando hasta dónde nos resulta legítimo ir en determinados asuntos. El cuestionamiento frontal parecería ser cuál es el límite aceptado para nuestras actitudes, conductas, comportamientos y actos para que no se consideren como violatorios de la ley divina. De hecho, los pastores de jovenes se encuentran cada rato con la pregunta de qué tipo de besos y caricias son permitidos en el noviazgo cristiano, y en la misma dirección están, por citar solamente un par de ejemplos, las inquietudes que a veces escucha uno en los empresarios con respecto a la evasión fiscal o en los adultos solteros acerca del mal llamado "amor libre" (la Biblia le da un nombre más certero: fornicación).

Pablo, inspirado por el Espíritu y respondiendo a una pregunta que ya los creyentes de entonces debían formular con frecuencia, decía sabiamente "todo me es lícito pero no todo conviene" (1 Corintios 10:23a), sin embargo no podemos perder de vista que el solo hecho de que nuestra mente se ocupe de pensar cuál es el límite ya nos está dejando en una posición bien peligrosa: al borde de la transgresión.

Y, como me compartía una muy querida amiga hace algunos días, en lugar de preocuparnos qué tanto podemos acercarnos al borde del abismo deberíamos más bien ocuparnos de mantenernos lejos de él. Esa es nuestra responsabilidad.

"A ver, muéstreme dónde dice en la Biblia que eso es pecado", es una frase que escuchamos con más frecuencia de la que quisiéramos. Y el Señor se ocupó de responderla con el versículo que encabeza esta reflexión, que en alguna traducción dice que pecado es "todo lo que no se hace con la convicción que da la fe". Si no estoy absolutamente seguro de que lo que estoy pensando pasa por el filtro de Filipenses 4:8, que en la Nueva Versión Internacional corresponde a "todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio"...si no pasa por ese filtro, decía, si se trata de algo que yo no diría o haría abiertamente si viera con mis propios ojos a Jesús de Nazaret delante de mí, es entonces porque se trata de algo que es mejor dejar de lado. No proviene de fe, luego es pecado. Y me aparta de Dios.

Entiendo la extraña fascinación que a veces sentimos por los precipicios, pero en la vida espiritual definitivamente lo más sabio es mantenernos a muchos metros de distancia de ellos.

Bendiciones en Cristo,

JORGE HERNÁN

miércoles, agosto 19, 2009

ÉSTO TAMBIÉN PASARÁ

"Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas"

(2 Corintios 4:16-18, RVR60)

Leo en la página web de Dante Gebel un relato que me impacta, es una antigua leyenda acerca de un rey que decidió reunir a sus principales sabios y eruditos para solicitarles un favor: “Acabo de traer un gran anillo de mi última conquista - dijo el monarca- Es muy valioso y además me da la posibilidad que puedo guardar algo más valioso aun, en su interior. Necesito que ustedes, al final del día, me den una frase que sea lo más sabio que ningún mortal haya escuchado jamás. Quiero que arriben a una conclusión de sabiduría y luego lo escriban en un papel diminuto. Luego, yo guardaré esa frase en mi anillo. Y si algún día, el infortunio permitiera que me encuentre en medio de una crisis muy profunda, abriré mi anillo y estoy seguro que esa frase me ayudara en el peor momento de mi vida.”

Así que los sabios pasaron el resto del día debatiendo cuál sería esa frase que resumiría toda la sabiduría que ningún humano había oído jamás. Al caer la noche uno de los eruditos del reino, en representación de todos los demás, se acerco al rey con una frase escrita en un pequeño papel indicándole que lo guardara en su anillo y lo leyera en caso que una gran crisis golpeara su vida y su reino.

Algunos años después, el reino fue saqueado y el palacio reducido a escombros. El rey logró escapar entre las sombras y se ocultó entre unas rocas, en las afueras de la ciudad. Allí, observando un precipicio, consideró la posibilidad de quitarse la vida arrojándose al vacío, antes de caer en manos enemigas. Fue entonces cuando recordó que aún conservaba el anillo, decidió abrirlo, desenroscó el diminuto papel y leyó: “Esto también pasara”. El rey sonrió en silencio, y cobró ánimo para ocultarse en una cueva, en medio de la oscuridad, hasta que ya no corriera peligro.

La leyenda dice que veinte años después, el rey había recuperado todo su esplendor, a fuerza de nuevas batallas y conquistas. El trago amargo había quedado atrás, y ahora regresaba triunfante de la guerra, en medio de vítores y palmas de una multitud que no dejaba de ovacionarlo. Uno de los antiguos sabios que caminaba al lado del carruaje real le sugirió al rey que volviera a mirar el interior de su anillo: “Es que esa frase no solo fue escrita para los momentos difíciles, sino también para cuando crea que todo lo bueno pareciera que ha de perdurar por la eternidad.”

El rey, en medio de los aplausos, abrió el anillo y volvió a leer: “Esto también pasará”, y descubrió en ese instante que sentía la misma paz que tuvo cuando estaba a punto de quitarse la vida. Ese día comprendió que la frase que los sabios le habían entregado era para leerla en las derrotas y, por sobre todo, en los tiempos de victoria.

Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, habla de "leve tribulación momentánea" y esta expresión es tremendamente consoladora cuando enfrentamos situaciones difíciles. Al igual que los momentos gloriosos, son temporales y por ende pasajeras. Si bien cuando estamos sorteándolas nos parecería que no tienen fin (y a veces tampoco comienzo) la realidad nos indica que en algún instante van a terminar. Por eso nuestra mirada debe estar puesta en la eternidad y en lo que verdaderamente tiene un propósito significativo en nuestra vida, en lugar de perder el tiempo y las energías en detalles marginales que mañana no tendrán ningún sentido.

Cuando volvemos la vista a nuestros tiempos de niñez, recordamos fácilmente cuánto nos preocupaban cosas que hoy con el lente de los años nos parecen triviales, pero con frecuencia nos encargamos nosotros mismos de engrandecer nuestros problemas, mirándolos con lentes de aumento que solo generan en nosotros angustia, temor, incertidumbre. Desde el cielo la óptica cambia, y lo que de tan cerca parece enorme en la perspectiva celestial luce demasiado pequeño, incluso microscópico.

Anoche tuve la oportunidad de escuchar a Manuel Zárate hablando de cómo se fortalece el carácter en momentos de éxito pero también en momentos de crisis. Una lección bien importante es que ambos son justamente eso, momentos. También pasarán. La otra tiene que ver con la forma de enfocarlos, ladrillos que Dios está usando para levantar el muro de nuestro carácter: algunos son dorados y brillantes, otros son opacos y de colores tristes, pero todos están cumpliendo una misma finalidad y a través de ellos Dios está completando en nosotros una obra maravillosa.

Entender que en las épocas en las que la vida parece sonreírnos especialmente tenemos la misma oportunidad de crecer que en los tiempos de tormenta requiere de una dosis especial de fe pero sobre todo de una comprensión cabal de la naturaleza del maravilloso y bondadoso Dios que está tratando con nosotros. Lo importante es aprender a extraer enseñanzas a cada paso que demos. Dice la Palabra en Filipenses 1:6 que el que comenzó la buena obra en nosotros será fiel en completarla, así que el temor al futuro debería reducirse sustancialmente sabiendo en manos de Quién estamos. Por curiosidad, lee Jeremías 29:11 para que veas qué tipo de planes tiene Dios para tu vida.

Y en cuanto a lo que estás pasando hoy, sea lo que sea, recuerda simplemente: "Esto también pasará".

Dios te siga bendiciendo,

JORGE HERNÁN

viernes, julio 24, 2009

OREJAS DE PESCADO

"Como no me escucharon cuando los llamé, tampoco yo los escucharé cuando ellos me llamen —dice el Señor Todopoderoso."
(Zacarías 7:13, NVI)

Dice el refrán popular que no hay peor sordo que el que no quiere oir ni peor ciego que el que no quiere ver. Es decir, la enfermedad es más grave cuando responde a un mero acto de la voluntad. Sordos y ciegos por elección, por conveniencia. Es preferible hacer de cuenta que no oímos antes que reconocer que lo que nos están diciendo nos confronta y nos sacude.

El Chavo del Ocho repetía incesantemente "Yo no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado", cuando no quería ser molestado con las palabras agresivas de los habitantes de la vecindad. El problema es que aún hoy parecería que nosotros seguimos enarbolando esta frase como estandarte cuando nos empeñamos en caminar confome a nuestra voluntad y en contravía de lo que Dios realmente quiere y sueña para nuestra vida.

El anhelo de cualquier creyente debería ser vivir en el centro de la santa, perfecta y agradable voluntad de Dios. Pero el deber ser se estrella crudamente con la realidad. El Padrenuestro, en su más degradada y egoísta versión, suplica: "Hágase mi voluntad en la tierra como en el cielo". Quisiéramos que el Dios bombero al que acudimos en medio del incendio acudiera presuroso a satisfacer nuestros caprichos, olvidando lo que el memorable tío de "La vida es bella" interpretado magistralmente por Giustino Durano, dijo en la película: "Servir es el arte supremo, Dios sirve al hombre, pero no es su sirviente".

Contrario al ideal, el ser humano se empeña en vivir a su manera. Aunque no sea santa, pero sí imperfecta y aún a veces desagradable. Y Dios nos habla de todas las formas posibles, a través de su Palabra, de las circunstancias, de terceros, esperando una respuesta positiva de parte nuestra que con frecuencia tarda mucho en oir. Nos llama, susurra dulcemente nuestro nombre pero las orejas de pescado nos inducen a escuchar solo lo que queremos oir, lo que absurdamente creemos que nos conviene. Como si el que realmente lo supiera no fuera Él.

Cuando me miro al espejo, tengo que reconocer que padezco de sordera selectiva, que he tomado la decisión de hacerme el loco y no escuchar muchas cosas que Él me ha querido decir, incluso a gritos. Me ha hablado, incansablemente, pero yo he persistido en mi terquedad y he hecho de cuenta que no me está diciendo nada. Total, es preferible autoengañarme diciendo que no he obrado porque nadie me ha dicho que lo haga. Santiago 4:17 (LBLS) dice: "Si ustedes saben hacer lo bueno y no lo hacen, ya están pecando", así que cuando yo elijo la opción de las orejas de pescado estoy no solamente endureciendo mi corazón y oscureciendo mi entendimiento, también estoy pecando por omisión. Al no querer oir a Dios, me estoy apartando de Su voluntad y empeñándome en transitar por un camino que no es el Suyo.

"Me dice que me ama" es una preciosa canción de Jesús Adrián Romero en la que nos comparte cómo el Señor se esmera en hacernos saber de mil maneras cuánto nos ama. De esa misma forma, cada vez que nos tiene que decir algo, el Señor se encarga de expresárnoslo a través de los canales adecuados. Y nos lo dice. Sin palabras o con ellas. A veces de labios de quien menos lo esperamos. O en medio de una canción. O de una película. Él sabe como hacerlo. Pero tenemos un Dios increíblemente respetuoso del libre albedrío que nos regaló. Y no va a forzarnos a obedecerlo, ni siquiera a escucharlo si no queremos hacerlo. Así que cuando tomamos la decisión de cerrar nuestros oídos, Él la respeta y nos deja actuar en consecuencia. Inclusive nos permite equivocarnos, así las consecuencias de nuestras erradas decisiones sean dolorosas y sea más difícil rehacer el camino. Son las reglas del juego de nuestro Amado Creador.

Pero hay algo peor, cuando optamos por taparnos los oídos, como dice Zacarías 7:11, y es que corremos el riesgo de que, como hizo el Señor con el terco pueblo de Israel, algún día escuchemos la advertencia: "Como no me escuchaste cuando te llamé, tampoco te escucharé cuando me llames"...Talvez la mejor alternativa sea despojarnos de las orejas de pescado y decidirnos de una buena vez, no solo a escucharlo sino a obedecerlo. A poner en práctica Sus enseñanzas. A actuar.

Siempre es un buen momento para el arrepentimiento genuino y sincero, para enderezar nuestros pasos, para quebrarle el espinazo a la tibieza, para arrancar la maleza que brotó por causa de las malas semillas que una vez sembramos y disponernos a recibir el perdón sanador de Dios, Su limpieza y restauración.

Sólo Dios sabe si has estado "haciéndote el loco", o tapándote los oídos para no oir lo que Él quiere decirte con respecto a tu vida en general o a alguna situación en particular. Pero quizás hoy es el momento para que dejes de hacerlo, vayas a Su presencia, te postres y reconozcas tu terrible error. Sus brazos amorosos están esperándote para decirte que te ama, una y otra vez, a pesar de tus fallas y desaciertos, de tus pecados y tus equivocaciones. Yo voy a hacerlo. Creo, como David, que aun corazón contrito y humillado Dios no lo despecia (Salmo 51:17), y que hoy es el día para empezar a vivir la mitad de mi vida. La mejor mitad. Probablemente sea el día para tí también. Si es así, dondequiera que estés, acepta esta invitación al reencuentro.

Recibe un enorme abrazo de bendición,

JORGE HERNÁN

jueves, julio 23, 2009

CUIDANDO LOS CROTONES

"Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto"
(Colosenses 3:14, NVI)

Hace un par de días mi esposa y yo cumplimos veinte años de matrimonio, y el regalo que me dio tocó sensiblemente mi corazón. Sin adornos, sin lazos, sin empaques de ningún tipo, me entregó una hermosa planta de hojas multicolores acompañada de una tarjeta que decía más o menos: "el nombre lo pones tú...es tu regalo, y está en tí el cuidarla y verla florecer o marchitarse....solo necesita un poco de agua, luz y viento...no mucho, solo lo necesario...de tí depende que la veas sonreir o marchitarse...tú eliges".

Estas palabras son mucho más allá que una hermosa metáfora de la relación matrimonial. Aprendí hace años que el amor se construye y desde el púlpito más de una vez exhorté a quienes me escuchaban a cultivar diariamente la relación de pareja alimentándola con cariño y delicadeza; sin embargo, en lo personal debo reconocer que me veo confrontado y que debo revisar mi actitud pero sobre todo mi corazón.

Sin embargo, recuerdo también que la relación matrimonial es un tipo o un modelo de la relación de Jesús con su iglesia. Me tardó años interiorizar la expresión "bodas del Cordero" pero finalmente comprendí que, al igual que cualquier enamorado, el anhelo máximo del Señor es compartir una intensa relación de amor con su novia, la iglesia de Cristo, por toda la eternidad. Y que nuestra parte es cultivar diariamente esa relación, respondiendo al amor que Jesús muestra por nosotros cada día. "El amor de Cristo nos obliga" dice Pablo en 2 Corintios 5:14 (NVI).

La planta que me regaló mi esposa es un croton. Y dicen los entendidos que es una planta más bien delicada, que requiere un especial cuidado. Así, en cuanto a luz, la iluminación debe ser intensa para mantener vivos los colores. Mi relación con Dios me exige apartarme de la oscuridad y procurar claridad y transparencia en mis actos cotidianos. La falta de luz hace palidecer las hojas del croton, y también mi vínculo con el Señor.

Es importante también que no se produzcan cambios bruscos de temperatura. La clave del éxito, dicen, reside en una temperatura uniforme. Los vaivenes en mi comunión diaria afectan la relación. Cuando me dejo llevar por las circunstancias y son las emociones las que gobiernan la relación, el efecto es el mismo que tienen las corrientes fuertes de aire sobre los crotones. La planta se daña. La intimidad con Cristo se ve socavada. Pierde fuerza y vigor.

Pero el croton necesita también mucha humedad y riego. Puede marchitarse y aún arrugarse fácilmente si se expone a ambientes secos y si no es irrigado. Igual sucede cuando mi relación con Dios se vuelve desértica, seca. Aún cuando se torna religiosa, lo cual es un enorme peligro latente para cualquier creyente. Caemos con facilidad en los ritualismos y olvidamos que un Dios vivo demanda una interacción viva.

La planta debe ser fertilizada también desde el comienzo, y de manera regular. Así como la relación de pareja se abona con detalles, caricias, palabras, tiempo y actos serviciales, mi intimidad con Dios implica una decisión activa de amar de parte mía que se traduzca en manifestaciones semejantes. Esperamos con frecuencia que el Señor sea "especial" con nosotros, pero olvidamos que el tema es bidireccional.

Necesitamos aprender muchas cosas en cuanto a nuestra relación con Dios. Estamos llamados a revestirnos de amor, el vínculo perfecto, para que sea el amor el que rija nuestra relación con Dios y a partir de ella, todas nuestras demás relaciones. Alguna versión de la Biblia dice en el versículo que encabeza esta reflexión que el amor "es el mejor lazo de unión". Pero vivirlo realmente exige todo de nosotros, no simple palabrería ni rutinas vacías. El cuidado deliberado e inteligente no es solo una opción si realmente nos interesa mantener viva la llama.

Que Dios nos permita revestirnos verdaderamente de amor.

JORGE HERNÁN

viernes, julio 10, 2009

DEMETRIO

"Porque cierto platero que se llamaba Demetrio, que labraba templecillos de plata de Diana y producía no pocas ganancias a los artífices, reunió a éstos junto con los obreros de oficios semejantes, y dijo: Compañeros, sabéis que nuestra prosperidad depende de este comercio. Y veis y oís que no sólo en Efeso, sino en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido a una gran cantidad de gente, y la ha apartado, diciendo que los dioses hechos con las manos no son dioses verdaderos. Y no sólo corremos el peligro de que nuestro oficio caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Diana se considere sin valor, y que ella, a quien adora toda Asia y el mundo entero, sea despojada de su grandeza."
(Hechos 19:24-27)

Conozco a Demetrio. Es aquel que ha hecho de la religión un negocio, no le interesa realmente cuánto pueda alguien acercarse a Dios sino de que manera explotar su necesidad espiritual para reemplazarla por un falso sustituto, por una devoción mecánica, por un rito vacío. Sabe que "su prosperidad depende de ese comercio" y vive y se lucra a punta de la ignorancia de quienes no han logrado conectarse con un Dios vivo.

Conozco a Demetrio. Es aquel cuyo máximo interés que la gente siga venerando a los grandes dioses de este mundo: el poder, el dinero, el status. No quiere que "su oficio" caiga en descrédito porque mientras las personas sigan poniendo sus ojos en estos distractores que los apartan del Dios verdadero van a experimentar una sensación de vacío cada vez mayor que van a buscar llenar de la manera que sea precisa con tal de complacer a sus dioses: volviéndose adictos al trabajo, en el mejor de los casos. Sobornando, chantajeando, mintiendo. Prostituyendo. Cometiendo delitos de cuello blanco y de los otros. Robando. A veces matando. Lo importante es que los dioses se sientan satisfechos.

Conozco a Demetrio. Es aquel que trabaja cuidadosamente en las imagenes necesarias para alimentar a la Diana de la sensualidad. Sutilmente se desliza en la publicidad, los medios audiovisuales...Es incansable en su tarea de despertar la animalidad de los pecados capitales. Finalmente, ese es su negocio. Se ocupa de decirte que te volviste aburrido, mojigato, santurrón o cualquier otro adjetivo con el que siente que puede descalificarte cuando procuras tener una relación con Dios. Al fin y al cabo está corriendo el riesgo de que la gente termine por pensar que estas cosas carecen de valor.


Conozco a Demetrio. Pero también a Pablo, quien señala que solo hay UN CAMINO, desenmascara a los falsos dioses y aparta a las personas de las sendas que aunque parecen derechas, "su fin es camino de muerte". En la vida, solo tenemos tres opciones: ser como Demetrio, ser como uno de sus fieles seguidores, o ser como Pablo. La decisión está en nuestras manos. Y no parecería tan difícil de tomar. En un mundo hambriento y sediento de respuestas verdaderas, la elección adecuada es ser imitador de Pablo.

¿Qué vas a hacer hoy?

JORGE HERNÁN


viernes, julio 03, 2009

EN UN RINCÓN DE LA CABAÑA

"...ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro"
(Romanos 8:39, RV60)

Una muy querida amiga me hizo un extraordinario regalo de cumpleaños: un libro, pero no uno cualquiera, sino uno que realmente siento que nace del corazón de Dios pues aparte de ser un relato apasionante en lo que tiene que ver con su trama y argumentación, revela de un modo absolutamente sorprendente el amor de Dios. Detrás de cada palabra, en lo personal, sentí el susurro del Espíritu Santo y entendí muchas cosas de mi vida en una forma en la que nunca antes lo había podido percibir.

"La Cabaña" ("The Shack", en su versión original inglesa) es una extraordinaria novela que refleja de manera admirable el corazón de Dios. Escrita por William Paul Young, originalmente pensando en sus hijos, se ha convertido en un bestseller que está siendo utilizado por el Señor para tocar corazones y transformar vidas.

Su autor, nacido en Canadá, pasó sin embargo los primeros años de su niñez junto con sus padres misioneros en Nueva Guinea, donde ellos ejercían su ministerio entre la tribu Dani. Esta experiencia marcó significativamente su vida. De vuelta al Canadá, concluyó sus estudios secundarios e ingresó a la Universidad donde terminó sus estudios religiosos y obtuvo un grado summa cum laude en el Werner Pacific College. Luego de ésto se dedicó a trabajar para sí mismo y para otros en diversas industrias. Actualmente gerencia una pequeña compañía y comparte su tiempo con su familia y amigos, aunque el éxito de su obra le ha dado una nueva dimensión a su vida. En su página de Internet, escribe: "Para mí, todo está relacionado con Jesús y el Padre y el Espíritu Santo, y las relaciones, y la vida es una aventura de fe vivida un día a la vez. Cualesquier aspiración, visión y sueños murieron hace tiempo y no tengo absolutamente ningún interés en revivirlos (en cualquier caso apestarían). Finalmente me di cuenta de que no tenemos nada que perder viviendo una vida de fe. Disfruto más de cada minuto de lo que parece apropiado, pero amo la vastedad de la gracia y la presencia de mi Papá. Para mí, todo lo que importa en mi vida, está perfecto".

No quiero contarte ni una sola línea del libro, creo honestamente que perdería su encanto. Solamente sé que si lo abordas con mente abierta y sin prejuicios, te vas a encontrar viviendo la aventura de fe que es la vida y comprendiendo un poco más acerca de la naturaleza de un Dios que es tan perfectamente sabio que sabe qué es lo mejor tu vida, tan absolutamente amoroso que desea lo mejor para tí y tan completamente poderoso que tiene el poder para hacer que las cosas pasen.

Simplemente te invito a releer el versículo con el que empecé esta reseña. Recuerda que no existe nada en el mundo que te pueda separar del amor de Dios y que en toda circunstancia eso es algo que necesitas y debes tener presente. Talvez es lo único realmente cierto que si faltara quitaría todo sentido a tu vida. Y a la mía. Pero mientras nos mantengamos fluyendo en una cálida y verdadera relación de amor, no tenemos nada que temer y podemos experimentar la seguridad que solamente el Señor otorga.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN


viernes, junio 26, 2009

CORAZÓN ARRUGADO

"Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—..."
(Mateo 26:38a, NVI)
Releo estas palabras de Jesús y no puedo dejar de pensar cuán identificado me he sentido con ellas en diferentes momentos de mi vida. La versión Reina Valera 1960 habla de una "tristeza de muerte". Ahora mismo tengo el corazón arrugado y si no fuera por la certeza que tengo de que el amor de Dios hacia mí no cambia ni pasa, francamente no tendría ningún asidero.
Dice la Palabra que la tristeza provocada por Dios es la que nos lleva al arrepentimiento y a la transformación. "Pero la tristeza provocada por las dificultades de este mundo, los puede matar" (2 Corintios 7:10b, LBLS). La primera viene de la confrontación, es un toque rudo pero necesario que el Espíritu da a nuestra alma para sacudirnos y mostrarnos la necesidad de cambio. La segunda es el resultado del afán del enemigo para destruirnos encerrándonos en el ambiente gris y tenebroso de la depresión y el abatimiento.
Dice el autor de Hebreos que "es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados" (Hebreos 12:11, RV60). Cuando el Señor necesita disciplinarnos sacude nuestro corazón para que reaccione y se vea impulsado a experimentar un proceso de transformación. El fruto, nos asegura la Escritura, será apacible, pero en el entreacto tendremos que enfrentar la sensación de un alma sobrecogida y a veces extremadamente sensible. En este caso Dios no quiere que andemos en círculos, lamentándonos por los errores pasados y culpándonos por no haber pensado, dicho, actuado de otro modo, sino que aprendamos de nuestras equivocaciones para construir un futuro esperanzador, siempre de Su mano. No es fácil, pero tenemos que aprender a vivir a Su manera para poder experimentar la vida en Cristo a otro nivel, renunciando a un control que acaso nunca tuvimos pero cuya ilusión quizás fue la que nos llevó a cometer tantos desatinos.
Por otro lado, está la tristeza del mundo, que se mueve en dos dimensiones: la de la culpa y la de la incapacidad. En la primera, Satanás disimuladamente nos señala con el dedo acusador para sentenciar que somos culpables. No quiere producir arrepentimiento, solo vacío y desazón. Cuando nos sentimos así, podemos incluso llegar a pensar que la muerte sería mejor solución. Nos desesperamos y solo queremos escapar, despertarnos de lo que parece ser una horrible pesadilla. Las imagenes que evocan las consecuencias de nuestro pecado no vienen a la mente para invitarnos a cambiar sino que se clavan como lanzas afiladas que únicamente producen dolor y angustia desgarradora. Es allí cuando empezamos a llover sobre mojado pensando en lo que hubiera podido ser y nos ahogamos en la tormenta de la autorecriminación en lugar de salir a flote buscando la mano amorosa de Aquel que quiere señalarnos el camino de regreso.
En la segunda, simplemente nos sentimos impotentes. Frente al conflicto, frente a las dificultades económicas, frente a la enfermedad, frente a la crisis. Nos paralizamos de terror y no somos capaces de sentir la silenciosa pero siempre presente compañía del Señor que está a nuestro lado listo a pelear la batalla por nosotros. Como a Giezi (en 2 Reyes 6), el criado de Eliseo, nos abruma lo que creemos que es un ejército de problemas indestructible e inderrotable que nos impide ver que la gloria de Dios y Su infinito poder son sustancialmente mayores. De nuevo, la voz del enemigo nos insinúa quedamente que nos resignemos, como si la resignación fuera compatible con la victoria que el Rey quiere darnos. En nuestras pobres fuerzas tratamos inocuamente de luchar contra una realidad que parece aplastarnos, pero olvidamos que la realidad no es la Verdad. La Verdad es Cristo, y solamente en Él se encuentra la solución, como lo dice el viejo himno cristiano.
Tengo el corazón arrugado y, aunque no sé cuál sea el estado de tu alma hoy, puede que te esté pasando lo mismo. Cuando Jesús se sintió morir de la tristeza, fue al huerto de Getsemaní a encontrarse con el Padre y bajó con la fortaleza necesaria para afrontar lo que habría de padecer. El final de la historia ya lo conocemos: en el Calvario la muerte fue derrotada, pues como dice la Biblia: "...y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz." (Colosenses 2:15, RV60).
Creo que no tengo otra opción que ir a Su presencia, necesito ser refrescado, revitalizado, fortalecido, restaurado. Con un corazón contrito y humillado y con la decisión de descansar en Sus manos. Afirmado en la seguridad de que Dios Todopoderoso es el único que puede darle un vuelco a toda circunstancia...
"Cantaré, cantaré un himno de gloria, cantaré al Dios de mi historia, mi máximo amor;
gritaré, gritaré ¡ÉL ES MI VICTORIA!, gritaré ¡MI MÁXIMA GLORIA ES CRISTO MI REY!"
Que mi Señor te inunde con Su Santo Espíritu,
JORGE HERNÁN

viernes, junio 19, 2009

JESUCRISTO TE INVITA

"No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo?"

(Mateo 7:1-3, NVI)

Releo estas palabras de Jesús, el mismo que en Juan 7:24 nos invita a no dejarnos guiar por las apariencias antes de emitir un juicio, y no puedo dejar de pensar en la facilidad con que nuestros labios se apresuran a proferir juicios acerca de los demás. En su discurso de Juan 12, el Señor mismo nos dijo que no vino a juzgar al mundo sino a salvarlo, pero muchas veces, a medida que van pasando los años y nuestro trasegar cristiano se rutiniza, volvemos a caer en la religiosidad una de cuyas principales medidas es el "dedo acusador".

Contrapuesto a la gracia de Dios y a la invitación viva para entrar en una plena y completa relación de amor con Él, el legalista señala implacable las fallas de los demás y busca desesperadamente las causas de esas fallas. Escarba hasta más allá de lo razonable tratando de encontrar toda clase de pecados en quienes enfrentan momentos de aflicción para buscar en algún recodo del pasado la culpa que explique la situación adversa. En el culto codea a su pareja, a su hijo, a su vecino, cuando siente que las palabras del predicador van dirigidas a él, sugiriendo tácitamente que Dios está hablando para otros, no para él. Cuando escucha hablar de tipologías anormales que indican cómo el hombre se aparta de la voluntad de Dios, se le ocurren rápidamente decenas de ejemplos ajenos. "Buen trabajo", se dice a sí mismo, sonriente, pensando en lo bien que le han salido las cosas por ser como es, por vivir como vive, por actuar como actúa. Autoengañado, haciendo caso omiso de 1 Juan 1:8, se convence a sí mismo de que el pecado es algo que describe la situación de otros, no la de él. En esta condición, el juicio está a flor de labios y no resulta difícil para él juzgar las vidas de los demás o aún remarcarles lo que para él debería ser el camino correcto. No ha entendido la invitación de Cristo, a vivir en la gracia transformadora que es la verdadera generadora de la santificación progresiva y sin darse cuenta se ha venido atribuyendo cosas y bendiciones que nunca fueron obra suya sino de Dios.

Recuerdo claramente un sermón de hace ya como diez años. El pastor, reflexionando sobre su propia vida, decía: "Les digo a los hermanos de esta congregación que me pellizquen para que vean que a mí también me duele". Un fiel siervo de Dios no trata de proyectarse a sí mismo como si estuviera por encima del bien y del mal sino que, por el contrario, enfrenta cotidianamente luchas y batallas que le sirven para crecer y para apoyar a otros que viven dificultades parecidas. Sabe y acepta que hay un propósito detrás de cada situación adversa, y comprende en el fondo de su corazón que aunque a veces surjan a flote la decepción, la rabia y aún la desilusión con el Señor, Su amorosa mano se está moviendo silenciosamente detrás de bastidores, acomodando todo para disponerlo para el bien de quienes Le aman (Romanos 8:28).

Siento que Jesucristo quiere que yo acepte Su invitación de salirme de la esfera del juicio y entrar en la profunda dimensión del amor verdadero. Dios anhela que yo viva intensa pero plenamente y en ese sentido necesito experimentar el dar y recibir amor completamente para poder ser en todos los sentidos un real instrumento de Su gracia. Cuando me comporto religiosamente, en realidad estoy proyectando una hipócrita manera de vivir, y me parezco más a los escribas y fariseos a quienes el Señor fustigó en Mateo 23 que al publicano silencioso de Lucas 18.

Hoy quiero ir delante de la presencia del Señor y pedirle perdón por todas las veces que he juzgado con ligereza, que he estado dispuesto a criticar antes que a servir, que he apuntado inmisericordemente con el dedo señalador en lugar de ofrecer un abrazo restaurador. Necesito que, como decía Juan, yo mengue para que Él crezca en mí. Se tiene que notar que ando con Él.

Jesucristo te está invitando - sí, también a tí - a mirar la vida con nuevos ojos. ¿Quieres hacerlo? Ve a tu lugar secreto y encuéntrate con Él. Solo Jesús puede habilitar en tí los dones que necesitas para que esto se haga realidad.

El amor sobrenatural de Cristo te llene plenamente,

JORGE HERNÁN

viernes, junio 12, 2009

GRACIA SORPRENDENTE

"Amazing Grace,

how sweet the sound,

That saved a wretch like me....

I once was lost but now am found,

Was blind, but now, I see"

(John Newton, Amazing Grace)

"Amazing Grace" es talvez uno de los himnos cristianos más escuchados y reconocidos alrededor del mundo. Nos habla de la gracia sorprendente de un Salvador que vino a redimirnos a pesar de ser desdichados, estar perdidos y vivir como ciegos. Dice la historia que lo compuso John Newton, un esclavista que luego se convirtió al cristianismo por allá en 1772. Desde entonces ha sido entonada por millares de personas de todas las denominaciones en los cinco continentes. Tiene una base bíblica, 1 Crónicas 17:16 (NVI): "Luego el rey David se presentó ante el Señor y le dijo: «Señor y Dios, ¿quién soy yo, y qué es mi familia, para que me hayas hecho llegar tan lejos?...»

La gracia divina es un concepto difícil de entender. Quizás es porque nuestro corazón no posee de manera natural el amor necesario para darnos y entregarnos sin esperar nada a cambio y porque le falta la gratitud suficiente para comprender el mandato de Mateo 10:8 (NVI): "Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente".

La palabra "wretch" de la canción original significa "desdichado o desgraciado". Y ciertamente eramos unos desgraciados, tanto porque nos faltaba gracia como porque inspirábamos desprecio, que son los dos principales sentidos de esta expresión. A pesar de ello, por puro amor Jesucristo puso sus ojos en nosotros y nos miró dulcemente para rescatarnos y transformarnos. El propio Newton experimentó la gracia de Dios convirtiéndose al cristianismo ocho años después (!!!!) de haber escrito tan magnífica alabanza.

Cotidianamente nos enfrentamos a personas poco amables, es decir, difíciles de amar. Hombres y mujeres de mal carácter, algunos de ellos maltratadores consumados. Personas ásperas y bruscas. Gente que hiere a todo aquel que se cruza en su camino. Individuos que pisotean los sentimientos de los demás....¡¡¡Parece tan difícil amarlos!!!....Hasta que nos damos cuenta de cuánto nos parecemos a ellos, de cuánto necesitamos aún ser transformados, de cuánto necesitamos que se nos note que hemos estado con Jesús, como les ocurrió a Pedro y a Juan (Hechos 4:13). Para amar a esta clase de individuos se necesita gracia, y realmente debemos pedirle al Señor que nos inunde con su amor infinito, con su amor ágape, para poder amar a otros al mejor estilo de Cristo. Pero sobre todo necesitamos clamarle para que ilumine nuestro entendimiento y nos ayude a entender que si no fuera por Su gracia sorprendente estaríamos perdidos y que necesitamos vivir de una manera muy real el poder transformador de esa gracia.

Como alguien dijo, hoy en día la iglesia no experimenta las persecuciones de antaño porque muchos cristianos denominacionales no viven vidas de real y efectivo testimonio y es muy difícil distinguirlos de sus vecinos y amigos no convertidos.

"Yo estaba perdido pero ya me encontraron, era ciego pero ahora veo" dice la canción. Sin embargo, cuando soy confrontado por el Espíritu solo puedo preguntarme si realmente el cambio en mi vida es evidente y permanente. Jesús habló de la importancia de permanecer, el tema no es solamente conformarnos con haber hecho alguna vez una oración de fe con la que declaramos una aceptación del señorío de Cristo sobre nuestras vidas. Las cosas van mucho más allá, pues la gracia moldea y en lo cotidiano para nosotros debe ser más importante obedecer la Biblia que solamente estudiarla. Los versículos no deben quedar grabados únicamente en nuestra mente, allí son inocuos si no bajan al corazón.

"Oh, Señor, ¿quién soy yo para que hayas puesto los ojos en mí?", digo una y otra vez haciendo coro a la súplica de David. Empero, lo que más me talla, lo que más me inquieta, es preguntarme cómo estoy respondiendo a tan sublime gracia.

Creo que estoy en deuda con mi Señor. ¿Y tú?

Que la paz de Cristo, pero sobre todo su gracia arrolladora, llenen tu vida ahora y siempre.

JORGE HERNÁN

viernes, junio 05, 2009

SE CAYÓ EL SERVIDOR

"Orad sin cesar" (1 Tes 5:17)

Una de las tragedias de la vida moderna, especialmente en las organizaciones que dependen de redes y sistemas, es la caída de los servidores. Para los legos en la materia, un servidor es simplemente un computador central que hace parte de una red y que provee servicios a otros computadores llamados clientes. Cuando en el mundo empresarial se cae el servidor, simplemente el sistema deja de funcionar y lo mismo ocurre con cualquier cosa que esté colgada a la red: internet, correo electrónico interno, aplicaciones...en fin, es una verdadera desgracia. La gente se pone nerviosa al no lograr que su computador se conecte con el servidor porque la información deja de fluir en cualquier sentido y el trabajo realmente se detiene. Pero el servidor no tiene vida propia, puede haber fallado porque dejó de funcionar la energía (la "fuente de poder") o porque tuvo un daño de cualquier otro tipo.

Esta mañana estuve en el colegio de mi hija en una celebración del "día del padre", hermosa por demás. El último orador, Juan Carlos Uhía, fue breve y concreto, pero una frase captó mi atención: "cuando perdemos nuestra conexión con Dios, perdemos nuestra verdadera fuerza". Con frecuencia, al mirar hacia atrás, y hacer pequeños balances de las distintas áreas de mi vida, encuentro errores y fallas que de no haberlos cometido habría tenido un resultado diferente. Pero lo más grave es que esos errores son fruto única y exclusivamente de una desconexión con el servidor. Lo que hace funcionar el servidor celestial es la oración, ese es su motor, su combustible, su impulso. Sin oración no hay conexión y por lo tanto la comunicación no fluye adecuadamente. No hay forma de que nuestras peticiones suban al cielo ni menos aún hay posibilidades de escuchar la voz de Dios.

Entonces concluyo que si no veo este fluir de y hacia Dios en mi vida, solamente puedo atribuirlo a un enfriamiento de mi vida espiritual. Talvez siga siendo fiel a la práctica religiosa, pero mi corazón no está conectado a la verdadera y única Fuente de Poder. Como dijo Isaías (Is:29:13): "Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí". Si reflexiono en lo que debo cambiar, el Señor forzosamente hace volver mis ojos sobre mi tiempo de oración. La culpa no es del servidor, es que no hay oración que alimente el fluir, y la responsabilidad es toda mía. Recuerdo casi que con nostalgia determinados momentos especiales de intimidad con Dios, y lo que echo de menos hoy en mi vida es el nivel de conexión.

Volviendo al parangón, cuando uno se conecta desde un computador portátil a una red inalámbrica, normalmente hay un marcador que indica el estado de la señal. Cuando es débil, difícilmente se logra la conexión. Cuando es muy buena, la conexión es rápida y fluida. ¿Cuál es el estado de tu oración hoy?

Dios te bendiga,

JORGE HERNÁN

miércoles, mayo 20, 2009

CALLOS EN EL ALMA

"Porque El es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo de su prado y las ovejas de su mano.
Si oís hoy su voz,
no endurezcáis vuestro corazón como en Meriba,
como en el día de Masah en el desierto,
cuando vuestros padres me tentaron,
me probaron, aunque habían visto mi obra"
(Salmos 95:7-9, LBLA)



Llevo varias semanas con un callo en mi pie derecho, y en verdad el dolor es algo muy molesto. Como debo caminar diariamente, así sea pocas cuadras, cada paso se convierte en una mortificación increíble. Los callos aparecen en cualquier parte de la piel, generalmente en las manos y los pies, como respuesta a una presión o un roce continuo y consisten en pequeñas zonas redondeadas y duras con un núcleo central que contiene las células cutáneas íntimamente agrupadas. Dicen los entendidos que son un mecanismo de defensa de la piel, y que usualmente aparecen en zonas que se usan con mucha agresividad.

Lo cierto es que cuando empezó la molestia lo comenté con mi esposa quien, tierna y amorosamente se encargó de hacerme la curación necesaria para que no experimentara más esa incomodidad. Me advirtió sin embargo que debía tener cuidado puesto que si no estaba continuamente pendiente el endurecimiento podía ser mayor ya que se genera un nuevo callo sobre la corteza de piel que ya se ha endurecido. Pese a sus consejos, sin embargo, por andar siempre en afanes y carreras, ocurrió lo que ella me había pronosticado así que la última curación me costó más de una lágrima que hubiera podido evitar si hubiera escogido el camino correcto.


Algo paralelo ha venido ocurriendo en mi vida espiritual. Releo la advertencia del salmista, quien empieza por recordarnos cuál es nuestra posición (ovejas) y cuál la del Señor (pastor) para amonestarnos luego y advertirnos del peligro que corremos si permitimos que nuestro corazón se endurezca a pesar de haber visto la obra de Dios. Entiendo entonces que buena parte del dolor y la aflicción que estoy experimentando provienen de no haber tratado el callo a tiempo. La vida me exige "usar" el alma cada día y al exponerla sin el calzado adecuado (revestido siempre del Evangelio) he permitido que mi corazón se endurezca y que sin quererlo haya terminado por asumir una posición desafiante frente al Señor. Como en Meriba, cuando el pueblo clamó por agua, diciendo: "¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?" (Éxodo 17:7b, RV60). Al fallar en mi discernimiento me he concentrado en las dificultades más que en Dios y me he preguntado dónde está Él y cómo es que está obrando. He sido necio y he tratado de asumir el control de situaciones que están mucho mejor en Sus benditas manos. Y ahora duele más.


Debemos evitar que prosperen los callos en nuestra alma. Debemos evitar a toda costa que nuestros ojos se aparten de Él y para ello debemos verdaderamente eestar dispuestos a descansar en Él poniendo nuestras vidas en Sus manos y sabiendo que Él hará. Con amor, poder y sabiduría que nosotros no tenemos.

Por Su gracia, hay un Camino de regreso al Padre que necesitamos no perder de vista. Dios nunca desprecia un corazón contrito y humillado (Salmos 51:17). Siempre tenemos la posibilidad de hacer un ejercicio honesto y sincero de reflexión que nos conduzca al arrepentimiento, cuando el Espíritu Santo ha contristado nuestro corazón (2 Corintios 7:10). Hoy es el día para mí, quizás sea también el tuyo.

Dios te bendiga,

JORGE HERNÁN

viernes, marzo 06, 2009

DESENMASCARÁNDONOS

"...Y ustedes bien saben que eso es malo, pues todo lo que se hace en contra de lo que uno cree, es pecado." (Romanos 14:23b, BLS)

En la duda absténte, dice el viejo proverbio. Sin embargo, una y otra vez toleramos zonas grises en nuestra vida. Tratamos de acallar la voz de nuestra conciencia, que no es otra cosa que el susurro del Espíritu Santo hablando a nuestro corazón, y optamos por la comodidad de lo que queremos, en lugar de la verdad de lo que creemos.
Con mediocridad alcahueta, nos permitimos el lujo de hacer cosas en las que no estamos absolutamente convencidos de estar obrando rectamente, y traspasamos la frontera de lo correcto. Nos decimos a nosotros mismos que lo que no está expresamente prohibido seguramente está permitido y tratamos de torcerle el pescuezo a las verdades escriturales para que quepa la mentira.

Pablo nos advirtió en 1 Corintios 3:18 que no nos engáramos a nosotros mismos, Santiago nos dijo que nos cuidáramos de ser simples oidores de la Palabra y Juan nos exhortó diciendo: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1 Juan 1:8). Los tres apuntaban a una triste realidad, la del autoengaño, la que pretende mostrar la máscara de la perfección, la integridad y la sabiduría y ocultar el feo rostro del pecado. Tratamos de hacer a un lado lo que nos talla e incomoda para que no se note, como si al Señor - Aquel que realmente le importa nuestro corazón - no lo notara aún si permaneciéramos en el más absoluto silencio monacal. A veces olvidamos que Él nos conoce en lo más recóndito de nuestro corazón.

Hoy le pido al Padre que me ayude a quitar las máscaras, a ponerme a cuentas con Él, a ajustar mi vida a Sus santos estándares para poder caminar en integridad. No quiero áreas grises, ni líneas medias. Quiero adorarlo en espíritu pero también en verdad. Anhelo saber que mis tiempos de comunión con Él gozan de la transparencia que solo da un corazón sincero.

Esa es mi oración. Y esa mi invitación para que vayas hoy a la presencia de Dios y busques un nuevo estilo de relación con Él.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

viernes, enero 16, 2009

APRENDIENDO DEL MAESTRO

"Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?"

(Marcos 4:35-41, RVA)

El conocido relato de Jesús calmando la tempestad trae a mi corazón y a mi mente nuevas enseñanzas cada vez que lo leo. Hoy quiero compartir tres:

1. Hay una invitación permanente del Señor para "pasar al otro lado". En el relato, Jesús estaba enseñando en la orilla del lago de Galilea y necesitaba cruzarlo al final de la jornada. En nuestra vida cotidiana, es frecuente que insistamos en "quedarnos" en determinadas situaciones o eventos que obran en nosotros como un ancla, en lugar de superarlos, dejarlos atrás y pasar la página. Jeremías 7:24 nos recuerda que cuando optamos por escoger los consejos de nuestro propio corazón en lugar de obedecer a Dios retrocedemos en lugar de avanzar. Pablo nos recuerda en Filipenses 3:13: "Hermanos, yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer" (LBLS). Necesitamos entender que cada ciclo en nuestra vida no solo responde a un propósito, sino también que tiene un comienzo y un final, y que es indispensable cerrarlo quedándonos solo con el aprendizaje pero extendiéndonos hacia lo que viene en lugar de permanecer atados al pasado. Muchas iglesias que enfatizan doctrinalmente en la importancia de adelantar procesos de sanidad interior están apuntando hacia esta verdad irrebatible. Tenemos que pasar al otro lado para poder avanzar.

2. Si Jesús es mi modelo de vida, la tempestad no tiene por qué amedrentarme. Dice la Escritura que el Señor dormía y ni siquiera la magnitud de las olas logró interrumpir la paz de su sueño. Pero nosotros, cuando enfrentamos la tempestad , al igual que los discípulos, nos amedrentamos y nos concentramos en el tamaño de la tormenta en lugar de poner nuestros ojos en Aquel que tiene el poder para calmarla. Sí, quizás nos dirigimos a Él en oración, pero con el mismo desespero de los discípulos: "Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo?" (v. 38b, LBLS), le decimos casi reclamándole como si Él fuera el causante de lo que nos está ocurriendo. Jesús les reclamó por su falta de fe y confianza, y para nosotros es muy fácil censurar a la distancia la actitud de los discípulos, como si en lo cotidiano no nos pasara lo mismo. "Pero es que ellos estaban ahí con Jesús, de cuerpo presente", pensamos o decimos, como si la presencia de Jesús hoy en nuestras vidas no fuera tan real y tan manifiesta como entonces. Necesitamos que el Espíritu Santo nos de el discernimiento necesario para que esta realidad se convierta en verdad en nuestras vidas. Hoy quiero creer que cuento con el pleno respaldo y el total apoyo de Áquel que le ordena al viento: "calla, enmudece" y este le obedece.

3. Jesús no se levantó llamándoles la atención a sus discípulos por haberlo despertado. No les dijo: "Oigan, ¿no ven que estaba descansando? ¡Tuve un día muy pesado y ustedes no me dejan dormir ni siquiera un momento!". Su reacción estuvo dirigida a tranquilizarlos, se enfocó en la causa de su preocupación y no en lo inoportuno de su interrupción, mostrando así un precioso corazón de siervo. Él es mi Maestro y si estamos decididos a seguir Su ejemplo, deberíamos siempre tener la disposición de corazón para servir sin egoísmo y pensando en el bienestar de aquellos que buscan nuestro consejo, o simplemente nuestra compañía. Lo que provocaba el temor en los discípulos no era la tempestad en sí, sino la falta de fe. Ayudar a otros a ver lo que no es evidente puede ser la mejor forma de brindar consejo.

Hoy y cada día quiero aprender de la Palabra y de lo que Dios quiere hablarme y revelarme a través de ella. Y el deseo sincero de mi corazón es que me acompañes en este propósito.

Dios quiere hablar a tu corazón y pedirte que seas sensible a Su voz. Esa es Su invitación.

Que Jesuscristo continúe siendo la luz en tu caminar diario.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN