domingo, agosto 21, 2011

DESAFÍO A LA INTEGRIDAD

"Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?...Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él."
(Juan 6, 60 y 66, RV60)


Estos tiempos demandan hombres y mujeres de Dios que hablen Su Palabra con franqueza, claridad y firmeza. Nuestras iglesias, en aras de buscar mensajes que se acomoden a las necesidades de estos tiempos, predican con frecuencia contenidos "políticamente correctos". La gente sale feliz de las reuniones, habiendo escuchado cosas muy cercanas a las que quieren oír, palabras que no los molestan, no los cuestionan, no los incomodan. Los predicadores escogen cuidadosamente lo que van a decir y en nombre de la tolerancia y el respeto evitan recurrentemente hablar lo que pueda incomodar al pueblo. Lo que le pasó al Nazareno, pasa aún hoy en día. Las personas prefieren cambiar de iglesia como quien cambia de traje, o aún abandonar el Camino, antes que enfrentarse a un mensaje duro que los confronte.

Los grandes profetas bíblicos estaban muy lejos de la imagen del predicador que busca contemporizar con su auditorio y procura un escenario agradable que sirva de marco a lo que va a decir, siempre teniendo como fondo la incomensurable gracia de un Dios que todo lo perdona. En estos tiempos no se habla con insistencia del Dios celoso, ni de Su santa ira, ni del pecado que nos aleja de Él, ni de los estilos de vida que atraen maldición en lugar de bendición. Es cierto que el Señor es tan amoroso que nos quiere ver sanos, prósperos, tranquilos y felices, pero es más cierto aún que a Él no le interesa tanto la añadidura como la verdad de una relación profunda e íntima con Él aunque para alcanzarla tengamos que renunciar a la comodidad de vivir a nuestra manera.

Timoteo, inspirado por el Espíritu Santo, dijo: "Porque llegará el día en que la gente no querrá escuchar la buena enseñanza. Al contrario, querrá oír enseñanzas diferentes. Por eso buscará maestros que le digan lo que quiere oír. La gente no escuchará la verdadera enseñanza, sino que prestará atención a toda clase de cuentos." (2 Timoteo 4:3-4, TLA). El día ha llegado. Y nuestra responsabilidad como discípulos de Cristo es predicar la verdadera enseñanza, para ser fieles al Evangelio que alguna vez recibimos. Se trata de Dios, no de los demás. Y nada justifica transar con el mundo ni con los tiempos modernos. Que estemos en pleno siglo XXI no puede ser una excusa para abandonar la Escritura. Por eso había dicho Timoteo unos renglones antes: "Tú anuncia el mensaje de Dios en todo momento. Anúncialo, aunque ese momento no parezca ser el mejor. Muéstrale a la gente sus errores, corrígela y anímala; instrúyela con mucha paciencia" (2 Timoteo 4:2).

Clamo por hombres y mujeres de Dios que sean atrevidos como Jesús, confrontadores como Jesús, inoportunos como Jesús. Personas que expongan la Palabra sin adornos ni maquillajes, sin acomodos, sin temor a herir susceptibilidades. Cristianos íntegros que hablen con denuedo la Palabra sabiendo que deben obedecer a Dios antes que a los hombres (cfr. Hechos 4:29), voces que clamen en el desierto como Juan el Bautista, personas que se paren en la brecha y hagan vallado (cfr. Jeremías 22). Qué importa que no sean populares, qué interesa que no sean divertidos, qué más da que sus congregaciones no estén creciendo día a día.

Bendiciones sobreabundantes en Cristo,

JORGE HERNÁN