miércoles, junio 28, 2006

MARINEROS AL GARETE

"Se hicieron a la mar en sus barcos; para comerciar surcaron las muchas aguas.
Allí, en las aguas profundas, vieron las obras del Señor y sus maravillas.
Habló Dios, y se desató un fuerte viento que tanto encrespó las olas
que subían a los cielos y bajaban al abismo. Ante el peligro, ellos perdieron el coraje.
Como ebrios tropezaban, se tambaleaban; de nada les valía toda su pericia.
En su angustia clamaron al Señor, y él los sacó de su aflicción.
Cambió la tempestad en suave brisa: se sosegaron las olas del mar.
Ante esa calma se alegraron, y Dios los llevó al puerto anhelado.
¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!"
(Salmo 107:23-31, NVI)


Me impacta este texto del Salmo 107. En lo personal, siento que con frecuencia he obrado como los marinos mercantes de los que habla el salmista: confiando en mi pericia. El gran engaño es creer que nuestras habilidades y talentos bastan siempre para librarnos de las tempestades y tormentas de la vida. Construimos con facilidad castillos en nuestra mente y nos autoconvencemos de nuestra suficiencia. Y cuando ello ocurre, el Señor se encarga de hacernos ver la realidad abriendo nuestros ojos espirituales. Perdemos el coraje y tropezamos como ebrios. Andamos dando tumbos y todas nuestras falsas seguridades se desvanecen. Nos damos entonces cuenta que lo único que cuenta es poner los ojos en el Dador en lugar de sobrevalorarnos por cuenta de los dones que Él mismo nos dió. Tambaleamos. Flaqueamos. Y nos atemorizamos porque entendemos cuán equivocados estábamos.

Releo la cita y veo que en lugar de la palabra "pericia" otras encajan perfectamente. Dinero. Salud. Posesiones. Energía. Status. Conocimiento... Son tantas las cosas que nos convierten en falsos peritos que la lista realmente sería innumerable. Pero cuando la tempestad arrecia entendemos que la única respuesta procede de lo alto. Que sólo en Jesucristo encontramos el camino, la verdad y la vida, como lo proclama la Escritura.

Entonces, ¿cuál es la salida? ¿dónde encontrar sabiduría? Aún en medio de la angustia, hay una receta infalible: clamar al Señor, al único que puede convertir el más pavoroso huracán en una "suave brisa".

Hay ocasiones en las que me pregunto cómo llegar al puerto. Quizás hoy tú estás viviendo algo similar, o lo hayas experimentado recientemente. Porque siento que las olas suben al cielo y bajan al abismo, comprendo ineludiblemente que sólo tengo una posibilidad: clamar a Dios. Y agradecerle por Su amor y Su favor. Aunque en mi limitada mente no pueda discernir el propósito, confío en que lo hay y en que solamente Cristo es el camino para arribar seguro al puerto anhelado. Y desde ya doy gracias a Dios por la calma que hará que mi corazón rebose de alegría. ¿Y tú?

Que las bendiciones celestiales te desborden,

JORGE HERNÁN


miércoles, junio 21, 2006

DEPENDIENDO DE DIOS

"!!Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello."

(Santiago 4:13-15)



Aunque tenía pavor a los aviones, volar siempre me daba la oportunidad de acercarme a Dios. Siempre procuraba tener una silla sin vecinos, así que con frecuencia pedía uno de los últimos asientos o de los cercanos al motor, que generalmente eran los menos demandados; allí sacaba mi Biblia y dedicaba el tiempo de vuelo a la oración y lectura de la Palabra. En uno de mis viajes el Señor me permitió experimentar la fragilidad a la que está expuesto un pasajero en pleno vuelo. Ví desde el aire la pequeñez de las casas, las vías, los ríos, en fin...y me dí cuenta que no podía bajarme del avión y que realmente dependía de la pericia del piloto y de su plan de vuelo. Más exactamente, dependía de Dios. Y entonces el Espíritu ministró mi corazón y me dijo: "ahora eres consciente de tu fragilidad; déjame decirte que cada momento de tu vida eres tan dependiente de mí como lo eres ahora, sólo que no te das cuenta". Entendí que efectivamente nuestra vida es como neblina y que todos nuestros planes y proyectos están realmente en manos de Dios. Es decir, todo lo que soñamos, anhelamos y esperamos ocurrirá si, y solo si Dios quiere, así que no nos queda más que aprender a depender de Él.



¿Qué tienes en mente hoy? ¿Qué planes tienes? ¿Qué inquietudes acosan tu corazón? Sea lo que sea, recuerda que estás sujeto a la voluntad de Dios, todo el tiempo y en todo lugar. Realmente Él tiene el control pero necesita que tú lo entiendas y por eso quiere enseñarte a descansar en Él. Es Dios el dueño del tiempo y es Él quien decidirá cuándo es el momento oportuno para lo que sea. Dice el Salmo 37:5 (LBLS): "Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él,y él actuará en tu favor". Sea lo que sea, toma hoy la decisión de hacerlo. Entrégale lo que sea, confía en Dios y espera el resultado. Empieza a vivir la verdadera dependencia de Dios, y haz que la palabra "Señor" adquiera una nueva dimensión en tu vida.


Dios te bendiga,

JORGE HERNÁN




miércoles, junio 14, 2006

LA VERDADERA RIQUEZA

"La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella."
(Proverbios 10:22, RV60)



Hoy quiero invitarte a algo simple pero poderoso, y es reclamar la bendición de Dios. Hay una historia bíblica muy conocida que siempre me ha impactado, y es el relato en el cual Jacob lucha con el ángel del Señor en Peniel. Dice la Escritura que cuando amanecía el ángel pidió a Jacob que lo soltara, "y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices." (Génesis 32:26). Normalmente los creyentes damos por sentado que contamos con la bendición de Dios y quizás esa sea la razón por la cual no clamamos por ella, no la perseguimos, no la ansiamos. Y, como resultado, nos perdemos de ver la extensión del poder y la gracia de Dios en nuestra vida.


Hemos equivocado el concepto de riqueza y hemos olvidado que nuestro llamado es a acumular tesoros en el cielo (Mateo 6:19-20); por eso las dificultades en el campo financiero nos afligen con facilidad. No entendemos que el dinero y las posesiones materiales tienen dos características, desde el punto de vista de Dios: primero que todo, son una añadidura, es decir, no son lo central, no son el foco. Segundo, son un instrumento, que permite bendecir a otros pero que de ninguna manera debe convertirse en el centro de nuestra existencia.

Lo correcto es focalizarnos en la bendición de Dios. Querer ser ricos, sí, pero a la manera de Cristo, poniendo la basura en su lugar y dándole al Señor el lugar de honor que solamente Él merece. Yo anhelo ser bendecido y espero ver cómo la tristeza se aparta rápidamente de mi corazón, y hoy pido a Dios que Su bendición venga sobre mi vida, sobre mi familia, sobre mis finanzas, sobre mi salud, sobre mi ministerio...y que contigo ocurra lo mismo. Haz como Jacob, no sueltes a Dios hasta que no te bendiga, y pídele que Él te permita ver cómo Su bendición se extiende de una manera real y cierta en tu vida. Que puedas decir a otro que tus ojos han visto el poder de Dios en acción.


Un abrazo de bendición,


JORGE HERNÁN

jueves, junio 08, 2006

MISIÓN DE AVANZADA

"Señor, abre mis labios y publicará mi boca tu alabanza"

(Salmo 51:15, RV95)



Cuando Dios obra en la vida de un ser humano y éste se hace verdaderamente consciente de ello, no puede callar. Aquel domingo de ramos en el que entró Jesús a Jerusalén, los fariseos le reclamaron por la actitud de la gente que lo aclamaba con fervor. "Pero él respondió: --Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras" (Lucas 19:40, NVI).


¿Está tu vida proclamando lo que Dios ha hecho por tí, contigo y en tí? Recuerda que tienes una enorme responsabilidad delante del Señor, la responsabilidad de proclamar el Evangelio para extender el Reino conforme a Su voluntad, y la manera más sencilla de hacerlo es contando a otros las maravillas y milagros que han sucedido en tu vida.


Tómate hoy un tiempo para meditar en todo lo que has recibido de Dios hasta hoy, y piensa por un momento en cuánta gente a tu alrededor está sufriendo de inanición espiritual porque no hay quién les lleve el alimento de la Palabra. Comprometerse con Jesucristo de Nazareth exige de nosotros tomar decisiones cotidianas que tengan un impacto eterno en otros. Nuestro Señor nos ha encomendado una misión, hacemos parte del pelotón de avanzada y tenemos armas poderosas para abrirnos paso entre el fuego enemigo. Y cuando nuestros labios se abren para publicar las alabanzas de Su gloria, cuando decidimos hacer pública la obra de Dios en nosotros, estamos utilizando equipo de demolición contra las barreras de mentira levantadas por Satanás.


En nuestro tiempo, cuando la oscuridad tiene entenebrecido el corazón de tantos, nuestro testimonio personal se convierte en un poderoso rayo de luz que no puede desvirtuarse. Lo que Dios ha hecho contigo y conmigo es innegable...cada bendición, cada detalle de amor, cada provisión, cada vivencia son experiencias que han producido transformaciones de fondo en cada uno de nosotros y que han contribuido a moldearnos a la manera del Gran Alfarero, y cuando las divulgamos y revelamos a otros la realidad de un Dios Poderoso y Amoroso al que conocemos de primera mano, colaboramos en romper paradigmas y traemos claridad al corazón de otros que la necesitan. Pero además estamos cumpliendo con una tarea.


Como Pedro y Juan, no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (Hechos 4:20). El amor de Dios debe ser el motor que nos impulse a apasionarnos por Cristo y hablar de Él a otros. No hay razón para callar, no hay motivo para robarle Su gloria, no hay justificación para omitir la alabanza que merece.


Tenemos un tesoro con nosotros, y parte de la misión que hemos recibido como escuadrón especial es distribuir ese tesoro entre la mayor cantidad posible de personas. Pero hay algo más: aunque esa sea una responsabilidad colectiva como cuerpo de Cristo también es una asignación individual de la que no podemos sustraernos.


Dios nos ha equipado, a tí y a mí, para que cumplamos esa misión exitosamente. Y un día vamos a comparecer ante el tribunal de Cristo (Romanos 14:10, 2 Corintios 5:10) y allí nos van a pedir cuentas de lo que hicimos con esa dotación. Aquel día quizás vamos a ser confrontados acerca de sí fuimos un instrumento deliberado de bendición y testimonio o si preferimos dejar que fueran las piedras las que gritaran.


Hoy tenemos un reto y un encargo. ¿Qué vamos a hacer con él? Reflexiona en las citas bíblicas que hemos recorrido hoy y vuelve a la pregunta del comienzo. Y toma una decisión con respecto a hoy. Recuerda que el mañana es incierto, para tí y talvez para los que te rodean...

Bendiciones sobreabundantes en Cristo Jesús,


JORGE HERNÁN

viernes, junio 02, 2006

AMOR QUE PREVALECE

"De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros"


(Juan 13:35, NVI)


Dicen las Escrituras que el amor a Dios se expresa a través de la obediencia. No es algo que demuestras asistiendo fielmente a la iglesia, o leyendo la Biblia, o teniendo regularmente un tiempo devocional. Si no amas al Señor con todo tu ser (espíritu, alma y cuerpo), si tu mente, tu corazón y tu voluntad no están completamente consagrados a Él, no puedes decir que realmente lo amas. No es así como Dios lo vé. "¿Quién es el que me ama?", se pregunta Jesús en Juan 14:21, solo para responderse a sí mismo y comunicarnos a todos sus seguidores esta tremenda verdad: "El que hace suyos mis mandamientos y los obedece". No es melosería, no son ni siquiera lágrimas de adoración ni confesiones de labios que no expresan una realidad de vida. Es obediencia pura, y nada más. No una obediencia ciega, sino una que está motivada por el amor; soy tan consciente de lo que es e implica para mí el amor de Dios que no puedo menos que hacer lo que a Él le agrada. Lo complazco porque disfruto de Su compañía, porque eso es lo natural en una relación de amor...


Y una de las formas naturales en las que ese amor a Él debe traducirse es en el amor a los demás; el amor es el sello distintivo de los cristianos. Es la marca por la que se nos debiera reconocer "de lejos". Lo que dice la Biblia es claro, si no tengo amor no soy nada. Y tengo un llamado a ser instrumento de amor para otros. Pero, ¿cuáles otros? La familia primero que todo, que es nuestra primera iglesia, el lugar al cual Dios nos llama a ministrar su amor por encima de todo. Es decir, nuestra pareja y nuestros hijos, que deben recibir no solo nuestra cobertura espiritual sino también y sobre todo nuestra cobertura de amor.


Luego viene la familia de la fe. Gálatas 6:10 nos invita a poner los ojos en ella y a que seamos bendición para cada hermano en Cristo. Aquellos con quienes compartimos nuestra fe deben ser también receptores de nuestro amor.


Y finalmente, el resto de los seres humanos, creación de Dios como nosotros, y destinatarios también del amor que el Señor ministra en nuestra vida, y con los que tenemos la misión adicional de compartir las buenas nuevas del Evangelio y alcanzarlos para Cristo.


No sé tú, pero yo me cuestiono seriamente con respecto a mi rol de ser instrumento de amor. Con gran facilidad antepongo mis intereses egoístas en lugar de renunciar a ellos en favor de los que me rodean, y eso me permite darme cuenta de que aún la relación de amor con la que Dios siempre ha soñado no logra consolidarse de una manera real y vivencial en mi vida. Significa que me falta todavía mucho más morir al yo, mucho más buscar Su rostro, mucho más optar por el camino de la obediencia. Así que, como Pablo, solo me queda decir: "No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí" (Filipenses 3:12).


Tengo decisiones por tomar, ajustes por hacer, cambios por efectuar. Y una vida por delante, en la que Dios me ha dado la opción de elegir el amor que prevalece.


El Señor te siga bendiciendo,


JORGE HERNÁN