martes, enero 19, 2010

VITUPERIOS Y AZOTES

“Otros experimentaron vituperios y azotes, y hasta cadenas y prisiones. Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a espada; anduvieron de aquí para allá cubiertos con pieles de ovejas y de cabras; destituidos, afligidos, maltratados (de los cuales el mundo no era digno), errantes por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra. Y todos éstos, habiendo obtenido aprobación por su fe, no recibieron la promesa, porque Dios había provisto algo mejor para nosotros, a fin de que ellos no fueran hechos perfectos sin nosotros”
(Hebreos 11:36-42)


Hay una parte de las Escrituras en la que no todo es felicidad, prosperidad, gozo y armonía, al menos en este mundo. Es la otra cara de la moneda. La de aquellos hombres y mujeres de fe que no tuvieron un final color de rosa, cuyas vidas desde el punto de vista de cualquier ser humano estuvieron marcadas por la tragedia. Creyentes firmes que nos dejaron como legado su testimonio aunque nunca recibieron la promesa. Valientes de Dios que padecieron enormemente y sin embargo nunca flaquearon en su fe. Ejemplos vivos de perseverancia en el Señor.

A veces compramos la imagen de un Evangelio facilista donde todo son bendiciones, en el que Deuteronomio 28 termina en el versículo 14 y en el que nuestra mente suprime los párrafos que no nos convienen, los que terminamos por establecer que no son tan importantes ya que no nos garantizan una vida sin contratiempos. Nada más distinto de la vida real. La cruda y real imagen de Jesucristo, el Siervo Sufriente de Isaías 53, es la muestra de la otra cara de la moneda. Refleja claramente una vida con propósito en la que lo más importante es el propósito, no la vida como tal. En la que la Gloria de Dios prima sobre cualquier otra consideración y todo se mueve con ese fin, aún en contra de mi propio bienestar.

La Palabra me enseña que amar es renunciar más que exigir, dar más que recibir, estar dispuesto al propio sacrificio más que a extender las manos para que lluevan bendiciones sobre mi vida. Tras bambalinas, un Dios amoroso me mira sonriente y dulcemente pero me pide que Lo busque y que lo haga de todo corazón para que aprenda a conocerlo, a discernir Su voluntad y a profundizar en ella en lugar de crearme un mundo de falsas expectativas en relación con lo que dice la Biblia. Me enseña que en el jardín de rosas me lastimo los pies con las espinas que brotan en medio de la belleza y que al final lo que verdaderamente tiene significado es que yo logre encontrar el sentido de mi vida a ojos de mi Creador.

Finalmente, como me compartía ayer un amigo, todo lo que Dios hace está motivado por su enorme amor hacia mí. Por extraño que me parezca, aún las tormentas más azarosas de la vida nacen en un corazón fundamentalmente amoroso que desea lo mejor para mí y que sabe que es lo que me conviene en aras de que se cumpla Su propósito perfecto. El Señor ha de ser glorificado, y la adoración ideal brota dulce y naturalmente de una comunión plena.

Tengo que buscarle, es su anhelo, su más íntimo deseo y también su amorosa sugerencia. Me llama al lugar secreto, donde me espera para darse a conocer y para que yo Le conozca realmente. Espera cada instante que yo dedico a la oración para disfrutarlo conmigo...Y yo a veces, más de las que debiera, solo le doy migajas, restos...y nada más. No obstante, Él aún me dice que me ama y que quiere que yo goce de Su presencia. No es momento para divagaciones ni elucubraciones de ningún tipo, solo para correr a Su encuentro....

Allá voy, Señor. ¿Vas también tú?

En el amor de Cristo,


JORGE HERNÁN

viernes, enero 08, 2010

NO SE TRATA DE MÍ


"¡Alabemos a Dios,porque sólo él es nuestro Dios!¡Sólo él merece alabanzas!¡Su grandeza está por encimade la tierra y de los cielos!"
(Salmos 148:13, LBLS)
 

No se trata de mí. Este es el título de un libro de Max Lucado que aún no he leído pero que encierra una tremenda realidad y es que nos hemos pasado la vida persiguiendo tantos sueños falsos que hemos dejado escapar la realidad: una vida centrada en Dios. Toda la creación tiene el propósito de alabarle y honrarle, pero equivocadamente hemos creído y sentido que el universo gira en torno nuestro, que Dios lo hizo todo para nosotros y no para Él.

Cuando no comprendemos el enfoque divino, nuestras oraciones son absolutamente egocéntricas. Son como el "dáme" del hijo pródigo antes de marcharse de casa, más que como el "házme" de cuando regresó contrito y humillado. Se centran en pedir bendiciones y en conseguir una mejor calidad de vida, aún espiritual, porque conviene a nuestros intereses, no porque el Señor lo demande. Incluso las oraciones de alabanza y gratitud se dirigen a lo que Dios nos ha dado y no están enfocadas en el Señor mismo.

La verdad es que si queremos vivir una vida plena, abundante y conforme a los planes de Dios necesitamos entender justamente que la vida solo tiene verdadero sentido cuando aceptamos nuestro lugar y por lo tanto usamos nuestros dones y nuestros talentos en función de Aquel que nos creó. Rick Warren en su libro Una Vida con Propósito dice: "El propósito de tu vida excede en mucho a tus propios logros, a tu tranquilidad, o incluso a tu felicidad. Es mucho mas grande que tu familia, tu carrera o aun tus sueños y tus anhelos. Si deseas saber por que te pusieron en este planeta debes empezar con Dios. Naciste por su voluntad y para su propósito". Este es un principio sencillo, pero la realidad es que muchos cristianos vivimos como si Dios fuera nuestro servidor y no al revés.

Nicolás Copérnico cambió la manera en que la ciencia percibía al universo cuando descubrió que el sistema solar no gira en torno a la tierra, sino en torno al sol. Hoy nuestras vidas también pueden ser transformadas cuando aceptamos que el mundo no gira en torno a nosotros, sino a Dios. Aún la salvación, expresada en la muerte sacrificial de Cristo en la cruz, solo tiene sentido cuando se entiende que la exaltación de Jesús está enmarcada en el propósito de glorificarle, como lo describe Filipenses 2:9-11.


Imagina por un momento que haces parte de una gran obra teatral. El Director hizo el casting y te asignó el rol que mejor se ajusta a tus capacidades y competencias, es más, el papel fue creado especialmente para ti. No harías mejor ningún otro papel. El Libretista lo escribió pensando en ti así que cualquier modificación que quieras hacer al libreto original probablemente derivará en un resultado diferente del esperado. Recuerda que nadie puede hacerlo mejor que el Maestro. Sin embargo, la obra no fue creada para ti, sino para Su satisfacción. Cuando entiendes que simplemente eres un actor de reparto y que lo tuyo es hacer lo que te han mandado, porque el Gran Protagonista es otro, y que es en función de Aquel que gira la trama, las cosas funcionan mucho mejor. Sin embargo, de repente te parece que ese no es el derecho de las cosas, así que caminas directamente hacia el Autor y le preguntas: "¿Por qué tiene que ser de esta manera? ¿Por qué no puedo sencillamente hacer el papel que me de la gana o interpretar a mi manera el que me diste?" Y Él te responde con apacible ternura: "Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —... —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza" (Jeremías 29:11, NVI).

Mi oración de este día se levanta para pedirle al Señor que me permita discernir cuál es el propósito que Él trazó desde siempre para mi vida y que me permita vivirlo caminando en el centro de Su voluntad, que pueda revisar mi relación con Él dándole el lugar que le corresponde y no el que yo quisiera asignarle. Y mi invitación es que, si lo sientes en tu corazón, te unas a esta oración y le pidas al Señor una perspectiva nueva de la vida que realmente Le honre y Le glorifique.

Que el Señor te bendiga sobreabundantemente hoy y siempre.

JORGE HERNÁN 
 
 
 
 

lunes, enero 04, 2010

NUEVOS COMIENZOS (120)

“Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: Yo soy el Señor tu Dios, que te enseña lo que te conviene, que te guía por el camino en que debes andar.”
(Isaías 48:17, NVI)


Leo una reflexión de Jill Caratini (ministerios Ravi Zacharias) a propósito del año nuevo, en la que nos recuerda que siempre que empieza un año de una u otra manera avivamos nuestras más hondas esperanzas, refrescamos sueños y reelaboramos planes. Pero ni las mañanas ni los años son realmente nuevos si no se los entregamos a aquel que tiene la capacidad de hacer nuevas todas las cosas. Su escrito termina diciendo: “Este día es nuevo porque lo hizo el Dios de los nuevos comienzos, el Dios que vino a vivir entre mortales. Cristo es la poción que Dios extiende cada mañana. Míralo venir, porque Él hará todas las cosas nuevas”.

Tengo buenos y firmes propósitos de año nuevo, tal vez el principal tiene que ver con la disciplina. Sé que esta palabra está ligada estrechamente con el término “discípulo” y puedo ver con facilidad cómo estoy fallando en cosas aparentemente simple como los hábitos de alimentación, ejercicio y sueño. Entiendo igualmente que si no puedo manejar apropiadamente la disciplina necesaria en el campo físico, evidentemente tendré que hacer un esfuerzo extra en lo que tiene que ver con lo emocional, y ni hablar de la esfera espiritual. Sé, pues, que se trata de un objetivo noble y sano a todas luces. Pero... ¿puedo acaso lograrlo solo?

También tengo anhelos. Sueño con ver mi matrimonio resplandeciendo de nuevo, con una segunda gloria “mayor que la primera”, anhelo ver mi hogar consolidado, y a mis hijos desarrollando todo el potencial que Dios puso en sus manos. Deseo experimentar restauración en cada área de mi vida que de una u otra forma ha sido fragmentada, y constatar que el Señor ha sanado mis múltiples heridas emocionales. Quiero ver cómo Dios obra milagrosamente en mi vida de forma que yo pueda proyectarme a otros y ser sal y luz para ellos. Pero... ¿va acaso el Señor a obrar si yo no pongo de mi parte?

El nuevo año exige de mi que entienda que separado de Dios, nada puedo hacer. Que todo está en Sus manos y que por ende necesito interiorizar que todo depende de Él. Pero que así como un día Cristo llamó a Pedro a caminar sobre las aguas hoy me llama a la acción. Esperar en Él no significa pasividad o estancamiento, sino más bien actividad dirigida. Significa que yo debo dar cada paso en dirección a donde Él me guía a hacerlo. Yo propongo, Él dispone y me orienta. Me muestra el camino a seguir.

Al final, el Señor me deja en libertad de soñar y planear. Pero si esto no lo hago dirigido por el Espíritu de Dios y mis acciones no son concordantes con mis oraciones, todo es vano. Sé que aún para actuar voy a necesitar disciplina y voluntad, y mi oración hoy es para pedirle a Dios que me las dé ambas, que me dote del equipaje necesario para abordar el 2010 a Su manera.

Bendiciones en Cristo,

JORGE HERNÁN

NUEVOS COMIENZOS (120)

“Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: Yo soy el Señor tu Dios, que te enseña lo que te conviene, que te guía por el camino en que debes andar.”
(Isaías 48:17, NVI)


Leo una reflexión de Jill Caratini (ministerios Ravi Zacharias) a propósito del año nuevo, en la que nos recuerda que siempre que empieza un año de una u otra manera avivamos nuestras más hondas esperanzas, refrescamos sueños y reelaboramos planes. Pero ni las mañanas ni los años son realmente nuevos si no se los entregamos a aquel que tiene la capacidad de hacer nuevas todas las cosas. Su escrito termina diciendo: “Este día es nuevo porque lo hizo el Dios de los nuevos comienzos, el Dios que vino a vivir entre mortales. Cristo es la poción que Dios extiende cada mañana. Míralo venir, porque Él hará todas las cosas nuevas”.

Tengo buenos y firmes propósitos de año nuevo, tal vez el principal tiene que ver con la disciplina. Sé que esta palabra está ligada estrechamente con el término “discípulo” y puedo ver con facilidad cómo estoy fallando en cosas aparentemente simple como los hábitos de alimentación, ejercicio y sueño. Entiendo igualmente que si no puedo manejar apropiadamente la disciplina necesaria en el campo físico, evidentemente tendré que hacer un esfuerzo extra en lo que tiene que ver con lo emocional, y ni hablar de la esfera espiritual. Sé, pues, que se trata de un objetivo noble y sano a todas luces. Pero... ¿puedo acaso lograrlo solo?

También tengo anhelos. Sueño con ver mi matrimonio resplandeciendo de nuevo, con una segunda gloria “mayor que la primera”, anhelo ver mi hogar consolidado, y a mis hijos desarrollando todo el potencial que Dios puso en sus manos. Deseo experimentar restauración en cada área de mi vida que de una u otra forma ha sido fragmentada, y constatar que el Señor ha sanado mis múltiples heridas emocionales. Quiero ver cómo Dios obra milagrosamente en mi vida de forma que yo pueda proyectarme a otros y ser sal y luz para ellos. Pero... ¿va acaso el Señor a obrar si yo no pongo de mi parte?

El nuevo año exige de mi que entienda que separado de Dios, nada puedo hacer. Que todo está en Sus manos y que por ende necesito interiorizar que todo depende de Él. Pero que así como un día Cristo llamó a Pedro a caminar sobre las aguas hoy me llama a la acción. Esperar en Él no significa pasividad o estancamiento, sino más bien actividad dirigida. Significa que yo debo dar cada paso en dirección a donde Él me guía a hacerlo. Yo propongo, Él dispone y me orienta. Me muestra el camino a seguir.

Al final, el Señor me deja en libertad de soñar y planear. Pero si esto no lo hago dirigido por el Espíritu de Dios y mis acciones no son concordantes con mis oraciones, todo es vano. Sé que aún para actuar voy a necesitar disciplina y voluntad, y mi oración hoy es para pedirle a Dios que me las dé ambas, que me dote del equipaje necesario para abordar el 2010 a Su manera.

Bendiciones en Cristo,

JORGE HERNÁN