martes, diciembre 29, 2009

PEREGRINAJE


"Ya que invocan como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean peregrinos en este mundo"
(1 Pedro 1:17, NVI)

Peregrinaje. Esta es una palabra que ha venido una y otra vez a mi mente en mi tiempo de oración. Veo mi caminar cristiano en este año y lo primero que tengo que reconocer es que soy un peregrino, estoy simplemente de paso. El diccionario dice que es alguien que migra de un lugar a otro, deambulando por tierras extrañas. Es decir que este planeta no es mi lugar, simplemente "pasaba por aquí".

El problema de ser turistas en la tierra es que corremos el peligro del cual nos advierte la publicidad sobre Colombia: "el riesgo es que te quieras quedar". El riesgo es que nos sintamos cómodos, amañados, contentos, con lo que el mundo nos ofrece. Y cuando yo miro hacia atrás debo reconocer que me he estancado con frecuencia, que me he adormilado en lugares – espiritualmente hablando - en los que no debería haberlo hecho. Que más de una vez he postergado el reanudar mi marcha. Que en lugar de ser Embajador de Cristo, como lo mandan las Escrituras, más de una vez he desoído la advertencia de Jeremías 15:19: "...Que ellos se vuelvan hacia ti, pero tú no te vuelvas hacia ellos", es decir que parecería que en el mundo estoy jugándome de local - y no de visitante – el partido de la vida.

Se que mi vida espiritual parece una montaña rusa, que los altibajos a veces son violentos y que con frecuencia me fijo más en las circunstancias que en el Dios poderoso y amoroso que está obrando en medio y aún a través de ellas. Reconozco que en ocasiones me he sentido tremendamente desilusionado con la respuesta o quizás el silencio de mi Señor. Sin embargo, tengo que aceptar también que si alguien ha fallado en esta relación he sido yo, nunca Él. Soy yo el inconstante, soy yo el que fallo, soy yo el que me equivoco, soy yo quien descuido Su preciosa amistad. Y al hacerlo mi vida se sale del cauce y afecto mi relación con otros. La cruz tiene dos sentidos, y definitivamente cuando el vertical falla es muy difícil que el horizontal se proyecte como debiera. Si no voy constantemente a la Fuente a alimentarme de Dios, de Su Espíritu y Su Palabra, no estoy suficientemente fortalecido para dar a otros lo que necesitan.

El temor reverente, es decir el amoroso respeto y la debida honra que se espera que un padre reciba de sus hijos, es el elemento clave para que el peregrinaje sea exitoso. Y necesariamente supone un reconocimiento explícito de Dios como mi Padre y una dimensión relacional verdadera y genuina en tal sentido.

Hoy le pido al Señor que me permita vivenciarlo como Padre y que pueda interiorizar la realidad de que estoy aquí porque soy un emisario Suyo, no un residente más.
Dios te bendiga,

JORGE HERNÁN