domingo, noviembre 24, 2013

SOBRE LOS TIEMPOS DIFÍCILES

"Jesús lloró"
(Juan 11:35)

Este versículo toca mi corazón, no por ser el más corto de las Escrituras, sino porque muestra el corazón compasivo de Cristo. Tres versículos atrás vemos al Señor conmovido frente al dolor de María de Betania y los judíos que la acompañaban. Y aquí lo encontramos condoliéndose con ellos.

Llevo algunos meses acompañando a amigos entrañables a sepelios inexplicables. La muerte accidental de un hijo o la partida rápida y súbita de una esposa joven sacuden nuestra vida y nos confrontan con la realidad de la muerte. Aparte de despertarnos sentimientos de solidaridad nos llevan a preguntarnos si estamos preparados para partir, si hemos hecho la tarea, si hemos vivido en el centro de la voluntad de Dios y hemos cumplido Su propósito a cabalidad.

Pero estas experiencias también nos llevan a preguntarnos qué tan focalizados estamos en el Señor, hasta dónde dependemos de Él y cuánto estamos dispuestos a acatar Su voluntad aunque no nos parezca buena, agradable ni perfecta desde nuestro limitado punto de vista. Nos impulsan a preguntarnos en quién hemos creído y qué tan fuerte es nuestra fe.

Creo que cuando Jesús ve nuestra tristeza, llora con nosotros. Es el único capaz, de hecho, de comprender lo que pasa por nuestra mente, nuestras emociones y nuestros anhelos. Y es el único que lo hace con verdadera misericordia, sin ningún tipo de juicio y con el simple deseo de que vayamos a Su presencia para ser consolados y abrazados por Él.

Las experiencias dolorosas tienen la capacidad de forjar nuestro carácter de manera significativa. Aprendimos intelectualmente, hace tiempo, a buscar el propósito antes que la causa, de cada vivencia adversa que hemos tenido que enfrentar en la vida. Pero con frecuencia nuestra mente divaga razonando equivocadamente en busca de explicaciones que tal vez nunca encontraremos para sentir que hemos hallado por fin una respuesta satisfactoria a nuestros cuestionamientos, Nunca será sencillo pasar una crisis familiar, la enfermedad de un hijo o una quiebra económica, cada uno de estos procesos entraña un duelo indudablemente menor que el de la muerte de un ser querido pero en todo caso confrontante y en ocasiones devastador. Como cuando extraviamos la mirada que debería estar puesta en Jesús. Sin embargo, Él es soberano y debemos acogernos a Su carácter amoroso y misericordioso entendiendo que Su panorámica de nuestra vida le permite discernir con total claridad ese propósito que a veces no logramos captar por más que oremos.

Necesitamos fe. Que el Señor nos ayude a confiar más en Él (Mc 9:24, TLA). Que nos de la fuerza y la fortaleza para salir adelante en cada prueba. Y que nunca perdamos de vista que Él entiende nuestro dolor y está a nuestro lado para ayudarnos a superarlo. Aunque estemos en valle de sombra de muerte, como dice el salmista, el Buen Pastor está a nuestro lado para infundirnos aliento. Y siempre después de la noche, por larga que sea, vendrá un nuevo amanecer.

Alabo a Cristo por Su infinito amor.

JORGE HERNÁN



miércoles, noviembre 20, 2013

¿DEPENDIENTE O INDEPENDIENTE?


“Y entonces, ¿optaste por la independencia?”….Desde el día en que abandoné mi último empleo para emprender una nueva vida como empresario, no dejo de escuchar esa pregunta. Y para responderla, invariablemente me remonto al punto de arranque, cuando el Señor empezó a señalarme el camino y a indicarme la ruta que quería que emprendiera. Comparto la manera sobrenatural en la que nos ha abierto las puertas en el campo de los negocios y reitero que estamos felices, que sabemos que la provisión vendrá y que todo lo bueno se lo debemos a Él. Y es ahí, en ese momento, cuando recuerdo lo que Dios me mostró: que empecé a ser independiente de un empleador para volverme total y absolutamente dependiente de Dios.
Comenzando esta aventura, visité a un entrañable amigo que lleva quince años recorriendo esta misma ruta, y me compartió que Dios ha sido fiel de principio a fin, en cada segundo, en cada instante, en cada episodio, en cada situación. Ha sido un maravilloso y magnánimo proveedor que ha cuidado cada detalle y ha asumido todo el tiempo la responsabilidad con afecto paternal.

¿Independencia? ¡¡¡No!!! Dependencia total y absoluta del Señor. Dice el relato de Génesis que cuando Abrahán salió obedientemente al monte a cumplir la asombrosa instrucción que el Señor le había dado de sacrificar a su hijo, este le preguntó por el cordero que se suponía iban a ofrendarle a Dios. “Y Abrahán respondió: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y juntos siguieron caminando” (Gén 22:8, RVC).

El Señor ha sido, es y seguirá siendo nuestro proveedor y no tenemos por qué temer en lo más mínimo que esto vaya a dejar de ser así. La advertencia de Jesús fue clara: “Por lo tanto les digo: No se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué cubrirán su cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que ellas? ¿Y quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su estatura?”. Cristo sabía que nos preocuparíamos, es decir, que nos ocuparíamos de las cosas antes de que ocurrieran. Dicho en lenguaje coloquial algo más moderno, Dios sabía que íbamos a empelicularnos, a armarnos videos, y quiso alertarnos para que pusiéramos nuestros ojos y nuestra fe en el lugar correcto: en Él, autor y consumador de nuestra fe, como dice la Escritura.

Desgraciadamente nos acostumbramos a confiar en  lo tangible: “Algunos confían en sus carros de guerra; otros confían en su caballería, Pero nosotros confiamos en el Nombre, ¡confiamos en el Señor, nuestro Dios!” (Salmos 20:6, RVC). Nos sentimos cómodos cuando nos apoyamos en nuestras propias capacidades o talentos, en el empleo que Dios nos ha permitido tener, en el patrimonio que el Señor nos ha permitido acumular, en nuestras relaciones interpersonales…en fin…y olvidamos lo que la Palabra dice al respecto:
  1. “Yo no confiaría en mis flechas, ni tampoco mi espada podría salvarme; pero tú puedes salvarnos de nuestros enemigos y poner en vergüenza a los que nos odian.” (Salmos 44:6-7, RVC);
  2. “El Señor está conmigo y me brinda su ayuda; ¡he de ver derrotados a los que me odian! Es mejor confiar en el Señor que confiar en simples mortales. Es mejor confiar en el Señor que confiar en gente poderosa” (Salmos 118:7-9, RVC);
  3. “Esto dice el Señor: «Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor” (Jeremías 17:5, NTV)
  4. “Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Proverbios 3:5, RVC)
  5.  “¡Ay de los que se creen sabios! ¡Ay de los que se consideran muy inteligentes!” (Isaías 5:21,  RVC)

Y, al olvidarnos de lo que Dios ha establecido, perdemos el norte y la posibilidad de disfrutar la gracia por medio de la fe en acción. Fe que se ejercita a través del proceso cotidiano de depender del Señor en todo. En lo más pequeño, en lo esencial y en lo significativo. Las voces del mundo, las del enemigo y aún las de nuestra propia carne gritarán para hacernos volver la mirada en dirección equivocada e impulsarnos a que nos aferremos de aquello que nos parece más palpable y medible. Pero si nos mantenemos enfocados, entonces podremos continuar en el camino de dejar de depender de todo lo que no sea Dios.

Personalmente, sigo en el empeño.

Bendiciones,


JORGE HERNÁN