“Y entonces, ¿optaste por la independencia?”….Desde el día en que abandoné mi último empleo para emprender una nueva vida como empresario, no dejo de escuchar esa pregunta. Y para responderla, invariablemente me remonto al punto de arranque, cuando el Señor empezó a señalarme el camino y a indicarme la ruta que quería que emprendiera. Comparto la manera sobrenatural en la que nos ha abierto las puertas en el campo de los negocios y reitero que estamos felices, que sabemos que la provisión vendrá y que todo lo bueno se lo debemos a Él. Y es ahí, en ese momento, cuando recuerdo lo que Dios me mostró: que empecé a ser independiente de un empleador para volverme total y absolutamente dependiente de Dios.
Comenzando esta aventura, visité
a un entrañable amigo que lleva quince años recorriendo esta misma ruta, y me compartió que
Dios ha sido fiel de principio a fin, en cada segundo, en cada instante, en
cada episodio, en cada situación. Ha sido un maravilloso y magnánimo proveedor
que ha cuidado cada detalle y ha asumido todo el tiempo la responsabilidad con
afecto paternal.
¿Independencia? ¡¡¡No!!!
Dependencia total y absoluta del Señor. Dice el relato de Génesis que cuando
Abrahán salió obedientemente al monte a cumplir la asombrosa instrucción que el
Señor le había dado de sacrificar a su hijo, este le preguntó por el cordero
que se suponía iban a ofrendarle a Dios. “Y Abrahán respondió: «Dios proveerá
el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y juntos siguieron caminando” (Gén
22:8, RVC).
El Señor ha sido, es y seguirá
siendo nuestro proveedor y no tenemos por qué temer en lo más mínimo que esto
vaya a dejar de ser así. La advertencia de Jesús fue clara: “Por lo tanto les
digo: No se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué
cubrirán su cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más
que el vestido? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni
recogen en graneros, y el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes
mucho más que ellas? ¿Y quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede
añadir medio metro a su estatura?”. Cristo sabía que nos preocuparíamos, es
decir, que nos ocuparíamos de las cosas antes de que ocurrieran. Dicho en
lenguaje coloquial algo más moderno, Dios sabía que íbamos a empelicularnos, a
armarnos videos, y quiso alertarnos para que pusiéramos nuestros ojos y nuestra
fe en el lugar correcto: en Él, autor y consumador de nuestra fe, como dice la
Escritura.
Desgraciadamente nos
acostumbramos a confiar en lo tangible:
“Algunos confían en sus carros de guerra; otros confían en su caballería, Pero
nosotros confiamos en el Nombre, ¡confiamos en el Señor, nuestro Dios!” (Salmos
20:6, RVC). Nos sentimos cómodos cuando nos apoyamos en nuestras propias
capacidades o talentos, en el empleo que Dios nos ha permitido tener, en el
patrimonio que el Señor nos ha permitido acumular, en nuestras relaciones interpersonales…en fin…y olvidamos lo
que la Palabra dice al respecto:
- “Yo no confiaría en mis flechas, ni tampoco mi espada podría salvarme; pero tú puedes salvarnos de nuestros enemigos y poner en vergüenza a los que nos odian.” (Salmos 44:6-7, RVC);
- “El Señor está conmigo y me brinda su ayuda; ¡he de ver derrotados a los que me odian! Es mejor confiar en el Señor que confiar en simples mortales. Es mejor confiar en el Señor que confiar en gente poderosa” (Salmos 118:7-9, RVC);
- “Esto dice el Señor: «Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor” (Jeremías 17:5, NTV)
- “Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Proverbios 3:5, RVC)
- “¡Ay de los que se creen sabios! ¡Ay de los que se consideran muy inteligentes!” (Isaías 5:21, RVC)
Y, al olvidarnos de lo que Dios ha establecido, perdemos el
norte y la posibilidad de disfrutar la gracia por medio de la fe en acción. Fe
que se ejercita a través del proceso cotidiano de depender del Señor en todo.
En lo más pequeño, en lo esencial y en lo significativo. Las voces del mundo,
las del enemigo y aún las de nuestra propia carne gritarán para hacernos volver
la mirada en dirección equivocada e impulsarnos a que nos aferremos de aquello
que nos parece más palpable y medible. Pero si nos mantenemos enfocados,
entonces podremos continuar en el camino de dejar de depender de todo lo que no
sea Dios.
Personalmente, sigo en el empeño.
Bendiciones,
JORGE HERNÁN
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