miércoles, noviembre 20, 2013

¿DEPENDIENTE O INDEPENDIENTE?


“Y entonces, ¿optaste por la independencia?”….Desde el día en que abandoné mi último empleo para emprender una nueva vida como empresario, no dejo de escuchar esa pregunta. Y para responderla, invariablemente me remonto al punto de arranque, cuando el Señor empezó a señalarme el camino y a indicarme la ruta que quería que emprendiera. Comparto la manera sobrenatural en la que nos ha abierto las puertas en el campo de los negocios y reitero que estamos felices, que sabemos que la provisión vendrá y que todo lo bueno se lo debemos a Él. Y es ahí, en ese momento, cuando recuerdo lo que Dios me mostró: que empecé a ser independiente de un empleador para volverme total y absolutamente dependiente de Dios.
Comenzando esta aventura, visité a un entrañable amigo que lleva quince años recorriendo esta misma ruta, y me compartió que Dios ha sido fiel de principio a fin, en cada segundo, en cada instante, en cada episodio, en cada situación. Ha sido un maravilloso y magnánimo proveedor que ha cuidado cada detalle y ha asumido todo el tiempo la responsabilidad con afecto paternal.

¿Independencia? ¡¡¡No!!! Dependencia total y absoluta del Señor. Dice el relato de Génesis que cuando Abrahán salió obedientemente al monte a cumplir la asombrosa instrucción que el Señor le había dado de sacrificar a su hijo, este le preguntó por el cordero que se suponía iban a ofrendarle a Dios. “Y Abrahán respondió: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y juntos siguieron caminando” (Gén 22:8, RVC).

El Señor ha sido, es y seguirá siendo nuestro proveedor y no tenemos por qué temer en lo más mínimo que esto vaya a dejar de ser así. La advertencia de Jesús fue clara: “Por lo tanto les digo: No se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué cubrirán su cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que ellas? ¿Y quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su estatura?”. Cristo sabía que nos preocuparíamos, es decir, que nos ocuparíamos de las cosas antes de que ocurrieran. Dicho en lenguaje coloquial algo más moderno, Dios sabía que íbamos a empelicularnos, a armarnos videos, y quiso alertarnos para que pusiéramos nuestros ojos y nuestra fe en el lugar correcto: en Él, autor y consumador de nuestra fe, como dice la Escritura.

Desgraciadamente nos acostumbramos a confiar en  lo tangible: “Algunos confían en sus carros de guerra; otros confían en su caballería, Pero nosotros confiamos en el Nombre, ¡confiamos en el Señor, nuestro Dios!” (Salmos 20:6, RVC). Nos sentimos cómodos cuando nos apoyamos en nuestras propias capacidades o talentos, en el empleo que Dios nos ha permitido tener, en el patrimonio que el Señor nos ha permitido acumular, en nuestras relaciones interpersonales…en fin…y olvidamos lo que la Palabra dice al respecto:
  1. “Yo no confiaría en mis flechas, ni tampoco mi espada podría salvarme; pero tú puedes salvarnos de nuestros enemigos y poner en vergüenza a los que nos odian.” (Salmos 44:6-7, RVC);
  2. “El Señor está conmigo y me brinda su ayuda; ¡he de ver derrotados a los que me odian! Es mejor confiar en el Señor que confiar en simples mortales. Es mejor confiar en el Señor que confiar en gente poderosa” (Salmos 118:7-9, RVC);
  3. “Esto dice el Señor: «Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor” (Jeremías 17:5, NTV)
  4. “Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Proverbios 3:5, RVC)
  5.  “¡Ay de los que se creen sabios! ¡Ay de los que se consideran muy inteligentes!” (Isaías 5:21,  RVC)

Y, al olvidarnos de lo que Dios ha establecido, perdemos el norte y la posibilidad de disfrutar la gracia por medio de la fe en acción. Fe que se ejercita a través del proceso cotidiano de depender del Señor en todo. En lo más pequeño, en lo esencial y en lo significativo. Las voces del mundo, las del enemigo y aún las de nuestra propia carne gritarán para hacernos volver la mirada en dirección equivocada e impulsarnos a que nos aferremos de aquello que nos parece más palpable y medible. Pero si nos mantenemos enfocados, entonces podremos continuar en el camino de dejar de depender de todo lo que no sea Dios.

Personalmente, sigo en el empeño.

Bendiciones,


JORGE HERNÁN

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