"¡Alabemos a Dios,porque sólo él es nuestro Dios!¡Sólo él merece alabanzas!¡Su grandeza está por encimade la tierra y de los cielos!"
(Salmos 148:13, LBLS)
No se trata de mí. Este es el título de un libro de Max Lucado que aún no he leído pero que encierra una tremenda realidad y es que nos hemos pasado la vida persiguiendo tantos sueños falsos que hemos dejado escapar la realidad: una vida centrada en Dios. Toda la creación tiene el propósito de alabarle y honrarle, pero equivocadamente hemos creído y sentido que el universo gira en torno nuestro, que Dios lo hizo todo para nosotros y no para Él.
Cuando no comprendemos el enfoque divino, nuestras oraciones son absolutamente egocéntricas. Son como el "dáme" del hijo pródigo antes de marcharse de casa, más que como el "házme" de cuando regresó contrito y humillado. Se centran en pedir bendiciones y en conseguir una mejor calidad de vida, aún espiritual, porque conviene a nuestros intereses, no porque el Señor lo demande. Incluso las oraciones de alabanza y gratitud se dirigen a lo que Dios nos ha dado y no están enfocadas en el Señor mismo.
La verdad es que si queremos vivir una vida plena, abundante y conforme a los planes de Dios necesitamos entender justamente que la vida solo tiene verdadero sentido cuando aceptamos nuestro lugar y por lo tanto usamos nuestros dones y nuestros talentos en función de Aquel que nos creó. Rick Warren en su libro Una Vida con Propósito dice: "El propósito de tu vida excede en mucho a tus propios logros, a tu tranquilidad, o incluso a tu felicidad. Es mucho mas grande que tu familia, tu carrera o aun tus sueños y tus anhelos. Si deseas saber por que te pusieron en este planeta debes empezar con Dios. Naciste por su voluntad y para su propósito". Este es un principio sencillo, pero la realidad es que muchos cristianos vivimos como si Dios fuera nuestro servidor y no al revés.
Nicolás Copérnico cambió la manera en que la ciencia percibía al universo cuando descubrió que el sistema solar no gira en torno a la tierra, sino en torno al sol. Hoy nuestras vidas también pueden ser transformadas cuando aceptamos que el mundo no gira en torno a nosotros, sino a Dios. Aún la salvación, expresada en la muerte sacrificial de Cristo en la cruz, solo tiene sentido cuando se entiende que la exaltación de Jesús está enmarcada en el propósito de glorificarle, como lo describe Filipenses 2:9-11.
Imagina por un momento que haces parte de una gran obra teatral. El Director hizo el casting y te asignó el rol que mejor se ajusta a tus capacidades y competencias, es más, el papel fue creado especialmente para ti. No harías mejor ningún otro papel. El Libretista lo escribió pensando en ti así que cualquier modificación que quieras hacer al libreto original probablemente derivará en un resultado diferente del esperado. Recuerda que nadie puede hacerlo mejor que el Maestro. Sin embargo, la obra no fue creada para ti, sino para Su satisfacción. Cuando entiendes que simplemente eres un actor de reparto y que lo tuyo es hacer lo que te han mandado, porque el Gran Protagonista es otro, y que es en función de Aquel que gira la trama, las cosas funcionan mucho mejor. Sin embargo, de repente te parece que ese no es el derecho de las cosas, así que caminas directamente hacia el Autor y le preguntas: "¿Por qué tiene que ser de esta manera? ¿Por qué no puedo sencillamente hacer el papel que me de la gana o interpretar a mi manera el que me diste?" Y Él te responde con apacible ternura: "Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —... —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza" (Jeremías 29:11, NVI).
Mi oración de este día se levanta para pedirle al Señor que me permita discernir cuál es el propósito que Él trazó desde siempre para mi vida y que me permita vivirlo caminando en el centro de Su voluntad, que pueda revisar mi relación con Él dándole el lugar que le corresponde y no el que yo quisiera asignarle. Y mi invitación es que, si lo sientes en tu corazón, te unas a esta oración y le pidas al Señor una perspectiva nueva de la vida que realmente Le honre y Le glorifique.
Que el Señor te bendiga sobreabundantemente hoy y siempre.
JORGE HERNÁN
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