(Salmo 51:15, RV95)
Cuando Dios obra en la vida de un ser humano y éste se hace verdaderamente consciente de ello, no puede callar. Aquel domingo de ramos en el que entró Jesús a Jerusalén, los fariseos le reclamaron por la actitud de la gente que lo aclamaba con fervor. "Pero él respondió: --Les aseguro que si ellos se callan, gritarán las piedras" (Lucas 19:40, NVI).
¿Está tu vida proclamando lo que Dios ha hecho por tí, contigo y en tí? Recuerda que tienes una enorme responsabilidad delante del Señor, la responsabilidad de proclamar el Evangelio para extender el Reino conforme a Su voluntad, y la manera más sencilla de hacerlo es contando a otros las maravillas y milagros que han sucedido en tu vida.
Tómate hoy un tiempo para meditar en todo lo que has recibido de Dios hasta hoy, y piensa por un momento en cuánta gente a tu alrededor está sufriendo de inanición espiritual porque no hay quién les lleve el alimento de la Palabra. Comprometerse con Jesucristo de Nazareth exige de nosotros tomar decisiones cotidianas que tengan un impacto eterno en otros. Nuestro Señor nos ha encomendado una misión, hacemos parte del pelotón de avanzada y tenemos armas poderosas para abrirnos paso entre el fuego enemigo. Y cuando nuestros labios se abren para publicar las alabanzas de Su gloria, cuando decidimos hacer pública la obra de Dios en nosotros, estamos utilizando equipo de demolición contra las barreras de mentira levantadas por Satanás.
En nuestro tiempo, cuando la oscuridad tiene entenebrecido el corazón de tantos, nuestro testimonio personal se convierte en un poderoso rayo de luz que no puede desvirtuarse. Lo que Dios ha hecho contigo y conmigo es innegable...cada bendición, cada detalle de amor, cada provisión, cada vivencia son experiencias que han producido transformaciones de fondo en cada uno de nosotros y que han contribuido a moldearnos a la manera del Gran Alfarero, y cuando las divulgamos y revelamos a otros la realidad de un Dios Poderoso y Amoroso al que conocemos de primera mano, colaboramos en romper paradigmas y traemos claridad al corazón de otros que la necesitan. Pero además estamos cumpliendo con una tarea.
Como Pedro y Juan, no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (Hechos 4:20). El amor de Dios debe ser el motor que nos impulse a apasionarnos por Cristo y hablar de Él a otros. No hay razón para callar, no hay motivo para robarle Su gloria, no hay justificación para omitir la alabanza que merece.
Tenemos un tesoro con nosotros, y parte de la misión que hemos recibido como escuadrón especial es distribuir ese tesoro entre la mayor cantidad posible de personas. Pero hay algo más: aunque esa sea una responsabilidad colectiva como cuerpo de Cristo también es una asignación individual de la que no podemos sustraernos.
Dios nos ha equipado, a tí y a mí, para que cumplamos esa misión exitosamente. Y un día vamos a comparecer ante el tribunal de Cristo (Romanos 14:10, 2 Corintios 5:10) y allí nos van a pedir cuentas de lo que hicimos con esa dotación. Aquel día quizás vamos a ser confrontados acerca de sí fuimos un instrumento deliberado de bendición y testimonio o si preferimos dejar que fueran las piedras las que gritaran.
Hoy tenemos un reto y un encargo. ¿Qué vamos a hacer con él? Reflexiona en las citas bíblicas que hemos recorrido hoy y vuelve a la pregunta del comienzo. Y toma una decisión con respecto a hoy. Recuerda que el mañana es incierto, para tí y talvez para los que te rodean...
Bendiciones sobreabundantes en Cristo Jesús,
JORGE HERNÁN
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