(Hechos 19:24-27)
Conozco a Demetrio. Es aquel que ha hecho de la religión un negocio, no le interesa realmente cuánto pueda alguien acercarse a Dios sino de que manera explotar su necesidad espiritual para reemplazarla por un falso sustituto, por una devoción mecánica, por un rito vacío. Sabe que "su prosperidad depende de ese comercio" y vive y se lucra a punta de la ignorancia de quienes no han logrado conectarse con un Dios vivo.
Conozco a Demetrio. Es aquel cuyo máximo interés que la gente siga venerando a los grandes dioses de este mundo: el poder, el dinero, el status. No quiere que "su oficio" caiga en descrédito porque mientras las personas sigan poniendo sus ojos en estos distractores que los apartan del Dios verdadero van a experimentar una sensación de vacío cada vez mayor que van a buscar llenar de la manera que sea precisa con tal de complacer a sus dioses: volviéndose adictos al trabajo, en el mejor de los casos. Sobornando, chantajeando, mintiendo. Prostituyendo. Cometiendo delitos de cuello blanco y de los otros. Robando. A veces matando. Lo importante es que los dioses se sientan satisfechos.
Conozco a Demetrio. Es aquel que trabaja cuidadosamente en las imagenes necesarias para alimentar a la Diana de la sensualidad. Sutilmente se desliza en la publicidad, los medios audiovisuales...Es incansable en su tarea de despertar la animalidad de los pecados capitales. Finalmente, ese es su negocio. Se ocupa de decirte que te volviste aburrido, mojigato, santurrón o cualquier otro adjetivo con el que siente que puede descalificarte cuando procuras tener una relación con Dios. Al fin y al cabo está corriendo el riesgo de que la gente termine por pensar que estas cosas carecen de valor.
Conozco a Demetrio. Pero también a Pablo, quien señala que solo hay UN CAMINO, desenmascara a los falsos dioses y aparta a las personas de las sendas que aunque parecen derechas, "su fin es camino de muerte". En la vida, solo tenemos tres opciones: ser como Demetrio, ser como uno de sus fieles seguidores, o ser como Pablo. La decisión está en nuestras manos. Y no parecería tan difícil de tomar. En un mundo hambriento y sediento de respuestas verdaderas, la elección adecuada es ser imitador de Pablo.
¿Qué vas a hacer hoy?
JORGE HERNÁN
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