"Orad sin cesar" (1 Tes 5:17)
Una de las tragedias de la vida moderna, especialmente en las organizaciones que dependen de redes y sistemas, es la caída de los servidores. Para los legos en la materia, un servidor es simplemente un computador central que hace parte de una red y que provee servicios a otros computadores llamados clientes. Cuando en el mundo empresarial se cae el servidor, simplemente el sistema deja de funcionar y lo mismo ocurre con cualquier cosa que esté colgada a la red: internet, correo electrónico interno, aplicaciones...en fin, es una verdadera desgracia. La gente se pone nerviosa al no lograr que su computador se conecte con el servidor porque la información deja de fluir en cualquier sentido y el trabajo realmente se detiene. Pero el servidor no tiene vida propia, puede haber fallado porque dejó de funcionar la energía (la "fuente de poder") o porque tuvo un daño de cualquier otro tipo.
Esta mañana estuve en el colegio de mi hija en una celebración del "día del padre", hermosa por demás. El último orador, Juan Carlos Uhía, fue breve y concreto, pero una frase captó mi atención: "cuando perdemos nuestra conexión con Dios, perdemos nuestra verdadera fuerza". Con frecuencia, al mirar hacia atrás, y hacer pequeños balances de las distintas áreas de mi vida, encuentro errores y fallas que de no haberlos cometido habría tenido un resultado diferente. Pero lo más grave es que esos errores son fruto única y exclusivamente de una desconexión con el servidor. Lo que hace funcionar el servidor celestial es la oración, ese es su motor, su combustible, su impulso. Sin oración no hay conexión y por lo tanto la comunicación no fluye adecuadamente. No hay forma de que nuestras peticiones suban al cielo ni menos aún hay posibilidades de escuchar la voz de Dios.
Entonces concluyo que si no veo este fluir de y hacia Dios en mi vida, solamente puedo atribuirlo a un enfriamiento de mi vida espiritual. Talvez siga siendo fiel a la práctica religiosa, pero mi corazón no está conectado a la verdadera y única Fuente de Poder. Como dijo Isaías (Is:29:13): "Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí". Si reflexiono en lo que debo cambiar, el Señor forzosamente hace volver mis ojos sobre mi tiempo de oración. La culpa no es del servidor, es que no hay oración que alimente el fluir, y la responsabilidad es toda mía. Recuerdo casi que con nostalgia determinados momentos especiales de intimidad con Dios, y lo que echo de menos hoy en mi vida es el nivel de conexión.
Volviendo al parangón, cuando uno se conecta desde un computador portátil a una red inalámbrica, normalmente hay un marcador que indica el estado de la señal. Cuando es débil, difícilmente se logra la conexión. Cuando es muy buena, la conexión es rápida y fluida. ¿Cuál es el estado de tu oración hoy?
Dios te bendiga,
JORGE HERNÁN
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