"Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna"
(Juan 6:68, LBLA)
Hay una muy conocida canción cristiana que lleva por título el mismo del mensaje de hoy, y lo que nos dice básicamente es que en medio de la tormenta Jesucristo es nuestro dulce refugio.
En ciertos momentos de la vida podemos sentir que las circunstancias son tan difíciles que no hay salida. Pero la buena nueva es que Jesucristo es la salida. En efecto, Él se hizo hombre, "uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Hebreos 4:15). Cristo experimentó en carne propia y de muchas maneras las más variadas emociones y sentimientos, incluyendo por supuesto la sensación de abandono. Él por lo tanto es el único que verdaderamente nos puede comprender.
Esta mañana visité a un buen amigo que está muriendo de SIDA. Tuvo grandes oportunidades en su vida pero escogió el camino de las drogas. Lo conocí en lo más profundo de su laberinto personal y tuve ocasión de compartirle el Evangelio. Aunque le perdí el rastro, en febrero de este año algunos medios de comunicación divulgaron su historia: la de un hombre "que regresó del infierno de las drogas", como lo tituló el diario "El Espectador". Comentaban que se había convertido en un próspero empresario, y eso fue lo que encontré cuando tuve la posibilidad de encontrarme una vez más cara a cara con él. Pero las consecuencias físicas de una siembra equivocada por años hoy hacen mella en su cuerpo. Sentí la desgarradora angustia de su madre, la impotencia de su tía, la tristeza de su ex-socio, al ver nuevamente desmoronarse a este hombre. Y en lo personal me impactó dolorosamente el verlo, prácticamente en estado terminal. Lo único reconfortante es saber que entregó su vida a Cristo y en sus últimos años tomó la decisión de caminar seriamente con Él, aún en momentos particularmente complicados.
De regreso del hospital vine a mi oficina reflexionando y orando, y mi conclusión es la de Pedro: ¿a quién iremos, si no a Jesús? Él tiene palabras de VIDA ETERNA, las únicas válidas, las únicas satisfactorias, las únicas que consuelan, las únicas que alientan y alimentan, las únicas que nos permiten descansar en Él.
No hay otra opción legítima, y es hermoso saber que tú y yo hemos decidido elegirla.
Bendiciones,
JORGE HERNÁN
(Juan 6:68, LBLA)
Hay una muy conocida canción cristiana que lleva por título el mismo del mensaje de hoy, y lo que nos dice básicamente es que en medio de la tormenta Jesucristo es nuestro dulce refugio.
En ciertos momentos de la vida podemos sentir que las circunstancias son tan difíciles que no hay salida. Pero la buena nueva es que Jesucristo es la salida. En efecto, Él se hizo hombre, "uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Hebreos 4:15). Cristo experimentó en carne propia y de muchas maneras las más variadas emociones y sentimientos, incluyendo por supuesto la sensación de abandono. Él por lo tanto es el único que verdaderamente nos puede comprender.
Esta mañana visité a un buen amigo que está muriendo de SIDA. Tuvo grandes oportunidades en su vida pero escogió el camino de las drogas. Lo conocí en lo más profundo de su laberinto personal y tuve ocasión de compartirle el Evangelio. Aunque le perdí el rastro, en febrero de este año algunos medios de comunicación divulgaron su historia: la de un hombre "que regresó del infierno de las drogas", como lo tituló el diario "El Espectador". Comentaban que se había convertido en un próspero empresario, y eso fue lo que encontré cuando tuve la posibilidad de encontrarme una vez más cara a cara con él. Pero las consecuencias físicas de una siembra equivocada por años hoy hacen mella en su cuerpo. Sentí la desgarradora angustia de su madre, la impotencia de su tía, la tristeza de su ex-socio, al ver nuevamente desmoronarse a este hombre. Y en lo personal me impactó dolorosamente el verlo, prácticamente en estado terminal. Lo único reconfortante es saber que entregó su vida a Cristo y en sus últimos años tomó la decisión de caminar seriamente con Él, aún en momentos particularmente complicados.
De regreso del hospital vine a mi oficina reflexionando y orando, y mi conclusión es la de Pedro: ¿a quién iremos, si no a Jesús? Él tiene palabras de VIDA ETERNA, las únicas válidas, las únicas satisfactorias, las únicas que consuelan, las únicas que alientan y alimentan, las únicas que nos permiten descansar en Él.
No hay otra opción legítima, y es hermoso saber que tú y yo hemos decidido elegirla.
Bendiciones,
JORGE HERNÁN
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