"Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios"
(Deuteronomio 8:11a, NVI)
¡Qué advertencia más significativa la que nos hace Dios en esta cita! Porque nos creó, conoce nuestro corazón y sabe cuán engañoso es y cuánta capacidad tiene de tergiversar la realidad. Los versículos siguientes nos recuerdan algunas de las circunstancias en las que podemos pasar por alto la obra de Dios:
* Cuando nuestras necesidades materiales están satisfechas
* Cuando adquirimos una vivienda
* Cuando nuestros negocios son prosperados
* Cuando aumenta nuestro patrimonio
Pero este catálogo no es tajante. Hay cientos de circunstancias en las que, habiendo atravesado el Jordán, tenemos la tentación de olvidarnos del Dador, de quien puso los recursos, allanó los caminos y nos favoreció con Su gracia. "No se te ocurra pensar: Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos" - continúa el Señor - "Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados" (Deuteronomio 8:17-18).
Normalmente afirmamos que jamás haríamos tal cosa. Como discípulos de Cristo, estamos seguros de que toda la gloria le cabe a Él; sin embargo, con frecuencia se la robamos, olvidando que Él no tiene porque compartirla con nadie. Frases como: "este es el fruto de años de trabajo", "harto me ha costado", y otras parecidas, demuestran la habilidad que tenemos para deslizarnos en la trampa del ego y atribuirnos a nosotros mismos el mérito por cada logro. Dicen los sociólogos que los seres humanos tenemos una enorme necesidad de reconocimiento, así que somos los primeros en la fila para aplaudirnos a nosotros mismos por lo que erróneamente afirmamos es el resultado de nuestra gestión.
No te olvides, ten cuidado, recuerda quién te dió los dones, quién puso los medios, quién es el artífice. Imagina una guitarra perteneciente a un gran músico diciendo después de un concierto: "¡Qué gran afinación la mía! ¡Cuánta calidad la de mi madera! ¡Cómo sueno de bien!". El intérprete le diría: "Discúlpame, pero ¿qué sería de tí si no fuera yo quien te afinara y quien sacara los acordes necesarios para fabricar tan espléndidas melodías?"...Y algo semejante es lo que el Señor nos quiere recordar hoy, es decir, que somos simples instrumentos, Él es el artista. Las palmas son para Él, y solamente para Él.
Cualesquiera sean tus logros hasta el día de hoy, eleva una mirada al cielo y da las gracias al Dios a quien sigues y sirves. Adórale por ser el autor último de cada uno de esos logros, y dále la gloria...
"Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: !!Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro" (Apocalipsis 19:1).
Un abrazo de bendición,
JORGE HERNÁN
(Deuteronomio 8:11a, NVI)
¡Qué advertencia más significativa la que nos hace Dios en esta cita! Porque nos creó, conoce nuestro corazón y sabe cuán engañoso es y cuánta capacidad tiene de tergiversar la realidad. Los versículos siguientes nos recuerdan algunas de las circunstancias en las que podemos pasar por alto la obra de Dios:
* Cuando nuestras necesidades materiales están satisfechas
* Cuando adquirimos una vivienda
* Cuando nuestros negocios son prosperados
* Cuando aumenta nuestro patrimonio
Pero este catálogo no es tajante. Hay cientos de circunstancias en las que, habiendo atravesado el Jordán, tenemos la tentación de olvidarnos del Dador, de quien puso los recursos, allanó los caminos y nos favoreció con Su gracia. "No se te ocurra pensar: Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos" - continúa el Señor - "Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados" (Deuteronomio 8:17-18).
Normalmente afirmamos que jamás haríamos tal cosa. Como discípulos de Cristo, estamos seguros de que toda la gloria le cabe a Él; sin embargo, con frecuencia se la robamos, olvidando que Él no tiene porque compartirla con nadie. Frases como: "este es el fruto de años de trabajo", "harto me ha costado", y otras parecidas, demuestran la habilidad que tenemos para deslizarnos en la trampa del ego y atribuirnos a nosotros mismos el mérito por cada logro. Dicen los sociólogos que los seres humanos tenemos una enorme necesidad de reconocimiento, así que somos los primeros en la fila para aplaudirnos a nosotros mismos por lo que erróneamente afirmamos es el resultado de nuestra gestión.
No te olvides, ten cuidado, recuerda quién te dió los dones, quién puso los medios, quién es el artífice. Imagina una guitarra perteneciente a un gran músico diciendo después de un concierto: "¡Qué gran afinación la mía! ¡Cuánta calidad la de mi madera! ¡Cómo sueno de bien!". El intérprete le diría: "Discúlpame, pero ¿qué sería de tí si no fuera yo quien te afinara y quien sacara los acordes necesarios para fabricar tan espléndidas melodías?"...Y algo semejante es lo que el Señor nos quiere recordar hoy, es decir, que somos simples instrumentos, Él es el artista. Las palmas son para Él, y solamente para Él.
Cualesquiera sean tus logros hasta el día de hoy, eleva una mirada al cielo y da las gracias al Dios a quien sigues y sirves. Adórale por ser el autor último de cada uno de esos logros, y dále la gloria...
"Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: !!Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro" (Apocalipsis 19:1).
Un abrazo de bendición,
JORGE HERNÁN
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