lunes, septiembre 04, 2006

PRUEBEN Y VEAN

"Busqué al Señor, y él me respondió;
me libró de todos mis temores.
Radiantes están los que a él acuden;
jamás su rostro se cubre de vergüenza.
Este pobre clamó, y el Señor le oyó
y lo libró de todas sus angustias.
El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen;
a su lado está para librarlos.
Prueben y vean que el Señor es bueno;
dichosos los que en él se refugian"
(Salmo 34:4-8, NVI)



El Salmo 34 es uno de mis favoritos y me reconforta especialmente en momentos difíciles. Algunas versiones se refieren a él como el salmo de "la protección divina" y su mensaje es, en esencia, que Dios cuida de los suyos. Entiendo que el aferrarme a la verdad revelada para mí en la Palabra de Dios debe ser algo que trasciende mis propias limitaciones y dificultades.


Cuando atravesamos por desiertos es particularmente grato encontrar que buscar el rostro del Señor trae para nosotros al menos los siguientes resultados: 1. Nos libra de todos nuestros temores y angustias; 2. Genera en nosotros una dicha tan grande que nuestros rostros se vuelven radiantes; 3. El ángel del Señor establece su campamento a nuestro alrededor para librarnos de todo ataque del enemigo. Y lo mejor de todo está en el versículo 8, en el que Dios mismo nos invita a probar Su extrema bondad.


En cuanto a lo primero, estoy seguro que todos afrontamos diversos tipos de temores en nuestra vida, desde los más sencillos hasta los más sofisticados. Dicen algunos sicólogos que en el fondo todo temor es una manifestación del miedo a la muerte, pero sea lo que sea lo único absolutamente cierto es que el Señor promete librarnos de todos nuestros temores, no importa cuán bien fundados estén, qué tan arraigados estén en nuestro corazón y nuestra mente, hace cuántos años los padezcamos o qué tanto hayamos hecho por tratarlos. Solo hay una cura posible, y está en Dios. Personalmente, me gusta acercarme a Él como el Padre amoroso que es, a veces sollozando incluso, y decirle: "Papito, abrázame, tengo miedo". Entiendo que Él empieza a trabajar en mí cuando reconozco que lo estoy sufriendo y que necesito desesperadamente su ayuda. Y sé que no falla. Hay temores que son recurrentes, lo sé, pero ninguno estan fuerte como para sobreponerse a la presencia divina en mi vida. Prueba y verás.


Con respecto a lo segundo, es algo más complejo, pero entiendo que cuando el nivel de comunión con Dios crece hasta niveles en los que nuestra intimidad con Él se consolida, la búsqueda de Su rostro trae a mi vida no solo la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7) sino algo más: satisfacción plena que se traduce en dicha. Un rostro radiante es el reflejo del poder y el amor de Dios obrando en nosotros, aún en medio de las más fuertes dificultades. Puedo decir que he experimentado esa sensación en varias ocasiones,aunque tengo que reconocer que en otras no lo he alcanzado por causa de mi propia falta de intimidad.


Y en cuanto a lo tercero, ¡qué maravilloso es saber que Dios es nuestro refugio! No solamente nos quita los temores que se han albergado en nuestra vida por causa de los ataques pasados, sino que nos libra de los ataques presentes y levanta un muro de protección contra los ataques futuros. No hay mejor aliado que el Señor Todopoderoso, Dios de los ejércitos, para guardar mi integridad y protegerme. Con razón dice la Escritura que si Dios está con nosotros, quién contra nosotros (Romanos 8:31).


Hoy te invito a que ores sobre esta Palabra y pidas al Señor que haga en tu vida lo que tiene que hacer para que se cumpla. Da lugar a que la bondad de Dios sea probada en tu vida.


Bendiciones sobreabundantes en Cristo,


JORGE HERNÁN

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