jueves, septiembre 07, 2006

PRUEBA DE FE

A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: "¡Elí, Elí!, ¿lemá sabactani?". Eso quiere decir: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?"
(Mateo 27:46, LBLS)

Sensación de abandono. Jesucristo, el Rey de Reyes, Señor de la creación, la experimentó en la cruz del calvario en medio de una terrible agonía. La debió haber sentido José, preso en una cárcel de Egipto por causa de una injusticia, a pesar de haber visto en sueños aún a sus hermanos postrándose ante él. Muy seguramente la experimentó Abraham, en su penoso viaje hacia el monte de Moriah para sacrificar a su hijo, fruto de la promesa divina y compañía suya en la vejez. La debió haber vivido Job, viendo cada día como las cosas iban de mal en peor a pesar de ser él un hombre justo.

Esa misma sensación la experimentaron grandes héroes de la fe de los cuales nos habla el autor de Hebreos: "Mucha gente se burló de ellos y los maltrató, y hasta los metieron en la cárcel. A otros los mataron a pedradas, los partieron en dos con una sierra, o los mataron con espada. Algunos anduvieron de un lugar a otro con ropas hechas de piel de oveja o de cabra. Eran pobres, estaban tristes, y habían sido maltratados" (Hebreos 11:37, LBLS). Y al final del relato se nos dice que ninguno de ellos recibió lo prometido a pesar de alcanzar buen testimonio mediante la fe.

Convertirte en cristiano no cambia las circunstancias de la vida de la noche a la mañana, a pesar de que algunos predican un evangelio exitista y de corte "light"; lo que ciertamente cambia, o al menos debiera cambiar, es la forma de percibir la realidad.

Pero eso no excluye que, al igual que ocurrió con nuestro Señor y con tantos otros hombres y mujeres de fe, en ocasiones sintamos abandono. Pero, como dice Phillip Yancey, "los brazos del Señor son largos y abrazan a aquellos que él ama, no solamente en momentos de prosperidad y alegría, sino especialmente en momentos de tormento" (La Biblia que leyó Jesús, Editorial Vida, 2003, pp.44-45).

Enfrentarse a una enfermedad que parece no mejorar, a una situación de injusticia o abuso, a una crisis matrimonial que aparentemente no tiene salida, a un problema judicial que se enreda cada día más, a una dificultad financiera para la cual no parece haber provisión por ninguna parte...estas y muchas otras situaciones nos dejan en una situación de extrema invulnerabilidad en la que necesitamos de modo especial afianzarnos en nuestra fe, la cual está siendo probada y al mismo tiempo fortalecida.

Cuando nuestro entorno no está respondiendo a las expectativas que tenemos ni a la fe que proclamamos, es fácil hacer el tránsito de la fe ciega a la duda cínica, pero caminar en el centro de la voluntad del Señor supone situarnos en el centro de ambos extremos, y entender como dice un autor que no es Dios quien realmente nos abandona, sino la imagen que nos hemos construido de Él. Una imagen falsa que parte del supuesto de que bajo Sus alas jamás experimentaremos dificultades, y que no corresponde para nada al Dios que se nos revela en las Escrituras.

Sin embargo, la Palabra es clara cuando dice que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Él no cambia. Por lo tanto, sigue siendo amoroso, misericordioso, poderoso, sabio, etc., etc. Y si nuestra confianza está puesta en Dios y nuestra vista centrada en Él, entonces no hay nada que tener. Podemos confiar en que Dios nunca se equivoca y en que su promesa de Romanos 8:28 se cumplirá fielmente en nuestra vida: "Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito" (NVI). Tú y yo sabemos que así es. Así que simplemente, confiemos en Aquel que dio su vida por nosotros, y esperemos que Él haga lo que tiene que hacer cuando tiene que hacerlo.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

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