"Porque El es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo de su prado y las ovejas de su mano.
Si oís hoy su voz,
no endurezcáis vuestro corazón como en Meriba,
como en el día de Masah en el desierto,
cuando vuestros padres me tentaron,
me probaron, aunque habían visto mi obra"
(Salmos 95:7-9, LBLA)
Llevo varias semanas con un callo en mi pie derecho, y en verdad el dolor es algo muy molesto. Como debo caminar diariamente, así sea pocas cuadras, cada paso se convierte en una mortificación increíble. Los callos aparecen en cualquier parte de la piel, generalmente en las manos y los pies, como respuesta a una presión o un roce continuo y consisten en pequeñas zonas redondeadas y duras con un núcleo central que contiene las células cutáneas íntimamente agrupadas. Dicen los entendidos que son un mecanismo de defensa de la piel, y que usualmente aparecen en zonas que se usan con mucha agresividad.
Lo cierto es que cuando empezó la molestia lo comenté con mi esposa quien, tierna y amorosamente se encargó de hacerme la curación necesaria para que no experimentara más esa incomodidad. Me advirtió sin embargo que debía tener cuidado puesto que si no estaba continuamente pendiente el endurecimiento podía ser mayor ya que se genera un nuevo callo sobre la corteza de piel que ya se ha endurecido. Pese a sus consejos, sin embargo, por andar siempre en afanes y carreras, ocurrió lo que ella me había pronosticado así que la última curación me costó más de una lágrima que hubiera podido evitar si hubiera escogido el camino correcto.
y nosotros el pueblo de su prado y las ovejas de su mano.
Si oís hoy su voz,
no endurezcáis vuestro corazón como en Meriba,
como en el día de Masah en el desierto,
cuando vuestros padres me tentaron,
me probaron, aunque habían visto mi obra"
(Salmos 95:7-9, LBLA)
Llevo varias semanas con un callo en mi pie derecho, y en verdad el dolor es algo muy molesto. Como debo caminar diariamente, así sea pocas cuadras, cada paso se convierte en una mortificación increíble. Los callos aparecen en cualquier parte de la piel, generalmente en las manos y los pies, como respuesta a una presión o un roce continuo y consisten en pequeñas zonas redondeadas y duras con un núcleo central que contiene las células cutáneas íntimamente agrupadas. Dicen los entendidos que son un mecanismo de defensa de la piel, y que usualmente aparecen en zonas que se usan con mucha agresividad.
Lo cierto es que cuando empezó la molestia lo comenté con mi esposa quien, tierna y amorosamente se encargó de hacerme la curación necesaria para que no experimentara más esa incomodidad. Me advirtió sin embargo que debía tener cuidado puesto que si no estaba continuamente pendiente el endurecimiento podía ser mayor ya que se genera un nuevo callo sobre la corteza de piel que ya se ha endurecido. Pese a sus consejos, sin embargo, por andar siempre en afanes y carreras, ocurrió lo que ella me había pronosticado así que la última curación me costó más de una lágrima que hubiera podido evitar si hubiera escogido el camino correcto.
Algo paralelo ha venido ocurriendo en mi vida espiritual. Releo la advertencia del salmista, quien empieza por recordarnos cuál es nuestra posición (ovejas) y cuál la del Señor (pastor) para amonestarnos luego y advertirnos del peligro que corremos si permitimos que nuestro corazón se endurezca a pesar de haber visto la obra de Dios. Entiendo entonces que buena parte del dolor y la aflicción que estoy experimentando provienen de no haber tratado el callo a tiempo. La vida me exige "usar" el alma cada día y al exponerla sin el calzado adecuado (revestido siempre del Evangelio) he permitido que mi corazón se endurezca y que sin quererlo haya terminado por asumir una posición desafiante frente al Señor. Como en Meriba, cuando el pueblo clamó por agua, diciendo: "¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?" (Éxodo 17:7b, RV60). Al fallar en mi discernimiento me he concentrado en las dificultades más que en Dios y me he preguntado dónde está Él y cómo es que está obrando. He sido necio y he tratado de asumir el control de situaciones que están mucho mejor en Sus benditas manos. Y ahora duele más.
Debemos evitar que prosperen los callos en nuestra alma. Debemos evitar a toda costa que nuestros ojos se aparten de Él y para ello debemos verdaderamente eestar dispuestos a descansar en Él poniendo nuestras vidas en Sus manos y sabiendo que Él hará. Con amor, poder y sabiduría que nosotros no tenemos.
Por Su gracia, hay un Camino de regreso al Padre que necesitamos no perder de vista. Dios nunca desprecia un corazón contrito y humillado (Salmos 51:17). Siempre tenemos la posibilidad de hacer un ejercicio honesto y sincero de reflexión que nos conduzca al arrepentimiento, cuando el Espíritu Santo ha contristado nuestro corazón (2 Corintios 7:10). Hoy es el día para mí, quizás sea también el tuyo.
Dios te bendiga,
JORGE HERNÁN