VIVIR EN CRISTO
Venimos en uno de tantos procesos
educativos con el Señor, viviendo el módulo “fe y confianza”. Y como no
obtenemos las respuestas que queremos en el tiempo que queremos, le preguntamos
qué puede estar pasando. Y, entre otros, nos lleva a este terrible pasaje (Proverbios
1:24-31): "Pero yo los llamé, y
nadie quiso oírme; les tendí la mano, y nadie me hizo caso; Al contrario,
desecharon todos mis consejos y no quisieron recibir mi reprensión. Por eso, yo
me burlaré de ustedes cuando les sobrevenga la temida calamidad, cuando la
calamidad que tanto temen les sobrevenga como un torbellino; cuando les
sobrevengan tribulaciones y angustias. Entonces me llamarán, y no les
responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Puesto que aborrecen la
sabiduría, y no optaron por temer al Señor ni quisieron seguir mis consejos,
sino que menospreciaron todas mis reprensiones, comerán los frutos de sus
andanzas y se hartarán con sus propios consejos."
Es un pasaje duro pero nos
confronta con la terrible realidad que viven muchas personas que dicen ser
cristianas pero cuyas palabras y actitudes cotidianas desdicen lo que profesan.
A veces, porque simplemente usan el rótulo como parte de una moda pasajera. A
veces, porque persisten en vivir una doble vida obedeciendo al Señor solamente
en lo que les conviene o en aquellas cosas que no contravienen sus “pasiones
carnales, turbios deseos y ostentación orgullosa” (cfr. 1 Juan 2:16, BLPH). Y a
veces porque tienen hábitos ocultos que son abiertamente contrarios a las
enseñanzas del Evangelio. En cualquier caso, ocurre lo mismo: falta de
integridad, incoherencia manifiesta, desconocimiento de la sacralidad del
templo del Espíritu Santo que dice la Biblia que somos. Y cuando uno lleva una
doble vida así, de esa manera, se convierte en un cristiano tibio. De esos que
el Apocalipsis (3:16) advierte que serán vomitados de la boca del Señor.
Releer el pasaje de arriba genera
cuestionamientos. Nos familiarizamos con un Dios misericordioso y lleno de
gracia que escucha nuestras peticiones y nunca nos abandona. Pero, ¿qué ocurre
cuando somos nosotros los que persistimos vivir una vida apartada de los
cánones establecidos en las Escrituras y decidimos hacer del pecado una
práctica habitual sin escuchar los consejos ni las reprensiones de Dios? Que
Dios nos lleva a “comer de los frutos de nuestras andanzas” porque nuestro
andar demuestra que aborrecemos la sabiduría divina y que en el día a día hemos
dado prioridad a nuestro propio plan de vuelo aunque este implique la separación
real de Dios. Y si este es nuestro caso, bien vale la pena que nos
autoexaminemos. Nuestra responsabilidad es mantenernos limpios en nuestro
caminar diario y purificarnos de toda contaminación de manera tal que mi
espíritu se conserve en armónica concordancia como el suyo. Como dijo Oswald
Chambers hace cerca de cien años: “Debes tener seriedad en tu compromiso con
Dios y dejar con gusto todo lo demás. Literalmente, coloca a Dios en primer
lugar”.
Tenemos que decidirnos. Cortar
por completo con el pecado, someternos al Señor en todas las esferas de nuestra
vida pública y privada y desechar todo hábito que no honre y glorifique Su
Santo Nombre. Es el momento de optar por ser verdaderos discípulos, ovejas que
oímos Su voz y Le seguimos (cfr. Juan 10:27).
Escribe Dante Gebel, a propósito:
“O eres cristiano o no lo eres, no hay término medio. No hay espiritualidad prestada.
Dios no tiene nietos. El Evangelio no tiene primos. Si no tomas una decisión,
tarde o temprano, todos sabrán que eres un fraude.”
Me emociona pensar que en la
libertad que Dios me dio tengo la opción de decidir vivir en Cristo una
espiritualidad propia y genuina. Y tú también puedes elegirla. Si hay cosas qué
dejar atrás, es el tiempo para hacerlo.
Bendiciones,
JORGE HERNÁN