“Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”
(Mateo 6:21, NVI)
Esta es una de las citas más famosas de la Biblia, recitada de memoria por miles de creyentes alrededor del mundo y utilizada cotidianamente en campañas evangelísticas, prédicas y escritos cristianos.
Tristemente, es una Palabra que aún no se ha hecho vida en los corazones de muchos, porque en la práctica manejamos a veces prioridades diferentes a las que pregona la Escritura y levantamos altares en un lugar que debería estar reservado para la adoración a Dios. El tema es cotidiano. Recuerdo una mujer que me decía que realmente no concebía la vida sin sus hijas, vivía para ellas y en función de ellas. Y al oirla es inevitable pensar en una causa noble, solo que no responde a las prioridades divinas.
Para otros el primer lugar lo ocupan sus bienes, o sus aficiones, o su trabajo. Decía el pastor Edgardo Peña que no hay realmente un divorcio entre lo que creemos y lo que hacemos, pues finalmente nuestras obras reflejan lo que es nuestro auténtico sistema de valores, y si en ese sistema de valores estamos acumulando tesoros en el lugar equivocado, la realidad es que nos estamos apartando de la voluntad de Dios.
Ni hablar de lo material. Esperaríamos que entre el pueblo cristiano no hubiera resistencia a dar, aunque el Señor mismo nos diga que es preferible dar que recibir. Todavía la cosmovisión mundana nos permea y nos resistimos a soltar lo que nunca fue nuestro y que simplemente se nos confió para que administráramos. Pocos cristianos, como me lo recordaba un querido siervo de Dios anoche, dan demasiado. Por el contrario, la mayoría busca excusas egoístas para focalizarse en sus propios deleites.
¿Dónde está tu tesoro? Vale la pena hacernos una reflexión honesta, abriendo nuestros corazones delante de Dios para pedirle que nos ministre y nos señale el camino correcto. Quizás debamos ajustar nuestro sistema de creencias. Talvez debamos derribar unos cuantos ídolos y limpiar el templo. Probablemente necesitemos aceptar que hemos estado moviéndonos con alguna independencia de la buena, agradable y perfecta voluntad del Señor.
Pero nunca es tarde. Hoy, bajo la guía del Espíritu Santo, podemos empezar a hacernos tesoros en el cielo, como nuestro Rey lo demanda. Aunque tengamos que pagar un precio, bien vale la pena ser sensibles a la dirección del Espíritu y andar en obediencia.
Bendiciones sobreabundantes en Cristo,
JORGE HERNÁN
(Mateo 6:21, NVI)
Esta es una de las citas más famosas de la Biblia, recitada de memoria por miles de creyentes alrededor del mundo y utilizada cotidianamente en campañas evangelísticas, prédicas y escritos cristianos.
Tristemente, es una Palabra que aún no se ha hecho vida en los corazones de muchos, porque en la práctica manejamos a veces prioridades diferentes a las que pregona la Escritura y levantamos altares en un lugar que debería estar reservado para la adoración a Dios. El tema es cotidiano. Recuerdo una mujer que me decía que realmente no concebía la vida sin sus hijas, vivía para ellas y en función de ellas. Y al oirla es inevitable pensar en una causa noble, solo que no responde a las prioridades divinas.
Para otros el primer lugar lo ocupan sus bienes, o sus aficiones, o su trabajo. Decía el pastor Edgardo Peña que no hay realmente un divorcio entre lo que creemos y lo que hacemos, pues finalmente nuestras obras reflejan lo que es nuestro auténtico sistema de valores, y si en ese sistema de valores estamos acumulando tesoros en el lugar equivocado, la realidad es que nos estamos apartando de la voluntad de Dios.
Ni hablar de lo material. Esperaríamos que entre el pueblo cristiano no hubiera resistencia a dar, aunque el Señor mismo nos diga que es preferible dar que recibir. Todavía la cosmovisión mundana nos permea y nos resistimos a soltar lo que nunca fue nuestro y que simplemente se nos confió para que administráramos. Pocos cristianos, como me lo recordaba un querido siervo de Dios anoche, dan demasiado. Por el contrario, la mayoría busca excusas egoístas para focalizarse en sus propios deleites.
¿Dónde está tu tesoro? Vale la pena hacernos una reflexión honesta, abriendo nuestros corazones delante de Dios para pedirle que nos ministre y nos señale el camino correcto. Quizás debamos ajustar nuestro sistema de creencias. Talvez debamos derribar unos cuantos ídolos y limpiar el templo. Probablemente necesitemos aceptar que hemos estado moviéndonos con alguna independencia de la buena, agradable y perfecta voluntad del Señor.
Pero nunca es tarde. Hoy, bajo la guía del Espíritu Santo, podemos empezar a hacernos tesoros en el cielo, como nuestro Rey lo demanda. Aunque tengamos que pagar un precio, bien vale la pena ser sensibles a la dirección del Espíritu y andar en obediencia.
Bendiciones sobreabundantes en Cristo,
JORGE HERNÁN
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