viernes, junio 15, 2012

CONTÉNTATE


“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a estar contento en cualquier situación.  Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que para sufrir necesidad”

(Filipenses 4:11-12)



El contentamiento es lo opuesto a la queja, refleja una actitud del corazón e implica una decisión personal. Elijo estar contento cualquiera que sea mi situación; esto significa que decido no maldecir, no quejarme, no compararme, aceptar que la situación por la que estoy atravesando corresponde a un propósito e invitarme a buscar de la mano de Dios tanto el sentido como la dirección que provienen de ese propósito.

Pero el contentamiento también es enemigo del conformismo. No se trata de resignación, no consiste en aceptar las limitaciones aparentes sin más ni en sacrificar los anhelos, los sueños y los planes en el altar de la conformidad, aceptando simplemente que toda situación es voluntad de Dios y que por lo tanto hay que acatarla. Recordemos que los planes del Señor son perfectos y que Él quiere darnos un futuro lleno de esperanza (ver Jeremías 29:11).

Sin embargo, el contentamiento también se opone a la codicia. De hecho, el deseo excesivo, vehemente y ansioso de poseer algo, particularmente bienes materiales y riquezas, está catalogado como un pecado que refleja exactamente lo contrario al contentamiento. Quien vive así, siempre quiere más para su propio beneficio. Santiago 4:3 reprocha la oración egoísta, fruto de un corazón codicioso. De hecho, las Escrituras utilizan más el término “anhelar” cuando se refieren a un deseo saludable que está alineado con el cumplimiento de la voluntad divina y el propósito del Señor en nuestra vida.

El contentamiento trae consigo paz, felicidad, armonía. Es un antídoto eficaz contra la amargura y el resentimiento porque parte de una perspectiva de vida bajo la óptica de Dios. Él quiere que aprendamos a estar contentos cualquiera que sea nuestra situación, es decir, a entender que muchas de las circunstancias que vivimos son precisamente situacionales, y por ende no reflejan una condición permanente, sino un status temporal, pasajero. Los momentos gozosos, así como los dolorosos, simplemente pasarán.

La Palabra es aún más exigente, pues nos manda a estar “siempre gozosos” (cfr. 1 Tes 5:16). Algunas versiones hablan de  estar “siempre alegres”. El mandato indica que el Señor está hablando de una decisión, no de una emoción. Elegimos estar contentos, decidimos estar gozosos, optamos por estar alegres. El hecho de que el entorno no nos sonría, de que las circunstancias no parezcan propicias, de que las situaciones sean incluso adversas, no tiene realmente que ver con el camino que escogemos. El contentamiento responde a las expectativas de Dios y nos aleja de la perspectiva que pinta la vida como un “valle de lágrimas”.

Oro para que cuando leas estas líneas tomes la decisión correcta. Conténtate.

Bendiciones,



JORGE HERNÁN

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