“No lo digo porque tenga escasez, pues
he aprendido a estar contento en cualquier situación. Sé vivir con limitaciones, y también sé
tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar
satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que para
sufrir necesidad”
(Filipenses 4:11-12)
El
contentamiento es lo opuesto a la queja, refleja una actitud del corazón e
implica una decisión personal. Elijo estar contento cualquiera que sea mi
situación; esto significa que decido no maldecir, no quejarme, no compararme,
aceptar que la situación por la que estoy atravesando corresponde a un
propósito e invitarme a buscar de la mano de Dios tanto el sentido como la
dirección que provienen de ese propósito.
Pero
el contentamiento también es enemigo del conformismo. No se trata de
resignación, no consiste en aceptar las limitaciones aparentes sin más ni en
sacrificar los anhelos, los sueños y los planes en el altar de la conformidad,
aceptando simplemente que toda situación es voluntad de Dios y que por lo tanto
hay que acatarla. Recordemos que los planes del Señor son perfectos y que Él
quiere darnos un futuro lleno de esperanza (ver Jeremías 29:11).
Sin
embargo, el contentamiento también se opone a la codicia. De hecho, el deseo
excesivo, vehemente y ansioso de poseer algo, particularmente bienes materiales
y riquezas, está catalogado como un pecado que refleja exactamente lo contrario
al contentamiento. Quien vive así, siempre quiere más para su propio beneficio.
Santiago 4:3 reprocha la oración egoísta, fruto de un corazón codicioso. De
hecho, las Escrituras utilizan más el término “anhelar” cuando se refieren a un
deseo saludable que está alineado con el cumplimiento de la voluntad divina y
el propósito del Señor en nuestra vida.
El
contentamiento trae consigo paz, felicidad, armonía. Es un antídoto eficaz
contra la amargura y el resentimiento porque parte de una perspectiva de vida
bajo la óptica de Dios. Él quiere que aprendamos a estar contentos cualquiera
que sea nuestra situación, es decir, a entender que muchas de las
circunstancias que vivimos son precisamente situacionales, y por ende no reflejan una condición permanente,
sino un status temporal, pasajero. Los momentos gozosos, así como los
dolorosos, simplemente pasarán.
La
Palabra es aún más exigente, pues nos manda a estar “siempre gozosos” (cfr. 1
Tes 5:16). Algunas versiones hablan de
estar “siempre alegres”. El mandato indica que el Señor está hablando de
una decisión, no de una emoción. Elegimos estar contentos, decidimos estar
gozosos, optamos por estar alegres. El hecho de que el entorno no nos sonría,
de que las circunstancias no parezcan propicias, de que las situaciones sean
incluso adversas, no tiene realmente que ver con el camino que escogemos. El
contentamiento responde a las expectativas de Dios y nos aleja de la
perspectiva que pinta la vida como un “valle de lágrimas”.
Oro
para que cuando leas estas líneas tomes la decisión correcta. Conténtate.
Bendiciones,
JORGE
HERNÁN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario