lunes, julio 14, 2014

AYUDA MI INCREDULIDAD

“Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.”
(Marcos 5:36, RV60)

Me encanta esta cita bíblica. Creo que Jesús me la recuerda de cuando en cuando para que no me desanime. La historia de Jairo, dignatario de la sinagoga, puede tener muchas similitudes con la tuya o la mía. Su hija enfermó gravemente, y este hombre fue a buscar a Jesús a la orilla del lago donde se encontraba predicándole a una multitud. Seguramente se encontraba desesperado y fue a postrarse a los pies de Aquel en quien estaba la solución. Talvez fue su último recurso. La Palabra no lo dice, pero es posible que Jairo hubiera tratado de agotar todas las posibilidades humanamente a su alcance antes de ir en pos del Maestro.

Lo cierto es que Jesús accede a acompañarlo. De camino se detiene un momento por causa de una mujer enferma y en el entretanto la hija de Jairo muere. O eso parece. Porque las realidades físicas no siempre corresponden a las verdades espirituales. Y en este caso, donde todos veían una jovencita difunta Jesucristo veía una niña dormida. Por eso “entró y preguntó: « ¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña no está muerta; sólo duerme»” (Marcos 5:39, NTV). La historia nos dice que los padres, entre asombrados y regocijados, vieron a su hija levantarse a una orden de Jesús, quien les pidió darle comida y guardar absoluto silencio. ¡El milagro había ocurrido y era real! El relato de la hija de Jairo concluye aquí para nosotros pero para ellos la historia apenas empezaba. Ni siquiera la muerte está por encima del Rey de Reyes. ¿No es maravilloso?

No sé cuáles sean tus circunstancias hoy. A lo mejor estás viviendo en un remanso, una época tranquila de tu vida, sin mayores sobresaltos. O de pronto estás atravesando por un momento difícil y complejo, de esos que son como una larga pesadilla que parece no tener fin. O un juego del cual ni siquiera es posible salirse. Esos tiempos de prueba, a través de los cuales el Señor moldea nuestro carácter, son los mejores para afianzar nuestra fe. Y es cuando Jesús nos mira a los ojos, nos sonríe amorosamente y nos dice: “No tienes que hacer nada. Solamente deja a un lado el miedo. Confía en mí. No temas. Cree solamente”.

A veces me cuestiono a mí mismo y me pregunto qué tan sencillo es tener fe cuando la tormenta arrecia, cuando todo parece a punto de desplomarse, cuando las circunstancias adversas parecen monstruos gigantes a punto de devorarnos. Y entonces caigo en la cuenta de que confiar en el Señor, creerle, creer en Su Palabra, tener fe, son cuestiones que simplemente apuntan a una actitud y una decisión del corazón.

Quizás hayas clamado, a veces con lágrimas en tus ojos, y tal vez sientas que no estás siendo escuchado. Pero cuando el salmista dijo “Cuando te llamé, me respondiste, y mi alma desfallecida se llenó de vigor” (Salmo 138:3, RVC) no estaba hablando simplemente de su experiencia particular sino revelándonos un secreto espiritual relacionado con lo que ocurre en la intimidad con Dios. Él me dijo que no tengo porque vivir esclavizado del miedo porque me ha dado un espíritu de adopción (cfr. Romanos 8:15) que me permite llamar Papito a Dios y estar seguro de que mi Padre amoroso que sabe lo que es mejor para mí y tiene el poder para hacer que me ocurra.

En un relato anterior del Evangelio de San Marcos, Jesús increpa a los discípulos por su falta de fe. Y al releerlo, me siento exhortado. Me parece que me está hablando a mí. Que me está recordando que Él es el Todopoderoso y que no pide de mí sino un acto de mi voluntad: creerle. Y que está recordándome con firmeza las palabras que un día escuchó el profeta Isaías: “No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha.” (Isaías 41:10).

Así que no tengo otra alternativa que pedirle que me ayude a superar mi incredulidad. Y elegir en mi corazón la mejor opción: tener fe en Él.


JORGE HERNÁN

viernes, julio 11, 2014

CRISTO EN LO COTIDIANO

"Dios no tiene museos. El único objetivo de la vida es que Su Hijo se pueda manifestar. Y cuando esto ocurre, dejamos de darle órdenes...Estamos aquí para someternos a Su voluntad de tal forma que Su deseo se cumpla por medio de nosotros"

Oswald Chambers, En pos de lo Supremo


Como creyentes, debemos estar atentos a que la vida de Cristo se manifieste en nosotros. Somos vasos de barro en manos del alfarero y en tal condición debemos estar dispuestos a dejar que Él nos moldee y nos talle conforme a Su perfecta voluntad. No se trata de ver qué puede hacer Dios por nosotros sino de encontrar - en comunión con Él - cuál es el lugar que nos ha llamado a ocupar en el Reino. Y esto exige que nos desprendamos de nuestros propios deseos para buscar convertirnos realmente en un instrumento Suyo.

Estamos hablando de una decisión cotidiana, de algo que exige de parte nuestra una rendición diaria, un continuo morir a la carne para que el Espíritu brille. Y de una absoluta honestidad al pararnos frente al Señor para reconocer nuestras faltas y buscar la restauración.

"Pedro le dijo:
—¡Jamás permitiré que me laves los pies!
Respondió Jesús:
—Si no te los lavo, no podrás ser de los míos."
(Juan 13:8, DHH)

Necesitamos ir todo el tiempo a la presencia del Señor para ser lavados de lo que nos ha enlodado en nuestro caminar diario. Porque es necesario que aceptemos que seguimos durante toda nuestra vida terrenal en un proceso continuo de transformación y restauración. A veces creemos efectivamente que Dios tiene museos y nos deleitamos en glorias pasadas, cuando el Señor obró prodigios en nuestras vidas o a través de ellas. Pero estas experiencias simplemente deben servirnos como recordatorio de que el poder y el amor de Dios son reales y han dejado una huella, y como señal de que pueden manifestarse de nuevo de una manera completamente diferente y quizás imprevisible.

En lo cotidiano necesitamos recibir toda la sabiduría de lo Alto para entender la dirección y el propósito de Dios. Y muy seguramente para discernirlos es preciso que vayamos a buscar Su presencia con un corazón humilde, dispuesto y enseñable que entienda que es imprescindible partir de nuestra propia fragilidad e impotencia para dejarse moldear y tallar por la mano del Maestro.

Estamos hablando de intimidad, no de un ejercicio de aprendizaje intelectual ni de la búsqueda frenética de una experiencia sobrenatural de alto impacto que nos derribe como a Pablo para lograr comprender la esencia del Evangelio.
En la sencillez del amor del Padre, en Su abrazo amoroso que encuentro cuando Lo busco, allí es donde están las respuestas.

Como dice la canción de Hillsong: "en reposo, en silencio, sé que tú eres Señor. Al estar en tu presencia, sé que hay restauración." 

Que Dios siga guiando nuestros pasos hoy y siempre.

JORGE HERNÁN