"Pero este precioso tesoro lo guardamos en la vasija de barro que es nuestro cuerpo, y así resulta evidente que el poder maravilloso que está en nosotros no es nuestro, sino única y exclusivamente de Dios. Por eso, aunque los problemas nos acosan, no nos angustian; aunque nos vemos en apuros, no desesperamos; nos persiguen, pero Dios no nos abandona; nos derriban, pero no nos destruyen..."
(2 Corintios 4:7-9, Castilian)
(2 Corintios 4:7-9, Castilian)
Ya perdí la cuenta de cuántas veces en consejerías, predicaciones, charlas o simples conversaciones de cafetería he repetido la frase: "Cuando todo lo demás pase, solo Dios permanecerá". Hace mucho tiempo tengo claro que nuestro trabajo, la profesión que tenemos, nuestro status económico, los amigos que nos rodean, nuestra salud y aún nuestra familia son estrictamente incidentales. Son bendiciones, es cierto, pero lejos de ser lo esencial, son la añadidura.
Y hoy tengo que recordarme a mí mismo esa frase porque quizás estoy atravesando uno de esos momentos absolutamente formativos y maravillosos en el que solamente la certeza de estar en la palma de las manos de mi Señor y la convicción de que Él es mi reposo me permiten avanzar en la vida sin angustiarme, ni desesperarme porque el Dios que nunca me abandona no permitirá que sea destruido.
El otro día describía mi experiencia con Dios como una montaña rusa y en general, así es la vida. Es natural que tenga altibajos, y usualmente hay crestas seguidas de valles. Cuando estamos en la cima de la cresta y todo parece sonreirnos, a veces perdemos esta perspectiva. Los momentos de gozo y el sentir que las cosas nos están saliendo bien, y a veces más que bien, nos hacen olvidar rápidamente, o al menos archivar en el disco duro de nuestra memoria, los instantes amargos y los desiertos por los que hemos transitado. Una visión centrada, sin embargo, nos ayudará a recordar el curso normal de la vida y a comprender que los altibajos hacen parte del libreto.
Sea que tú, que estás leyendo estás líneas, vayas cuesta arriba o estés descendiendo desde la cima, no olvides que estás en las manos de Dios y que Su voluntad es buena, agradable y perfecta según lo que establece Romanos 12:2. En la palma de Su mano tú y yo estamos seguros. Es un buen momento para que lo tengamos presente.
Personalmente, quiero hacerte hoy una petición. Ora por mí, para que este tiempo siga siendo dirigido por Dios y todo se aclare. Yo oro por tí, para que el Señor te fortalezca y anime, y todas las cosas te salgan bien.
Bendiciones,
JORGE HERNÁN