"El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia"
(Juan 10:10, RV60)
¿Qué clase de vida quieres disfrutar aquí y ahora? Muchos nos hemos quedado con el paradigma de una vida plena que comienza después de la muerte. Pero la vida abundante y eterna de la que habla el Señor empieza para nosotros una vez le aceptamos y recibimos como Señor y Salvador de nuestras vidas. No tienes que esperar para "pasar a mejor vida", mejor disfrútala desde ya.
La calidad de vida de la que tanto se habla hoy alcanza su óptimo cuando vivimos en Cristo y somos llenos de su amor que excede tono conocimiento. Por algo dice la Escritura que en Él estamos completos (Colosenses 2:10). Esto significa que cuando alcanzamos comunión con Él y llegamos a la perfecta unidad, ya nada nos falta.
La vida cristiana es mucho más que congregarse bajo la cobertura de una determinada denominación, es mucho más que leer la Biblia e incluso tener un tiempo devocional todos los días, es mucho más que orar y adorar...de hecho, todo lo anterior surge de la realidad de una experiencia personal, vívida y real con Dios que nada ni nadie nos puede arrancar ni controvertir. Esa experiencia traducida en cotidianeidad es la que genera en nosotros transformaciones profundas de adentro hacia afuera y es la que sin duda nos lleva a ser verdaderamente discípulos de Cristo. Tristemente, a veces nos quedamos en la superficie, andando en un cristianismo mediocre en el cual desperdiciamos bendiciones por no estar suficientemente preparados para canalizarlas.
Si es el deseo de tu corazón, te invito conmigo a repetir esta breve oración: "Señor, allana el camino en mi corazón para que pueda hacer de él tu casa de habitación y para que así mismo pueda yo morar para siempre en Tu presencia. Yo en tí y Tú en mí, como siempre lo anhelaste. Quiero vivir una vida plena y abundante, porque para eso viniste y yo deseo que este plan tuyo se haga realidad en mí. Te alabo Cristo. Amén".
Que la gracia de Dios siga llenándote,
JORGE HERNÁN
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