“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.”
(Isaías 43:1-2, RV60)
Esta mañana mi esposa y yo fuimos ministrados tremendamente por el Señor a través de una persona muy cercana, y lo que aprendimos es algo digno de compartir. Nos habló de Daniel y su paso por el horno de fuego. La historia está en Daniel 3 y relata que cuando el profeta y sus compañeros se negaron a adorar la estatua de Nabucodonosor fueron arrojados como castigo al horno de fuego y aún quienes los alzaron murieron calcinados. Sin embargo, ellos salieron intactos y sin oler siquiera, demostrando la contundente veracidad de aquella poderosa respuesta que le habían dado al rey: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará” (v.17). Cualquier otro habría salido calcinado, pero no Daniel y sus amigos. Ellos contaban con el favor de Dios. Y Dios no prometió evitarles el paso por el fuego, pero sí librarlos de una muerte segura. Dentro del horno experimentaron altas temperaturas, y sabe Dios qué otro tipo de sensaciones de ahogo, sofoco, en fin...lo cierto es que el Señor no les evitó la prueba, pero los sacó victoriosos de la misma.
A veces como creyentes cometemos el error de pensar que no experimentaremos dificultades. Pensamos que una vida victoriosa está quizás exenta de sufrimientos y momentos adversos. Pero eso no es lo que dice la Palabra. La cita de Isaías con la que empezamos esta reflexión garantiza que vamos a vivir tiempos en los que vamos a sentirnos con el agua hasta el cuello...pero el Señor estará con nosotros, y los ríos no nos anegarán. Aún en estas circunstancias no pereceremos ahogados sino que saldremos a flote. Nos sentiremos al límite de nuestras fuerzas, pero sobreviviremos.
Lo mismo dice la cita con respecto al fuego. No nos quemaremos, aunque sintamos que estamos por hacerlo. Hay y habrá circunstancias en las que sintamos que nos estamos quemando pero el Señor nos sacará al otro lado. Otros terminarán achicharrados en circunstancias como las nuestras, pero nosotros no. Saldremos adelante.
Las Escrituras también nos garantizan que habrá momentos tan duros que el salmista dijo “aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Salmos 23:4). La constante es la misma: la presencia de Dios jamás nos abandonará. El entorno puede ser diferente, Dios no: Él siempre será el mismo. Poderoso y amoroso.
Ese es el Dios en quien confiamos. Y cuando entendemos que ser sus hijos no es garantía de que no atravesaremos por malos momentos, sino de que contaremos con Él a cada instante, aprendemos a aceptar los tiempos de prueba como tiempos de propósito en el proceso de formación que Dios tiene para nosotros. Es parte del precio que tenemos que pagar, simple y llanamente. Lo importante es que recordemos que siempre hay un nuevo amanecer en Cristo y, como me dijo un pastor ayer, “recuerda: los mejores tiempos están por venir”.
El Dios a quien servimos puede librarnos del fuego ardiendo, y de toda mano nos librará. Confiemos en Él.
Con el amor de Cristo,
JORGE HERNÁN
(Isaías 43:1-2, RV60)
Esta mañana mi esposa y yo fuimos ministrados tremendamente por el Señor a través de una persona muy cercana, y lo que aprendimos es algo digno de compartir. Nos habló de Daniel y su paso por el horno de fuego. La historia está en Daniel 3 y relata que cuando el profeta y sus compañeros se negaron a adorar la estatua de Nabucodonosor fueron arrojados como castigo al horno de fuego y aún quienes los alzaron murieron calcinados. Sin embargo, ellos salieron intactos y sin oler siquiera, demostrando la contundente veracidad de aquella poderosa respuesta que le habían dado al rey: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará” (v.17). Cualquier otro habría salido calcinado, pero no Daniel y sus amigos. Ellos contaban con el favor de Dios. Y Dios no prometió evitarles el paso por el fuego, pero sí librarlos de una muerte segura. Dentro del horno experimentaron altas temperaturas, y sabe Dios qué otro tipo de sensaciones de ahogo, sofoco, en fin...lo cierto es que el Señor no les evitó la prueba, pero los sacó victoriosos de la misma.
A veces como creyentes cometemos el error de pensar que no experimentaremos dificultades. Pensamos que una vida victoriosa está quizás exenta de sufrimientos y momentos adversos. Pero eso no es lo que dice la Palabra. La cita de Isaías con la que empezamos esta reflexión garantiza que vamos a vivir tiempos en los que vamos a sentirnos con el agua hasta el cuello...pero el Señor estará con nosotros, y los ríos no nos anegarán. Aún en estas circunstancias no pereceremos ahogados sino que saldremos a flote. Nos sentiremos al límite de nuestras fuerzas, pero sobreviviremos.
Lo mismo dice la cita con respecto al fuego. No nos quemaremos, aunque sintamos que estamos por hacerlo. Hay y habrá circunstancias en las que sintamos que nos estamos quemando pero el Señor nos sacará al otro lado. Otros terminarán achicharrados en circunstancias como las nuestras, pero nosotros no. Saldremos adelante.
Las Escrituras también nos garantizan que habrá momentos tan duros que el salmista dijo “aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Salmos 23:4). La constante es la misma: la presencia de Dios jamás nos abandonará. El entorno puede ser diferente, Dios no: Él siempre será el mismo. Poderoso y amoroso.
Ese es el Dios en quien confiamos. Y cuando entendemos que ser sus hijos no es garantía de que no atravesaremos por malos momentos, sino de que contaremos con Él a cada instante, aprendemos a aceptar los tiempos de prueba como tiempos de propósito en el proceso de formación que Dios tiene para nosotros. Es parte del precio que tenemos que pagar, simple y llanamente. Lo importante es que recordemos que siempre hay un nuevo amanecer en Cristo y, como me dijo un pastor ayer, “recuerda: los mejores tiempos están por venir”.
El Dios a quien servimos puede librarnos del fuego ardiendo, y de toda mano nos librará. Confiemos en Él.
Con el amor de Cristo,
JORGE HERNÁN
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