lunes, marzo 10, 2008

NO SEAMOS COMO PEDRO

"Como una hora más tarde, otro lo acusó:
-Seguro que éste estaba con él; miren que es galileo.
—¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro.
En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo.El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.» Y saliendo de allí, lloró amargamente."
(Lucas 22:59-62, NVI)


Creo haber leído el relato de la negación de Pedro decenas de veces. Siempre me sorprendió ver que alguien tan cercano al Señor como él se atreviera a negarlo (sin duda por temor) a pesar de las firmes advertencias de Jesús. También me impactó siempre la amorosa invitación a la restauración que Jesucristo le formuló en Juan 21.

Sin embargo, lo que no había notado es que con más frecuencia de la que quisiéramos los seres humanos tendemos a comportarnos como Pedro.

Negamos a Jesús con nuestra manera de vivir, pareciera que no nos hemos despojado del viejo hombre y conservamos hábitos y costumbres que no reflejan para nada al Cristo vivo que habita en nosotros.

Negamos a Jesús con nuestras palabras y nuestra manera de hablar, a veces por el lenguaje que empleamos y a veces por las cosas que decimos y que seguramente no nos atreveríamos a decir si tuviéramos la conciencia plena de que Jesús está oyendo nuestras conversaciones.

Negamos a Jesús con nuestros pensamientos, dejando en ocasiones que el enemigo gane terreno allí donde siempre trata de fortalecerse: en nuestra mente. Y al permitírselo, empezamos a abonar ese terreno para el pecado.

La mirada penetrante del Nazareno hizo que Pedro llorara amargamente. Y cada vez que tú y yo lo negamos con lo que pensamos, decimos, hacemos o dejamos de hacer, sus ojos llenos de ternura pero también de vigor también nos están mirando y confrontando nuestro corazón: "¿No dijiste que nunca me ibas a negar?"...

Quizás tú y yo debamos revisar algo en nuestro diario vivir hoy. En lo que somos y en lo que reflejamos. Sus ojos están puestos en nosotros...

Bendiciones sobreabundantes,

JORGE HERNÁN



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