martes, marzo 11, 2008

SEAMOS COMO PEDRO

"Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, el hermano de Jacobo, y los llevó aparte, a una montaña alta"
(Mateo 17:1, NVI)

Hace unos días escribí sobre el peligro de negar a Cristo en nuestra vida cotidiana. No seamos como Pedro, titulé la reflexión. Sin embargo, este valeroso hombre de Dios tenía por lo menos cuatro características dignas de ser imitadas y en las que hoy te invito a meditar, a fin de que pidamos al Padre que en estos aspectos moldee nuestra vida y afine nuestro carácter. No en vano el Señor lo honró con su amistad y su cercanía personal.

1. Pedro sabía quién era el Señor. Cuando dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mateo 16:16) estaba condensando en una frase toda una revelación personal acerca de quien era Jesús. Aunque decimos caminar con Él, a veces pareciera que no Le conocemos lo suficiente como para entender cuál es el Dios con el que nos estamos relacionando: el Hijo de Dios hecho hombre y ungido para traernos salvación y junto con ella miles de bendiciones más. Esta revelación es el fundamento del Evangelio. El mismo discernimiento de la persona de Jesús se refleja en otra frase célebre del apóstol: "Señor... ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan 6:68).

2. Pedro compartía con denuedo el mensaje de salvación. En los primeros capítulos del libro de los Hechos vemos a este otrora rudo pescador hablando a las multitudes con una sabiduría que solo podía proceder de Dios y una especial unción evangelística. Había sanidades y milagros pero lo más importante es que el corazón de la gente era tocado, la palabra de Pedro confrontaba a las personas y las invitaba al arrepentimiento y al comienzo de una nueva vida. Sin duda, se notaba que había estado con Jesús (Hechos 4:13).

3. Pedro era obediente en extremo. Luego de pasar por la experiencia de la negación y la posterior restauración, en más de una ocasión (Hechos 4:19, 5:29) manifestó la necesidad imperiosa que tenemos los creyentes de obedecer a Dios antes que a los hombres. Aprendió con profundo dolor que el "qué dirán" no tiene validez alguna cuando se trata de servir a los propósitos del Reino. Incluso terminó sus días en una muerte dolorosa, pasando siempre por encima de las conveniencias formales. El mismo que cuestionó ciertos alimentos porque le parecían inmundos terminó predicando el Evangelio a los gentiles y comiendo con ellos después de que el Señor mismo le dijera: "Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro" (Hechos 10:15).

4. Pedro era un hombre lleno del Espíritu Santo. Él era una fuerza viva en su ministerio, y así lo vemos a lo largo del Nuevo Testamento. Dios obró maravillas a través de Pedro y eso fue posible gracias a esta comunión íntima con el Espíritu y a la llenura de Él en su vida. El Pedro que vemos crecer y fortalecerse a lo largo del libro de los Hechos tenía en el Espíritu a un compañero inseparable que era su guía y su luz en el servicio.

En fin, el modelaje del carácter de Cristo en mi vida debe producir las transformaciones necesarias para que en estas cosas pueda yo ser como Pedro...

Dios te siga usando cada día más,

JORGE HERNÁN

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