viernes, julio 24, 2009

OREJAS DE PESCADO

"Como no me escucharon cuando los llamé, tampoco yo los escucharé cuando ellos me llamen —dice el Señor Todopoderoso."
(Zacarías 7:13, NVI)

Dice el refrán popular que no hay peor sordo que el que no quiere oir ni peor ciego que el que no quiere ver. Es decir, la enfermedad es más grave cuando responde a un mero acto de la voluntad. Sordos y ciegos por elección, por conveniencia. Es preferible hacer de cuenta que no oímos antes que reconocer que lo que nos están diciendo nos confronta y nos sacude.

El Chavo del Ocho repetía incesantemente "Yo no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado", cuando no quería ser molestado con las palabras agresivas de los habitantes de la vecindad. El problema es que aún hoy parecería que nosotros seguimos enarbolando esta frase como estandarte cuando nos empeñamos en caminar confome a nuestra voluntad y en contravía de lo que Dios realmente quiere y sueña para nuestra vida.

El anhelo de cualquier creyente debería ser vivir en el centro de la santa, perfecta y agradable voluntad de Dios. Pero el deber ser se estrella crudamente con la realidad. El Padrenuestro, en su más degradada y egoísta versión, suplica: "Hágase mi voluntad en la tierra como en el cielo". Quisiéramos que el Dios bombero al que acudimos en medio del incendio acudiera presuroso a satisfacer nuestros caprichos, olvidando lo que el memorable tío de "La vida es bella" interpretado magistralmente por Giustino Durano, dijo en la película: "Servir es el arte supremo, Dios sirve al hombre, pero no es su sirviente".

Contrario al ideal, el ser humano se empeña en vivir a su manera. Aunque no sea santa, pero sí imperfecta y aún a veces desagradable. Y Dios nos habla de todas las formas posibles, a través de su Palabra, de las circunstancias, de terceros, esperando una respuesta positiva de parte nuestra que con frecuencia tarda mucho en oir. Nos llama, susurra dulcemente nuestro nombre pero las orejas de pescado nos inducen a escuchar solo lo que queremos oir, lo que absurdamente creemos que nos conviene. Como si el que realmente lo supiera no fuera Él.

Cuando me miro al espejo, tengo que reconocer que padezco de sordera selectiva, que he tomado la decisión de hacerme el loco y no escuchar muchas cosas que Él me ha querido decir, incluso a gritos. Me ha hablado, incansablemente, pero yo he persistido en mi terquedad y he hecho de cuenta que no me está diciendo nada. Total, es preferible autoengañarme diciendo que no he obrado porque nadie me ha dicho que lo haga. Santiago 4:17 (LBLS) dice: "Si ustedes saben hacer lo bueno y no lo hacen, ya están pecando", así que cuando yo elijo la opción de las orejas de pescado estoy no solamente endureciendo mi corazón y oscureciendo mi entendimiento, también estoy pecando por omisión. Al no querer oir a Dios, me estoy apartando de Su voluntad y empeñándome en transitar por un camino que no es el Suyo.

"Me dice que me ama" es una preciosa canción de Jesús Adrián Romero en la que nos comparte cómo el Señor se esmera en hacernos saber de mil maneras cuánto nos ama. De esa misma forma, cada vez que nos tiene que decir algo, el Señor se encarga de expresárnoslo a través de los canales adecuados. Y nos lo dice. Sin palabras o con ellas. A veces de labios de quien menos lo esperamos. O en medio de una canción. O de una película. Él sabe como hacerlo. Pero tenemos un Dios increíblemente respetuoso del libre albedrío que nos regaló. Y no va a forzarnos a obedecerlo, ni siquiera a escucharlo si no queremos hacerlo. Así que cuando tomamos la decisión de cerrar nuestros oídos, Él la respeta y nos deja actuar en consecuencia. Inclusive nos permite equivocarnos, así las consecuencias de nuestras erradas decisiones sean dolorosas y sea más difícil rehacer el camino. Son las reglas del juego de nuestro Amado Creador.

Pero hay algo peor, cuando optamos por taparnos los oídos, como dice Zacarías 7:11, y es que corremos el riesgo de que, como hizo el Señor con el terco pueblo de Israel, algún día escuchemos la advertencia: "Como no me escuchaste cuando te llamé, tampoco te escucharé cuando me llames"...Talvez la mejor alternativa sea despojarnos de las orejas de pescado y decidirnos de una buena vez, no solo a escucharlo sino a obedecerlo. A poner en práctica Sus enseñanzas. A actuar.

Siempre es un buen momento para el arrepentimiento genuino y sincero, para enderezar nuestros pasos, para quebrarle el espinazo a la tibieza, para arrancar la maleza que brotó por causa de las malas semillas que una vez sembramos y disponernos a recibir el perdón sanador de Dios, Su limpieza y restauración.

Sólo Dios sabe si has estado "haciéndote el loco", o tapándote los oídos para no oir lo que Él quiere decirte con respecto a tu vida en general o a alguna situación en particular. Pero quizás hoy es el momento para que dejes de hacerlo, vayas a Su presencia, te postres y reconozcas tu terrible error. Sus brazos amorosos están esperándote para decirte que te ama, una y otra vez, a pesar de tus fallas y desaciertos, de tus pecados y tus equivocaciones. Yo voy a hacerlo. Creo, como David, que aun corazón contrito y humillado Dios no lo despecia (Salmo 51:17), y que hoy es el día para empezar a vivir la mitad de mi vida. La mejor mitad. Probablemente sea el día para tí también. Si es así, dondequiera que estés, acepta esta invitación al reencuentro.

Recibe un enorme abrazo de bendición,

JORGE HERNÁN

jueves, julio 23, 2009

CUIDANDO LOS CROTONES

"Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto"
(Colosenses 3:14, NVI)

Hace un par de días mi esposa y yo cumplimos veinte años de matrimonio, y el regalo que me dio tocó sensiblemente mi corazón. Sin adornos, sin lazos, sin empaques de ningún tipo, me entregó una hermosa planta de hojas multicolores acompañada de una tarjeta que decía más o menos: "el nombre lo pones tú...es tu regalo, y está en tí el cuidarla y verla florecer o marchitarse....solo necesita un poco de agua, luz y viento...no mucho, solo lo necesario...de tí depende que la veas sonreir o marchitarse...tú eliges".

Estas palabras son mucho más allá que una hermosa metáfora de la relación matrimonial. Aprendí hace años que el amor se construye y desde el púlpito más de una vez exhorté a quienes me escuchaban a cultivar diariamente la relación de pareja alimentándola con cariño y delicadeza; sin embargo, en lo personal debo reconocer que me veo confrontado y que debo revisar mi actitud pero sobre todo mi corazón.

Sin embargo, recuerdo también que la relación matrimonial es un tipo o un modelo de la relación de Jesús con su iglesia. Me tardó años interiorizar la expresión "bodas del Cordero" pero finalmente comprendí que, al igual que cualquier enamorado, el anhelo máximo del Señor es compartir una intensa relación de amor con su novia, la iglesia de Cristo, por toda la eternidad. Y que nuestra parte es cultivar diariamente esa relación, respondiendo al amor que Jesús muestra por nosotros cada día. "El amor de Cristo nos obliga" dice Pablo en 2 Corintios 5:14 (NVI).

La planta que me regaló mi esposa es un croton. Y dicen los entendidos que es una planta más bien delicada, que requiere un especial cuidado. Así, en cuanto a luz, la iluminación debe ser intensa para mantener vivos los colores. Mi relación con Dios me exige apartarme de la oscuridad y procurar claridad y transparencia en mis actos cotidianos. La falta de luz hace palidecer las hojas del croton, y también mi vínculo con el Señor.

Es importante también que no se produzcan cambios bruscos de temperatura. La clave del éxito, dicen, reside en una temperatura uniforme. Los vaivenes en mi comunión diaria afectan la relación. Cuando me dejo llevar por las circunstancias y son las emociones las que gobiernan la relación, el efecto es el mismo que tienen las corrientes fuertes de aire sobre los crotones. La planta se daña. La intimidad con Cristo se ve socavada. Pierde fuerza y vigor.

Pero el croton necesita también mucha humedad y riego. Puede marchitarse y aún arrugarse fácilmente si se expone a ambientes secos y si no es irrigado. Igual sucede cuando mi relación con Dios se vuelve desértica, seca. Aún cuando se torna religiosa, lo cual es un enorme peligro latente para cualquier creyente. Caemos con facilidad en los ritualismos y olvidamos que un Dios vivo demanda una interacción viva.

La planta debe ser fertilizada también desde el comienzo, y de manera regular. Así como la relación de pareja se abona con detalles, caricias, palabras, tiempo y actos serviciales, mi intimidad con Dios implica una decisión activa de amar de parte mía que se traduzca en manifestaciones semejantes. Esperamos con frecuencia que el Señor sea "especial" con nosotros, pero olvidamos que el tema es bidireccional.

Necesitamos aprender muchas cosas en cuanto a nuestra relación con Dios. Estamos llamados a revestirnos de amor, el vínculo perfecto, para que sea el amor el que rija nuestra relación con Dios y a partir de ella, todas nuestras demás relaciones. Alguna versión de la Biblia dice en el versículo que encabeza esta reflexión que el amor "es el mejor lazo de unión". Pero vivirlo realmente exige todo de nosotros, no simple palabrería ni rutinas vacías. El cuidado deliberado e inteligente no es solo una opción si realmente nos interesa mantener viva la llama.

Que Dios nos permita revestirnos verdaderamente de amor.

JORGE HERNÁN

viernes, julio 10, 2009

DEMETRIO

"Porque cierto platero que se llamaba Demetrio, que labraba templecillos de plata de Diana y producía no pocas ganancias a los artífices, reunió a éstos junto con los obreros de oficios semejantes, y dijo: Compañeros, sabéis que nuestra prosperidad depende de este comercio. Y veis y oís que no sólo en Efeso, sino en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido a una gran cantidad de gente, y la ha apartado, diciendo que los dioses hechos con las manos no son dioses verdaderos. Y no sólo corremos el peligro de que nuestro oficio caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Diana se considere sin valor, y que ella, a quien adora toda Asia y el mundo entero, sea despojada de su grandeza."
(Hechos 19:24-27)

Conozco a Demetrio. Es aquel que ha hecho de la religión un negocio, no le interesa realmente cuánto pueda alguien acercarse a Dios sino de que manera explotar su necesidad espiritual para reemplazarla por un falso sustituto, por una devoción mecánica, por un rito vacío. Sabe que "su prosperidad depende de ese comercio" y vive y se lucra a punta de la ignorancia de quienes no han logrado conectarse con un Dios vivo.

Conozco a Demetrio. Es aquel cuyo máximo interés que la gente siga venerando a los grandes dioses de este mundo: el poder, el dinero, el status. No quiere que "su oficio" caiga en descrédito porque mientras las personas sigan poniendo sus ojos en estos distractores que los apartan del Dios verdadero van a experimentar una sensación de vacío cada vez mayor que van a buscar llenar de la manera que sea precisa con tal de complacer a sus dioses: volviéndose adictos al trabajo, en el mejor de los casos. Sobornando, chantajeando, mintiendo. Prostituyendo. Cometiendo delitos de cuello blanco y de los otros. Robando. A veces matando. Lo importante es que los dioses se sientan satisfechos.

Conozco a Demetrio. Es aquel que trabaja cuidadosamente en las imagenes necesarias para alimentar a la Diana de la sensualidad. Sutilmente se desliza en la publicidad, los medios audiovisuales...Es incansable en su tarea de despertar la animalidad de los pecados capitales. Finalmente, ese es su negocio. Se ocupa de decirte que te volviste aburrido, mojigato, santurrón o cualquier otro adjetivo con el que siente que puede descalificarte cuando procuras tener una relación con Dios. Al fin y al cabo está corriendo el riesgo de que la gente termine por pensar que estas cosas carecen de valor.


Conozco a Demetrio. Pero también a Pablo, quien señala que solo hay UN CAMINO, desenmascara a los falsos dioses y aparta a las personas de las sendas que aunque parecen derechas, "su fin es camino de muerte". En la vida, solo tenemos tres opciones: ser como Demetrio, ser como uno de sus fieles seguidores, o ser como Pablo. La decisión está en nuestras manos. Y no parecería tan difícil de tomar. En un mundo hambriento y sediento de respuestas verdaderas, la elección adecuada es ser imitador de Pablo.

¿Qué vas a hacer hoy?

JORGE HERNÁN


viernes, julio 03, 2009

EN UN RINCÓN DE LA CABAÑA

"...ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro"
(Romanos 8:39, RV60)

Una muy querida amiga me hizo un extraordinario regalo de cumpleaños: un libro, pero no uno cualquiera, sino uno que realmente siento que nace del corazón de Dios pues aparte de ser un relato apasionante en lo que tiene que ver con su trama y argumentación, revela de un modo absolutamente sorprendente el amor de Dios. Detrás de cada palabra, en lo personal, sentí el susurro del Espíritu Santo y entendí muchas cosas de mi vida en una forma en la que nunca antes lo había podido percibir.

"La Cabaña" ("The Shack", en su versión original inglesa) es una extraordinaria novela que refleja de manera admirable el corazón de Dios. Escrita por William Paul Young, originalmente pensando en sus hijos, se ha convertido en un bestseller que está siendo utilizado por el Señor para tocar corazones y transformar vidas.

Su autor, nacido en Canadá, pasó sin embargo los primeros años de su niñez junto con sus padres misioneros en Nueva Guinea, donde ellos ejercían su ministerio entre la tribu Dani. Esta experiencia marcó significativamente su vida. De vuelta al Canadá, concluyó sus estudios secundarios e ingresó a la Universidad donde terminó sus estudios religiosos y obtuvo un grado summa cum laude en el Werner Pacific College. Luego de ésto se dedicó a trabajar para sí mismo y para otros en diversas industrias. Actualmente gerencia una pequeña compañía y comparte su tiempo con su familia y amigos, aunque el éxito de su obra le ha dado una nueva dimensión a su vida. En su página de Internet, escribe: "Para mí, todo está relacionado con Jesús y el Padre y el Espíritu Santo, y las relaciones, y la vida es una aventura de fe vivida un día a la vez. Cualesquier aspiración, visión y sueños murieron hace tiempo y no tengo absolutamente ningún interés en revivirlos (en cualquier caso apestarían). Finalmente me di cuenta de que no tenemos nada que perder viviendo una vida de fe. Disfruto más de cada minuto de lo que parece apropiado, pero amo la vastedad de la gracia y la presencia de mi Papá. Para mí, todo lo que importa en mi vida, está perfecto".

No quiero contarte ni una sola línea del libro, creo honestamente que perdería su encanto. Solamente sé que si lo abordas con mente abierta y sin prejuicios, te vas a encontrar viviendo la aventura de fe que es la vida y comprendiendo un poco más acerca de la naturaleza de un Dios que es tan perfectamente sabio que sabe qué es lo mejor tu vida, tan absolutamente amoroso que desea lo mejor para tí y tan completamente poderoso que tiene el poder para hacer que las cosas pasen.

Simplemente te invito a releer el versículo con el que empecé esta reseña. Recuerda que no existe nada en el mundo que te pueda separar del amor de Dios y que en toda circunstancia eso es algo que necesitas y debes tener presente. Talvez es lo único realmente cierto que si faltara quitaría todo sentido a tu vida. Y a la mía. Pero mientras nos mantengamos fluyendo en una cálida y verdadera relación de amor, no tenemos nada que temer y podemos experimentar la seguridad que solamente el Señor otorga.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN