"Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia"
(Filipenses 1:21, RV60)
Releo estas palabras de Pablo, que la mayoría de los cristianos recitamos casi que de memoria y me resulta inevitable pensar en lo poco que a veces realmente interiorizamos la Palabra de Dios.
Supongamos que esta mañana veo en una publicidad un automóvil que me llama mucho la atención, así que voy al concesionario más cercano y pido verlo. El vendedor, amablemente, me pregunta exactamente qué es lo que quiero. El asunto es que - al menos en los vehículos denominados "de gama baja" y "de gama media" - normalmente hay una "versión básica" cuyo precio es el que anuncian los diarios y dependiendo de lo que yo quiera puedo encontrar una "versión full" que puede incorporar cosas como sunroof, cojinería de cuero, elevavidrios eléctricos, etc. Si, finalmente lo que yo necesito es algo para movilizarme, sin demasiados lujos, y si además mi presupuesto es limitado, probablemente optaré por la "versión básica". Al fin y al cabo, todos los accesorios son suntuarios, un valor agregado que me aporta comodidad y quizás algo de lujo, pero al mismo tiempo algo totalmente prescindible.
Lo triste es que para muchos de nosotros Cristo es un "valor agregado", exactamente igual a los accesorios del automóvil. Ayer, en un muy grato tiempo de edificación mutua, un amigo me compartió esta idea que me pareció devastadoramente confrontante, y voy a tratar de explicarla con mayor profundidad. Pablo dice que la vida ES Cristo, lo cual es compatible con el mandato de amarle con TODO nuestro corazón y TODA nuestra alma. El problema es que con frecuencia los creyentes actuamos como si viviéramos la "versión básica" de nuestra vida, a la cual le sumamos un "plus" que es Cristo, lo cual nos permite ser mejores personas (o al menos así lo creemos) haciendo las cosas que se supone hace la gente "buena". Nos aferramos a la doctrina bíblica pero en la práctica tratamos de realizar buenas obras como si ellas nos permitieran ganar puntos en el Cielo. Olvidamos lo que dicen Bob Sjogren y Gerald Robison en su libro Teología de Perros y Gatos: "Ahora me doy cuenta que cuando vaya a las olimpiadas celestiales, no recibiré ninguna medalla. Jesús recibirá la medalla de oro por el 100% del trabajo, y yo ni siquiera estaré en el pódium. ¡Toda la gloria es para Dios!" (Bogotá, CLC, 2008, pág. 156)
Aquí hay un asunto crítico, sobre el cual hemos venido hablando. Cuando el enfoque de mi vida es como el que acabo de describir, en la práctica cotidiana estoy abandonando el cristocentrismo al cual me llama Dios para vivir egocéntricamente, como si todo se tratara de mí. La defensa natural, inconscientemente, son las obras: "No, para mí la vida sí es Cristo - diremos - si yo voy siempre a la iglesia, leo la Palabra, oro, tengo un tiempo devocional con Dios, diezmo y ofrendo, etc., etc.". Este discurso habla de lo que hacemos, no de lo que vivimos ni menos aún de lo que somos.
(Filipenses 1:21, RV60)
Releo estas palabras de Pablo, que la mayoría de los cristianos recitamos casi que de memoria y me resulta inevitable pensar en lo poco que a veces realmente interiorizamos la Palabra de Dios.
Supongamos que esta mañana veo en una publicidad un automóvil que me llama mucho la atención, así que voy al concesionario más cercano y pido verlo. El vendedor, amablemente, me pregunta exactamente qué es lo que quiero. El asunto es que - al menos en los vehículos denominados "de gama baja" y "de gama media" - normalmente hay una "versión básica" cuyo precio es el que anuncian los diarios y dependiendo de lo que yo quiera puedo encontrar una "versión full" que puede incorporar cosas como sunroof, cojinería de cuero, elevavidrios eléctricos, etc. Si, finalmente lo que yo necesito es algo para movilizarme, sin demasiados lujos, y si además mi presupuesto es limitado, probablemente optaré por la "versión básica". Al fin y al cabo, todos los accesorios son suntuarios, un valor agregado que me aporta comodidad y quizás algo de lujo, pero al mismo tiempo algo totalmente prescindible.
Lo triste es que para muchos de nosotros Cristo es un "valor agregado", exactamente igual a los accesorios del automóvil. Ayer, en un muy grato tiempo de edificación mutua, un amigo me compartió esta idea que me pareció devastadoramente confrontante, y voy a tratar de explicarla con mayor profundidad. Pablo dice que la vida ES Cristo, lo cual es compatible con el mandato de amarle con TODO nuestro corazón y TODA nuestra alma. El problema es que con frecuencia los creyentes actuamos como si viviéramos la "versión básica" de nuestra vida, a la cual le sumamos un "plus" que es Cristo, lo cual nos permite ser mejores personas (o al menos así lo creemos) haciendo las cosas que se supone hace la gente "buena". Nos aferramos a la doctrina bíblica pero en la práctica tratamos de realizar buenas obras como si ellas nos permitieran ganar puntos en el Cielo. Olvidamos lo que dicen Bob Sjogren y Gerald Robison en su libro Teología de Perros y Gatos: "Ahora me doy cuenta que cuando vaya a las olimpiadas celestiales, no recibiré ninguna medalla. Jesús recibirá la medalla de oro por el 100% del trabajo, y yo ni siquiera estaré en el pódium. ¡Toda la gloria es para Dios!" (Bogotá, CLC, 2008, pág. 156)
Aquí hay un asunto crítico, sobre el cual hemos venido hablando. Cuando el enfoque de mi vida es como el que acabo de describir, en la práctica cotidiana estoy abandonando el cristocentrismo al cual me llama Dios para vivir egocéntricamente, como si todo se tratara de mí. La defensa natural, inconscientemente, son las obras: "No, para mí la vida sí es Cristo - diremos - si yo voy siempre a la iglesia, leo la Palabra, oro, tengo un tiempo devocional con Dios, diezmo y ofrendo, etc., etc.". Este discurso habla de lo que hacemos, no de lo que vivimos ni menos aún de lo que somos.
La realidad es que nuestras prioridades diarias reflejan el estado de nuestro corazón en relación con el Señor. "Recuerden que siempre pondrán toda su atención en donde estén sus riquezas", dijo el Señor (Mateo 6:21, LBLS). Dedicamos nuestra atención, nuestros esfuerzos y energías, y lo mejor de nuestro tiempo a lo que realmente es valioso para nosotros, es decir, a la "versión básica" de nuestra vida. Pero, siendo totalmente sinceros y honestos delante de la presencia del Señor, caemos lamentablemente en el error de convertir a Cristo en una simple parte de nuestra vida en lugar de hacerlo nuestra vida misma. Y suplimos esta deficiencia relacional "portándonos bien".
Hoy me siento confrontado, y te invito a ir a los pies de Cristo en busca de respuestas. ¿Qué papel juega el Señor en mi vida y en la tuya hoy? Que Dios te ministre y te guíe para andar en sendas derechas.
En el amor de Jesucristo,
JORGE HERNÁN
Hoy me siento confrontado, y te invito a ir a los pies de Cristo en busca de respuestas. ¿Qué papel juega el Señor en mi vida y en la tuya hoy? Que Dios te ministre y te guíe para andar en sendas derechas.
En el amor de Jesucristo,
JORGE HERNÁN