martes, febrero 16, 2010

SIN PLAN B

"Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza."
(Jeremías 29:11, NVI)

Leo una reflexión de Jill Caratini (RZIM) a propósito de una encuesta hecha a un grupo de personas en un programa televisivo en los Estados Unidos acerca de su proyecto de vida, en la que una abrumadora mayoría reconoció estar viviendo algo muy distinto de lo que habían imaginado al comienzo de su edad adulta. Dice la autora que muy probablemente una altísima proporción de los creyentes estamos frente a la misma situación, viviendo un "Plan B" diferente a lo que en algún momento supusimos que era el plan de Dios para nuestras vidas, que ella llama el "Plan A". Finalmente concluye que sin importar los altibajos, los obstáculos y las dificultades que enfrentemos, mientras nos mantengamos conectados y dispuestos a vivir en el centro de la voluntad de Dios, siempre estaremos dentro del "Plan A", y esto es así por cuanto el propósito del Señor para mi vida - el proyecto de vida que Él tiene para mí - permanece inalterado aunque a mis ojos las circunstancias estén cambiando.

Esta reflexión me lleva a un punto que abordó hace algunos días el pastor Luis Beltrán: el señorío de Cristo. Decía el pastor que en nuestra relación cotidiana con Dios a veces perdemos de vista nuestro rol y lo abordamos en oración como si Él - el Creador del Universo - estuviera a nuestro servicio. Le pedimos que nos respalde en nuestros planes en lugar de buscar cuáles son los Suyos y sujetarnos a ellos. Actuamos arrogantemente, creyendo silenciosamente en nuestro corazón que se trata de nosotros, no de Él. Con razón la queja de Jesús: "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" (Lucas 6:46). Y refrenda en Mateo 7:21 : "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos".

La clave de todo este asunto está en la actitud de nuestro corazón y en la real disposición que tenemos de sujetarnos a Su voluntad. Muchas veces he dicho que tal vez seríamos más sinceros - aunque evidentemente más egocéntricos y menos entregados - si nuestra oración dijera: "Hágase mi voluntad en la tierra como en el cielo", porque eso es lo que parecemos proyectar y reflejar en nuestras peticiones al cielo. Aunque llamamos Señor a Jesús, no nos relacionamos con Él de la manera correcta, sino que lo tratamos como a Alguien Todopoderoso cuya razón de ser es únicamente satisfacer nuestras plegarias.

Así las cosas, tenemos que confrontarnos y entender que la vida plena y abundante que desde siempre soñó Dios para nosotros está fundada en la absoluta y total rendición de nuestras vidas a Jesucristo como Señor. No basta creer, no es suficiente ser piadosos, no sirve de nada seguir rutinas religiosas o fórmulas espirituales. El tema es de fondo. Y requiere de un autoexamen que nos permita entender cómo estamos abordando nuestra relación con Dios. Quizás sea el tiempo para hacerlo.

En Cristo,

JORGE HERNÁN

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