martes, diciembre 17, 2013

AMOR EN ACCIÓN

"Amados hermanos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no lo demuestra con sus acciones? ¿Puede esa clase de fe salvar a alguien? Supónganse que ven a un hermano o una hermana que no tiene qué comer ni con qué vestirse y uno de ustedes le dice: «Adiós, que tengas un buen día; abrígate mucho y aliméntate bien», pero no le da ni alimento ni ropa. ¿Para qué le sirve? Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil. Ahora bien, alguien podría argumentar: «Algunas personas tienen fe; otras, buenas acciones». Pero yo les digo: «¿Cómo me mostrarás tu fe si no haces buenas acciones? Yo les mostraré mi fe con mis buenas acciones»"

Santiago 2:14-18

Iba a escribir sobre el cáncer, esa devastadora enfermedad que acaba con millones de vidas cada año. Pero por alguna razón el Señor me ha inquietado a reflexionar sobre otro cáncer diferente que está carcomiendo a Su iglesia, y es el desamor. Releo la cita que encabeza este artículo y pienso que si cambiamos la palabra"fe" por la palabra "amor" encontraría un sentido similar. Cuando el apóstol Pablo nos remarcaba que sin amor nada somos, estaba hablando del distintivo que se supone debe diferenciarnos a los cristianos de todos los demás. Lo que Jesús quería imprimir como una marca indeleble en cada uno de sus seguidores. Hechos 4:13 dice que a Pedro y Juan se les notaba que eran discípulos de Jesús por la forma en que hablaban, a nosotros debe notársenos por la manera en que amamos.

El domingo fuimos a un baby shower en el que nos leyeron una reflexión sobre el pasaje del buen samaritano. Ni el sacerdote ni el levita, hombres profundamente religiosos, atendieron al herido; lo hizo un samaritano, movido por la compasión, a pesar de todas las barreras culturales que lo separaban de los judíos. No le predicó, quizás no oró por él ni tampoco hizo una apología de la enseñanza bíblica. Pero curó sus heridas, lo vendó, lo llevó a un alojamiento, cuidó de él y pagó la cuenta. Sus hechos demostraron más amor que la palabrería de los líderes.

Y el Señor nos exhortó a comportarnos como el buen samaritano, "Ve y haz tú lo mismo" (Lucas 10:37). A pesar de eso, muchas veces nuestros actos en la cotidaneidad no reflejan amor en acción ni compasión por el prójimo sino que a veces nos conformamos con ser cordialmente indiferentes. Pareceríamos decir: "¿Estás enfermo? Que te mejores....¿Tienes hambre? Come bien...." y así por el estilo. Proyectamos muchas veces la imagen de comunidad amorosa e incluyente pero nos comportamos como si estuviéramos en un club social y no en la iglesia del Señor, evidenciando desinterés, falta de preocupación y un cariño superficial por quienes están a nuestro alrededor experimentando necesidades de todo tipo. A veces un abrazo, una visita, una llamada, un correo o quizás un simple mensaje de texto pueden hacer por nuestro prójimo mucho más de lo que imaginamos. Enseñamos sobre un Dios que se interesa por nosotros, luego al reflejar Su santa imagen debemos extendernos hacia los demás y mostrarles al menos un atisbo del interés que el Señor siente por ellos. Somos sus ministros y como tal debemos actuar.

¿De qué nos sirve decir que tenemos amor si nuestras acciones no lo demuestran?  La indolencia se contrapone abiertamente a la compasión que Jesucristo nos ha demandado. Si el amor no se demuestra con buenas acciones, también está muerto y en consecuencia es inútil. Estamos llamados a evidenciar este amor con pequeños y grandes actos que permitan a los que están cerca, a nuestros prójimos, que Dios es real y los ama desinteresadamente. Pero esto nos implica salir de nuestra zona de comodidad, dejar de conformarnos con lo que recibimos (más que con lo que damos) en nuestras reuniones de compañerismo y proyectarnos como un reflejo de la luz de Dios. Como dice la canción de Marcos Witt: "Enciende una luz, déjala brillar, la luz de Jesús que brille en todo lugar". Si no vivimos de esta manera, estaremos desatendiendo la recomendación del apóstol en Romanos 12:9 (NTV), cuando dijo: "No finjan amar a los demás; ámenlos de verdad".

Pido al Señor que erradique de la iglesia el cáncer del desamor disfrazado de amor fingido, pero sobre todo le clamo que lo destierre de mi propio corazón. El cambio empieza por mí.

Bendiciones decembrinas.

JORGE HERNÁN

domingo, noviembre 24, 2013

SOBRE LOS TIEMPOS DIFÍCILES

"Jesús lloró"
(Juan 11:35)

Este versículo toca mi corazón, no por ser el más corto de las Escrituras, sino porque muestra el corazón compasivo de Cristo. Tres versículos atrás vemos al Señor conmovido frente al dolor de María de Betania y los judíos que la acompañaban. Y aquí lo encontramos condoliéndose con ellos.

Llevo algunos meses acompañando a amigos entrañables a sepelios inexplicables. La muerte accidental de un hijo o la partida rápida y súbita de una esposa joven sacuden nuestra vida y nos confrontan con la realidad de la muerte. Aparte de despertarnos sentimientos de solidaridad nos llevan a preguntarnos si estamos preparados para partir, si hemos hecho la tarea, si hemos vivido en el centro de la voluntad de Dios y hemos cumplido Su propósito a cabalidad.

Pero estas experiencias también nos llevan a preguntarnos qué tan focalizados estamos en el Señor, hasta dónde dependemos de Él y cuánto estamos dispuestos a acatar Su voluntad aunque no nos parezca buena, agradable ni perfecta desde nuestro limitado punto de vista. Nos impulsan a preguntarnos en quién hemos creído y qué tan fuerte es nuestra fe.

Creo que cuando Jesús ve nuestra tristeza, llora con nosotros. Es el único capaz, de hecho, de comprender lo que pasa por nuestra mente, nuestras emociones y nuestros anhelos. Y es el único que lo hace con verdadera misericordia, sin ningún tipo de juicio y con el simple deseo de que vayamos a Su presencia para ser consolados y abrazados por Él.

Las experiencias dolorosas tienen la capacidad de forjar nuestro carácter de manera significativa. Aprendimos intelectualmente, hace tiempo, a buscar el propósito antes que la causa, de cada vivencia adversa que hemos tenido que enfrentar en la vida. Pero con frecuencia nuestra mente divaga razonando equivocadamente en busca de explicaciones que tal vez nunca encontraremos para sentir que hemos hallado por fin una respuesta satisfactoria a nuestros cuestionamientos, Nunca será sencillo pasar una crisis familiar, la enfermedad de un hijo o una quiebra económica, cada uno de estos procesos entraña un duelo indudablemente menor que el de la muerte de un ser querido pero en todo caso confrontante y en ocasiones devastador. Como cuando extraviamos la mirada que debería estar puesta en Jesús. Sin embargo, Él es soberano y debemos acogernos a Su carácter amoroso y misericordioso entendiendo que Su panorámica de nuestra vida le permite discernir con total claridad ese propósito que a veces no logramos captar por más que oremos.

Necesitamos fe. Que el Señor nos ayude a confiar más en Él (Mc 9:24, TLA). Que nos de la fuerza y la fortaleza para salir adelante en cada prueba. Y que nunca perdamos de vista que Él entiende nuestro dolor y está a nuestro lado para ayudarnos a superarlo. Aunque estemos en valle de sombra de muerte, como dice el salmista, el Buen Pastor está a nuestro lado para infundirnos aliento. Y siempre después de la noche, por larga que sea, vendrá un nuevo amanecer.

Alabo a Cristo por Su infinito amor.

JORGE HERNÁN



miércoles, noviembre 20, 2013

¿DEPENDIENTE O INDEPENDIENTE?


“Y entonces, ¿optaste por la independencia?”….Desde el día en que abandoné mi último empleo para emprender una nueva vida como empresario, no dejo de escuchar esa pregunta. Y para responderla, invariablemente me remonto al punto de arranque, cuando el Señor empezó a señalarme el camino y a indicarme la ruta que quería que emprendiera. Comparto la manera sobrenatural en la que nos ha abierto las puertas en el campo de los negocios y reitero que estamos felices, que sabemos que la provisión vendrá y que todo lo bueno se lo debemos a Él. Y es ahí, en ese momento, cuando recuerdo lo que Dios me mostró: que empecé a ser independiente de un empleador para volverme total y absolutamente dependiente de Dios.
Comenzando esta aventura, visité a un entrañable amigo que lleva quince años recorriendo esta misma ruta, y me compartió que Dios ha sido fiel de principio a fin, en cada segundo, en cada instante, en cada episodio, en cada situación. Ha sido un maravilloso y magnánimo proveedor que ha cuidado cada detalle y ha asumido todo el tiempo la responsabilidad con afecto paternal.

¿Independencia? ¡¡¡No!!! Dependencia total y absoluta del Señor. Dice el relato de Génesis que cuando Abrahán salió obedientemente al monte a cumplir la asombrosa instrucción que el Señor le había dado de sacrificar a su hijo, este le preguntó por el cordero que se suponía iban a ofrendarle a Dios. “Y Abrahán respondió: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.» Y juntos siguieron caminando” (Gén 22:8, RVC).

El Señor ha sido, es y seguirá siendo nuestro proveedor y no tenemos por qué temer en lo más mínimo que esto vaya a dejar de ser así. La advertencia de Jesús fue clara: “Por lo tanto les digo: No se preocupen por su vida, ni por qué comerán o qué beberán; ni con qué cubrirán su cuerpo. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que ellas? ¿Y quién de ustedes, por mucho que lo intente, puede añadir medio metro a su estatura?”. Cristo sabía que nos preocuparíamos, es decir, que nos ocuparíamos de las cosas antes de que ocurrieran. Dicho en lenguaje coloquial algo más moderno, Dios sabía que íbamos a empelicularnos, a armarnos videos, y quiso alertarnos para que pusiéramos nuestros ojos y nuestra fe en el lugar correcto: en Él, autor y consumador de nuestra fe, como dice la Escritura.

Desgraciadamente nos acostumbramos a confiar en  lo tangible: “Algunos confían en sus carros de guerra; otros confían en su caballería, Pero nosotros confiamos en el Nombre, ¡confiamos en el Señor, nuestro Dios!” (Salmos 20:6, RVC). Nos sentimos cómodos cuando nos apoyamos en nuestras propias capacidades o talentos, en el empleo que Dios nos ha permitido tener, en el patrimonio que el Señor nos ha permitido acumular, en nuestras relaciones interpersonales…en fin…y olvidamos lo que la Palabra dice al respecto:
  1. “Yo no confiaría en mis flechas, ni tampoco mi espada podría salvarme; pero tú puedes salvarnos de nuestros enemigos y poner en vergüenza a los que nos odian.” (Salmos 44:6-7, RVC);
  2. “El Señor está conmigo y me brinda su ayuda; ¡he de ver derrotados a los que me odian! Es mejor confiar en el Señor que confiar en simples mortales. Es mejor confiar en el Señor que confiar en gente poderosa” (Salmos 118:7-9, RVC);
  3. “Esto dice el Señor: «Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor” (Jeremías 17:5, NTV)
  4. “Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.” (Proverbios 3:5, RVC)
  5.  “¡Ay de los que se creen sabios! ¡Ay de los que se consideran muy inteligentes!” (Isaías 5:21,  RVC)

Y, al olvidarnos de lo que Dios ha establecido, perdemos el norte y la posibilidad de disfrutar la gracia por medio de la fe en acción. Fe que se ejercita a través del proceso cotidiano de depender del Señor en todo. En lo más pequeño, en lo esencial y en lo significativo. Las voces del mundo, las del enemigo y aún las de nuestra propia carne gritarán para hacernos volver la mirada en dirección equivocada e impulsarnos a que nos aferremos de aquello que nos parece más palpable y medible. Pero si nos mantenemos enfocados, entonces podremos continuar en el camino de dejar de depender de todo lo que no sea Dios.

Personalmente, sigo en el empeño.

Bendiciones,


JORGE HERNÁN

lunes, septiembre 30, 2013

LOS BINOCULARES Y EL ESPEJO

“¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo?” (Mateo 7:3, DHH)

Hace mucho tiempo compartí un mensaje titulado “La Paja y la Viga” haciendo alusión a la cita que encabeza este pasaje, tomada de otra versión de las Escrituras. Recordaba cómo el Señor nos invitaba a evaluar nuestras propias falencias en lugar de andar buscando errores en los demás, pues aunque muchos de nosotros tenemos un fuerte sentido de la autocrítica, la mayoría andamos señalando a otros aún a sabiendas de que – como dicen por ahí – por lo menos tres dedos apuntan hacia nosotros cuando los señalamos. Esto es evidente en todas las áreas de nuestra vida. Basta con escuchar una prédica en compañía de nuestra esposa y/o de nuestros hijos para que se nos ocurra codearlos, o al menos lanzarles miradas furtivas, cada vez que sentimos que el orador está hablando de ellos. Leemos fórmulas, consejos, etc. para corregir nuestros defectos, capitalizar nuestras oportunidades de mejora y hacer de nosotros unos seres humanos más completos, y nos decimos a nosotros mismos: “Fulano debería leer esto” o “¡Cómo le caería de bien este artículo a Zutano!” o “¡Qué pesar que Perencejo no haya visto esto”. Siempre parecería que los que deben hacer arreglos en sus vidas son los demás, nunca nosotros. 

Pero hace unos días Dee Winchell nos compartió una frase que me pareció maravillosamente profunda: “prefiero ver la Biblia no como unos binoculares sino como un espejo”. Se refería a que en lugar de utilizar la Palabra como rasero para evaluar la conducta de los demás, él prefería verla como un referente para su propia conducta. Veámoslo de otra manera: Dios nos quiere llevar a tener la estatura espiritual del varón perfecto que es Cristo. Lo mío, como un niño que se mide continuamente para ver cuánto ha crecido y cuánto le falta para llegar a determinada estatura, es compararme con la medida de Cristo y confrontarme con lo que dice la Escritura, a manera de espejo, para evaluar qué ajustes debo hacer en mi vida. 

Siendo así la Palabra no se convierte en una espada para agredir sino en un bisturí para que el Señor haga cirugía en mi alma. Lo que allí está escrito debe servirme para preguntarme si estoy siendo hacedor, como lo plantea el apóstol Santiago (cfr. Stg 1:22-25) o si estoy siendo un simple lector de las Escrituras. O si, lo que es peor, lo que leo me sirve como instrumento de juicio. 

Hoy te invito a reflexionar sobre este aspecto, para que la próxima vez que abramos la Biblia la usemos como espejo. No más binoculares. 

Bendiciones, 

JORGE HERNÁN

martes, septiembre 17, 2013

EL ABUSO DE LA GRACIA


“Si con toda intención pecamos después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados sino una terrible expectativa del juicio y del fuego ardiente que devorará a los enemigos de Dios. Cualquiera que desobedece la ley de Moisés, muere sin falta, siempre y cuando haya dos o tres testigos que declaren en su contra. ¿Y qué mayor castigo piensan ustedes que merece el que pisotea al Hijo de Dios y considera impura la sangre del pacto, en la cual fue santificado, e insulta al Espíritu de la gracia?”
(Hebreos 10:26-29, RVC)

A fuerza de escuchar hablar del infinito amor de Dios, de su inagotable misericordia y de su incomprensible gracia, hemos perdido de vista la dimensión de la justicia divina, y hemos olvidado que la gracia es un regalo maravilloso pero costoso. Viene envuelto en papel teñido por la sangre que Cristo derramó en la cruz y supone un entendimiento profundo de la obra redentora de Jesús de Nazaret. No es una carta blanca para la desobediencia, ni mucho menos una licencia para pecar. El hecho de que Dios es amor no nos puede hacer perder de vista que también es un Dios justo y celoso, que desea nuestro arrepentimiento, nos atrae con lazos de amor al camino de la conversión pero quiere que nuestra entrega a Él sea tan genuina que lo convirtamos en nuestra razón de ser.

Una vida centrada en Dios, fruto de la consagración a Él, es la que conduce a entender que lo que para nosotros es gratis al Padre le costó la sangre de Su Hijo amado. Cuando optamos por amar a Dios, Su gracia verdaderamente nos transforma y nos conduce al camino que lleva a la perfección en Cristo. El viejo hombre va menguando gradualmente a medida que Jesús crece en nosotros. Y la nueva naturaleza se hace manifiesta en nuestras obras (Efesios 2:10), que reflejan el amor de Dios irrigado en nuestras vidas. Como bien lo dijo Pablo “no es que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto, sino que sigo adelante, por ver si logro alcanzar aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12, RVC). El asunto es que la salvación a la que tenemos acceso por la muerte sacrificial de Jesucristo en la cruz del Calvario debe producir en nosotros cambios evidentes. Un creyente entiende que la obediencia es la expresión externa del amor a Dios y aunque peque ocasionalmente, la frecuencia del pecado en su vida es cada vez menor. Dicho de otra manera, un cristiano auténtico NO PUEDE vivir en pecado ni practicarlo habitualmente. Y si por alguna razón lo hace, debe entender que es víctima de una atadura o un cautiverio urdido por el enemigo. Y que tiene que pasar por procesos de sanidad y libertad espiritual para romper las cadenas que lo limitan.

«Comamos y bebamos, que mañana moriremos.» es un lema que el Señor condena (cfr. Isaías 22:13 y 1 Corintios 15:32). La gracia de Dios no puede ser una excusa para la desobediencia. Leo con temor y temblor la cita que encabeza esta reflexión. Observemos lo que dice el autor de Hebreos sobre la intencionalidad. Esta palabra está directamente relacionada con lo que jurídicamente se conoce como “dolo”, que es la voluntad deliberada de cometer un delito a sabiendas de su ilicitud. En los actos jurídicos, el dolo implica la voluntad maliciosa de engañar a alguien o de incumplir una obligación contraída. Notemos que en algunas versiones de la Biblia se habla de deliberación, es decir, del acto consciente de pecar teniendo claridad sobre lo que implica en términos de afrentar al Espíritu Santo (cfr. Marcos 3:29, Mateo 12:32 y Lucas 12:10).

De allí el peligro de malinterpretar la gracia de Dios y creer que podemos pasar del pecado ocasional o esporádico a una vida pecaminosa amparada en la gratuidad de un cielo que no alcanzaremos si nuestra cotidianidad no manifiesta un corazón verdaderamente transformado. Aquí el punto no consiste en tratar de ganarnos la salvación a punta de buenas obras, sino de que estas sean justamente la expresión palpable y evidente de esa salvación.

Cuando caminamos en Cristo sabemos que nuestra vida requiere ajustes permanentes. Necesitamos ser cincelados por las manos del Maestro. Y cada día, cuando vamos a Su gloriosa presencia, debemos pedirle que ilumine aquellas áreas de nuestra vida que requieren ser trabajadas, que nos dé el discernimiento y la sabiduría para hacerlo y que nos moldee con amor para llevarnos a la estatura espiritual que ha designado para nosotros. Pero todo esto requiere que adquiramos una perspectiva correcta y adecuada sobre la gracia divina para que no pisoteemos el maravilloso regalo de la salvación.

Bendiciones por montones,


JORGE HERNÁN

jueves, septiembre 05, 2013

SEÑALES

"No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha."
(Isaías 41:10)

Desde hace algún tiempo, el Señor empezó a advertirme que estaba por entrar a una época de transición en mi vida profesional. Por medio de algunas señales, no siempre sutiles, fue avisándome que venía una nueva etapa en mi vida.

Y una mañana, a través de un devocional de Joyce Meyer que mi hija de once años me insistió para que leyera – sin saber su contenido ni conocer las circunstancias que estaba atravesando, me recordó las hermosas palabras que están en el libro de Isaías. El mensaje se titulaba “No temas y sigue al Espíritu Santo”. Textualmente decía lo siguiente (no pido permiso a la autora para reproducirlo, estoy seguro de que se alegraría saber de cuánta gente está siendo bendecida al leerlo):

Ciertamente no queremos movernos en la carne o por fuera de la voluntad de Dios, pero cuando Dios se está moviendo, no tienes por qué preocuparte de moverte con Él. Satanás trae miedo a nuestra mente y emociones cuando el Espíritu Santo está tratando de llevarnos en una nueva dirección. El trata de usar el temor para evitar que nos movamos hacia adelante con Dios.
Isaías 41:10 dice "No tengas miedo, que yo estoy contigo". Si estás preocupado por algo y deseas ser libre, eventualmente vendrá el tiempo en el que tendrás que enfrentar tu miedo en lugar de huir de él. Simplemente agárrate de la mano de Jesús, sabiendo que Él está contigo, y házlo. No temas, pues Él está contigo.
Si estás en una de esas encrucijadas de la vida, permíteme animarte a marchar hacia adelante. No dejes que el terror te paralice, solo toma Su mano y avanza. Recuerda que Dios quiere liberarte de todos tus temores.

Una semana después del mensaje original, me llegó una cadena, esta vez por cuenta de un querido primo. Me decía: “Para conseguir algo que nunca tuviste, tienes que hacer algo que nunca has hecho. Cuando Dios quita algo de tu mano, Él no te está castigando, sino simplemente abriendo tus manos para recibir algo mejor. Concéntrate en esta frase: la voluntad de Dios nunca te lleva donde la gracia de Dios no te proteja.”

En la mitad del camino, por otro lado, leí un post en Facebook que decía “Dios siempre nos guiará no a donde queremos, sino a donde necesitamos estar”. Reproducía Proverbios 19:21: «Puedes hacer todos los planes que quieras, pero el propósito del Señor prevalecerá.» haciendo énfasis en la necesidad de ser guiado por Dios.

Y hoy leí un tweet del pastor Luis Beltrán, que reproduce Deuteronomio 31:8 en la versión TLA: “Dios mismo será tu guía, y te ayudará en todo; él jamás te abandonará. ¡Echa fuera el miedo y la cobardía!”

El Señor ciertamente habla de muchas maneras. Pero en las últimas dos semanas – a través de lo que acabo de compartir – y también de muchas otras maneras sorprendentes, Dios me ha estado diciendo que me aferre de Su mano sin dejarme paralizar por el temor, lleno de valor y confianza en Él, que mire hacia adelante y que simplemente me deje guiar.

No sé si hoy Dios también te esté hablando a ti. Quizás estés pasando por una situación personal compleja en lo laboral, en cuanto a la salud, las relaciones personales o cualquier otro aspecto de tu vida. Solo déjame decirte que el Señor te está invitando a tener una visión de fe y confianza y a caminar con firmeza siguiendo las instrucciones que el Espíritu Santo te dé. Paso a paso llegarás a puerto seguro.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

lunes, julio 15, 2013

DISEÑOS HUMANOS vs. DISEÑOS DIVINOS

“No tiene sentido que me honren, si sus enseñanzas son mandamientos humanos”
(Marcos 7:7, RVC)

Varios pasajes bíblicos, aparte del que encabeza esta reflexión, nos alertan sobre los mandamientos y doctrinas de hombres en clara contraposición a los mandatos escriturales. La Palabra no solamente nos alerta sobre lo vana que es la honra que decimos profesarle al Señor cuando equiparamos los mandamientos humanos a las doctrinas divinas. Colosenses 2:21-22 y Tito 1:14 hacen referencia a lo efímero de estas prescripciones y a lo apartadas de la verdad que se encuentran.

El problema es que en la iglesia contempóranea se pretende imponer los diseños humanos sobre los que realmente provienen del Señor.

El diseño humano no proviene de la inspiración del Espíritu Santo sino de las reglas que los hombres hemos establecido para que las cosas funcionen de la manera en la que nos parece que deberían funcionar. A esta categoría pertenecen todo tipo de fórmulas litúrgicas, rituales y cultuales así como los formatos estandarizados que claman ser los únicos genuinos que cuentan con el aval del cielo. Pero también el legalismo, que yendo más allá de la Escritura, impone procedimientos y protocolos que están bien lejos de la adoración pura, fruto de la verdadera comunión, que Jesucristo quiso establecer en la iglesia con una motivación centrada en el amor.

Es igualmente diseño humano el espectáculo, hecho para atraer multitudes que se enganchan más fácilmente con las señales externas que con Aquel que puede ir más allá de ese tipo de manifestaciones y transformar vidas…los mismos signos que produjeron la áspera expresión en labios de Jesús “esta generación perversa demanda señal”. En el espectáculo se refleja también la manifestación enfermiza de la autopropaganda espiritual que hace alarde de una pretendida unción al mismo tiempo que el orgullo que esta despierta pone a sus supuestos poseedores al borde del abismo. Pretender monopolizar el verdadero poder de Dios no es solamente una evidencia categórica de la soberbia humana sino que tristemente conduce con frecuencia a arrancar de raíz el fruto de la siembra que otros han intentado hacer.

“Que coman pasteles”, dijo María Antonieta. “Pan y circo”, afirmaban los emperadores romanos. Y es que el show tiene que ver con el impulso de dar a la congregación aquello que la satisface. Cuando se busca la aprobación humana, las iglesias estarán llenas de predicadores políticamente correctos que hablan de temas agradables que la gente quiere oír, que evitan a toda costa la confrontación y hablar del pecado.

Pariente del fenómeno anterior es la “revelación” sin sustento bíblico. Dios nunca dará una palabra que contradiga el espíritu de la Escritura ni mucho menos que vaya frontalmente en contra de ella. Pero más de un siervo del Altísimo se empeña en torcer la verdad bíblica para acomodarla a sus intereses tratando de paso de extender a su congregación esta distorsión empeñándose en afirmar su veracidad. O en relajar la Palabra haciéndola flexible y acomodándola a los intereses de la mayoría. Como si se tratara de agradar al hombre, no a Dios.

Todo lo anterior demuestra un espíritu de manipulación pastoral, en la que se busca retener a la grey no mediante los lazos del amor y el compañerismo promovidos por el Señor sino a través de mecanismos absolutamente mundanos e incluso mezquinos con los que se busca evitar el éxodo del pueblo hacia manantiales más refrescantes.

Los celos, rivalidades y envidias ministeriales son caldo de cultivo de Satanás. Pero muchos creyentes, aún en posiciones de liderazgo, pasan más tiempo tratando de desacreditar a sus consiervos y de buscar con lupa el más mínimo error que les permita señalar públicamente sus falencias que buscando ganar almas para Cristo. No aprendimos de Pablo y Apolos y en lugar de trabajar unidos en lo esencial proclamando el Reino de Dios y anunciando las buenas nuevas de salvación, nos dedicamos al fuego amigo que produce bajas en nuestras propias filas, aterra a quienes aún no son creyentes y llena de satisfacción al diablo. Esta práctica va acompañada con frecuencia de un análisis minucioso del estilo de vida, vestimenta, palabras y un largo etcétera de líderes cristianos visibles (y otros no tanto) que se supone deben conducir a sesudas demostraciones de la falsedad de su fe. ¿Puede alguien creer sinceramente que es la voluntad de Dios perder el tiempo de esta manera en lugar de trabajar para el Cielo? El juicio y la crítica, así entendidos, no provienen del Señor. Aún los mecanismos de confrontación entre creyentes previstos en la Biblia son diferentes en lo más esencial a este tipo de prácticas.

“En nuestra iglesia no lo hacemos así”, es una frase que en ocasiones refleja la manera en que dentro de las congregaciones se le da un portazo en la cara al Espíritu Santo por no permitirle moverse dentro de las paredes de la microdoctrina, los procesos y los procedimientos.

Finalmente, el enfoque moderno que ve la iglesia no como una comunidad de creyentes sino como una estructura de tipo empresarial que apoya su “iglecrecimiento” en planes estratégicos, tácticas y métodos puramente humanos, ayuda a reafirmar la confusión de un pueblo que corre el riesgo de perderse no solo por la falta de conocimiento sino también por la dificultad de discernir lo que realmente proviene de Dios.

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La otra cara de la moneda son los diseños divinos. Dios es un Dios de orden pero también de revelación, sin comillas, reservada para los verdaderos adoradores, quienes le buscan en espíritu y en verdad. Aquellos que van a los pies del Maestro dispuestos a llevarse la mejor parte. Aquellos que de corazón Le dicen “habla, Señor, que tu siervo escucha” y que están de verdad dispuestos a meterse en lo profundo del corazón de Dios para conocer y vivir Su voluntad. Aquellos que se desprenden de todo esquema humano para buscar el Reino y cuyo afán principal es saber qué es lo que el Señor quiere. Aquellos que saben que la dirección del Espíritu Santo siempre se vive en un armonioso e inigualable equilibrio con la Palabra, que nunca va a ser rebatida por el Dios que la inspiró.

Los íntimos, los que buscan intensamente al Señor motivados por el Espíritu pero también por la Escritura, con un corazón enseñable y con la valentía de dejarse guiar por Dios andando un paso a la vez, son los llamados a ejecutar el soberano y maravilloso plan divino disfrutando de la plenitud de las bendiciones sin cortapisas humanas.

Estos son los que saben que hay que pagar un precio, que como alguien dijo son conscientes de que no pueden llegar a la cima sin haber escalado antes la montaña, y que la unción es ciertamente con frecuencia el fruto de una vida volcada en adoración a Jesucristo.

Los diseños divinos reconocen que en cualquier tipo de reunión entre creyentes el director es Dios mismo y que no hay mejor fórmula que ser sensible al Espíritu Santo y a lo que Él quiere hacer en una comunidad de discípulos. Saben  que el espíritu se mueve libremente, pero que siempre el centro y eje de la reunión es Dios y nunca sus servidores. Aceptan que no hay mandamiento más perfecto que el que está contenido en la Santa Biblia, y que a las reglas humanas nunca debe dárseles un estatus que no tienen ni menos aún equiparárseles con los mandatos escriturales. Rechazan el espíritu de complacencia y el deseo de quedar bien con todo el mundo y se focalizan en agradar a Dios. Y dejan que sea Él quien obre, quien dirija, quien ministre, quien enseñe.

Un elemento esencial de la manera correcta de hacer las cosas tiene que ver con honrar a los siervos de Dios y aprender a recibir lo que el Señor tiene para enseñarnos a través de ellos en lugar de ensañarnos con su humanidad y buscar descalificarlos con base en sus imperfecciones. No solo por la autoridad espiritual que Dios les ha conferido, sino por el lugar que ocupan en el Reino y por su testimonio de vida, merecen ser respetados y amados. A la manera de Jesús, por supuesto.

Pidamos al Espíritu Santo que nos guíe a vivir una fe genuina, no esquematizada. Que nos de la libertad de aprender de cada hermano en la fe, de cada siervo que lleva Su Palabra, de lo que otros tienen para compartirnos. Que sepamos al mismo tiempo movernos dentro de los límites que la Escritura nos fija pero sin atarnos a reglas y preceptos humanos. Que disfrutemos de Su compañía, Su presencia y Su gracia adentrándonos en la comunión perfecta que solo da la verdadera adoración. 

Bendiciones sobreabundantes.

JORGE HERNÁN






domingo, junio 30, 2013

NO ES QUE YA LO HAYA ALCANZADO

“No es que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto, sino que sigo adelante, por ver si logro alcanzar aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús.”
(Filipenses 3:12, RVC)

Caminamos hacia la perfección, entendida como un estado de madurez espiritual alcanzado por todo aquel creyente que ha alcanzado un progreso en la vida cristiana, pero en el sentido estricto no somos perfectos en la misma forma en que Dios lo es (cfr. Job 11:7). En la medida en que nos revestimos de la naturaleza de Cristo y el viejo hombre mengua en nosotros, la perfección de Cristo - a la medida de la estatura de Su plenitud – desplaza de nuestra vida lo imperfecto de nuestra naturaleza humana. De esta manera podemos cumplir el llamado de Dios a ser perfectos. No en nuestras fuerzas, no en nuestra carne, sino a través de la manifestación sobrenatural de la presencia viva del Espíritu Santo operando en nosotros.

Entre tanto, estamos en proceso. Caminando hacia la meta pero conscientes de que ese proceso dura toda una vida. Queremos vivir rectamente, ser intachables, fieles al Señor, íntegros, irreprensibles. Este es el verdadero sentido de la perfección a la cual aspiramos y que solo es posible mediante una comunión plena y total con el Señor.

Pero en lo cotidiano aún tenemos fisuras, a veces grietas, incluso boquetes. Nuestra comunión no es perfecta y por tanto fallamos en la perfección. Y este es un común denominador para todos los creyentes, sin importar el estadio en el que se encuentren dentro del proceso de maduración…incluso para nuestros pastores y líderes. En lo personal, doy gracias al Señor por haberme dado guías espirituales imperfectos que me han obligado a volver mis ojos a Dios en lugar de fijarlos en ellos, que están en el mismo camino que yo, en el mismo proceso, aunque me lleven ventaja. Entiendo que como la perfección absoluta solo se encuentra en Cristo, solo de Él debo esperarla. De nadie más. El resto es susceptible de equivocarse, de cometer errores, de defraudar mis expectativas. La voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta, pero eso no garantiza que la de los hombres lo sea.

Por eso la Palabra nos invita a poner nuestra confianza en Aquel que nunca falla y nos reprende por centrarla en los seres humanos, por maduros espiritualmente que sean o parezcan. Cuando nos enfocamos en Él y no en los hombres, se reduce absolutamente la posibilidad de que terminemos frustrados, y por lo tanto es necesario que seamos consecuentes con la Escritura y no confundamos al Creador con Su maravillosa creación. Como dice Darío Silva “El Señor es mi pastor, el pastor no es mi señor”.

Muchas personas abandonan su iglesia, su fe o su devoción simplemente por haber esperado la perfección de quienes son tan imperfectos como ellos. Nuestro deber es orar por nuestros pastores, para que al igual que a nosotros, el Señor los siga transformando de gloria en gloria y haciéndolos avanzar en el camino del crecimiento espiritual. Y entender que pueden equivocarse y que cuando lo hacen necesitan una porción adicional de amor y misericordia de parte nuestra, en lugar de nuestro juicio.

Hoy alabo al Señor por permitirme entender que solo voy a encontrar en este camino a un pastor perfecto. 

Se llama Jesús de Nazaret.

Bendiciones,


JORGE HERNÁN