viernes, diciembre 29, 2006

FELIZ AÑO NUEVO

"Al encontrarme con tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo llevo tu nombre, Señor, Dios Todopoderoso"
(Jeremías 15:16, NVI)

Cada vez que un año termina hay algo que nos invita a hacer el balance de lo que quedó atrás y el aprendizaje que tuvimos a partir de cada experiencia vivida. Y una larga tradición nos invita a desear un feliz año nuevo a todos aquellos con quienes interactuamos. En algunos casos, es cierto, deseamos paz y prosperidad, pero la expresión más frecuente es "felicidad".

Tristemente, por lo general asociamos la felicidad con un concepto emocional que depende del entorno y de las circunstancias. Nos resulta un poco forzado, en el mejor de los casos, el mandato divino de estar siempre gozosos, y creemos que solo si las cosas se dan como queremos debemos estar alegres. Pero la buena noticia es que la raíz y fuente única y perfecta de felicidad es el Señor. Por eso Jeremías habla de que la Palabra de Dios es gozo y alegría para el corazón de quienes llevamos al Señor en nosotros.

El Señor está a tu alcance, la promesa dice que cuando le clamamos Él responde. Romanos 10:6-8a dice: "Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón...". Cuando a tu tiempo de oración le sumas la lectura de la Palabra y la meditación en ella encuentras verdadero refrigerio espiritual, y una nueva unción de alegría y gozo va a estar disponible para tu vida.

Yo también deseo que 2007 sea un año feliz para tí, feliz en Cristo Jesús. Que Su poderosa Palabra te alimente. Devórala, como Jeremías, y experimenta la felicidad sobrenatural de quienes vivimos en Cristo.

Una poderosa bendición celestial descienda sobre tu vida y la mía ahora mismo.

Un abrazo,

JORGE HERNÁN

sábado, diciembre 23, 2006

DULCE NAVIDAD

"Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz"
(Isaías 9:6, NVI)


Muchas reflexiones he leído en estos días sobre el verdadero significado de la Navidad. Algunas enfatizan en la manera en que la sociedad de consumo ha mercantilizado estas fechas hasta el punto de olvidar qué es lo que estamos celebrando. Otros se lamentan de que para muchos la época sirve de pretexto para el alcohol y la parranda. Unos van aún más allá y se conduelen de que aún en hogares cristianos hay muchos símbolos como el árbol, Papá Noel, los enos y los muñecos de nieve pero Jesús parece estar ausente de la fiesta. Hay de hecho una cadena de correos que viaja por la red y que presenta a un Jesucristo triste porque todo el mundo lo ignora en su cumpleaños.

Pero hay una visión diferente de este acontecimiento, la que plasman las Escrituras desde la óptica de Apocalipsis 12. Dejo la palabra a Philip Yancey, uno de mis autores favoritos, quien en su libro "El Jesús que nunca conocí" (Miami, Editorial Vida, ed. en Español 1996, pág. 40) dice: "El relato difiere radicalmente de las narraciones del nacimiento que ofrecen los evangelios. Apocalipsis no menciona a los pastores y a un rey infanticida; más bien, presenta a un dragón que dirige una feroz lucha en el cielo. Una mujer, vestida del sol y que lleva una corona de doce estrellas, clama de dolor a punto de dar a luz. De repente entra en escena el enorme dragón escarlata, con una cola que arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojaba sobre la tierra. Se detiene voraz frente a la mujer, ansioso de devorar a su hijo en cuanto nazca. En el último momento, el hijo es arrebatado y puesto a salvo; la mujer huye al desierto, y comienza una gran batalla cósmica...En la tierra nace un niño, un rey se entera, comienza la persecución. En el cielo había comenzado la Gran Invasión, una valiente incursión de parte del líder de las fuerzas del bien en la sede del mal que es el universo".

Vista así la escena del nacimiento, nos damos cuenta del poder contenido en la declaración profética de Isaías. El Rey de Reyes irrumpió en la historia universal para partirla literalmente en dos. No en vano en el mundo occidental contamos los años tomando como referencia el nacimiento de Cristo. Desde el punto de vista cósmico, la encarnación es un acontecimiento tremendamente sobrenatural que acaba con las infundadas expectativas del Maligno. El niño que tirita de frío en un pesebre mientras su madre hace los mejores esfuerzos por arroparlo en medio del olor natural a pesebre es nada menos que Dios hecho hombre. Frágil y poderoso al mismo tiempo. Humilde pero majestuoso. Débil pero valiente. A Jesús siempre le gustaron las paradojas. Las frases contenidas en el Sermón del Monte años después, todavía siguen sonando revolucionarias. Pero El que vino a salvar lo que se había perdido luchó desde siempre con el statu quo. No se conformó, y por eso nos pide que tampoco nosotros lo hagamos, porque sabe que necesitamos una transformación completa desde adentro y que sólo Él puede obrarla en nosotros.

¿Sabes? Lo más hermoso de la frase de Isaías es que el niño "nos ha nacido", es decir, la entrega de Cristo por nosotros está claramente demarcada desde el principio de los tiempos y por eso Dios coloca la sentencia en boca del profeta. Es para tí, es para mí, es para nosotros....¿No es maravilloso darnos cuenta de cuanto nos ama Dios como para darnos a Su Unigénito?

Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz...¿Qué es el Señor Jesucristo para tí? Cuando leo estos calificativos que le da la Escritura no puedo menos que maravillarme al darme cuenta del enorme significado que tiene el Señor en mi vida, y del que puede llegar a tener para tí.

Es tiempo de Navidad, y a la hora de los regalos y en medio de los villancicos y las decoraciones decembrinas, es bueno recordar el eevnto que partió la historia del universo...pero sobre todo, tu historia y la mía.

Feliz Navidad. Jesucristo nos ha nacido, y si este nacimiento de verdad se hace vida en nuestros corazones, jamás volveremos a ser los mismos. Él se va a encargar de ello.

Con el amor del Señor,

JORGE HERNÁN

domingo, diciembre 17, 2006

PRÓDIGOS DE HOY

"Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó."
(Lucas 15:20)

Esta cita, extractada de la parábola del hijo pródigo, habla de la reacción del padre cuando vio venir a su hijo de regreso. Varios estudiosos de las Escrituras señalan la maravillosa gracia de un Padre hacia su hijo que, al pedirle en vida la herencia, estaba prácticamente dándolo por muerto y de alguna manera deshonrándolo y despreciándolo. Pero no es eso lo que hoy toca mi corazón.

¿Sabes? En nuestro país abundan los desaparecidos, personas que en el marco de un clima de violencia política e inseguridad snecillamente desaparecieron un día sin dejar rastro. Algunos eran activistas políticos, otros miembros de las fuerzas militares, otros ciudadanos del común. Unos fueron secuestrados y hace meses que no se sabe nada de ellos, otros simplemente desaparecieron un día cualquiera sin dejar señal alguna... La reciente conmemoración del holocausto del Palacio de Justicia volvió a traer a nuestras mentes y a nuestros corazones el horror vivido por los parientes de personas que fueron vistas por última vez con vida en la cafetería de la edificación, sin que se volviera a saber de ellas o aún de sus cadáveres. Y los que hemos vivido un poco más, recordamos las escenas tristes de la Plaza de Mayo a la que miles de madres argentinas acudían vez tras vez reclamando alguna noticia de sus hijos desaparecidos en tiempos de dictadura.

Para el padre del hijo pródigo, aunque el escenario fuera distinto, la realidad fue muy parecida. Simplemente un día su hijo dijo adiós y no volvió más. Imagino largas noches en las que el padre doblaba rodilla por su hijo y en la que su mente divagaba pensando cómo se encontraría, siempre con el anhelo profundo de que su integridad fuera salvaguardada. El relato bíblico no dice si la ausencia fue corta o prolongada, pero intuyo que al padre los días se le hicieron largos y que los sentimientos que le afloraban eran entremezclados: ira, decepción, nostalgia, angustia...en fin. En más de una ocasión se quedaría silencioso mirando al horizonte esperando verlo de nuevo, pues aunque la vida siguiera su curso normal en el corazón de un padre siempre los hijos ocupan un sitio especial. No en vano representan la confianza que Dios ha depositado en nosotros para que administremos con sabiduría e inteligencia su proceso de crianza y formación en los principios del Señor.

De repente, un día, el padre ve venir a su hijo. Está harapiento, acabado, casi irreconocible. Pero el anciano hombre no puede contener la emoción, se salta todos los cánones y preceptos de la cultura judía de aquel entonces y dejando de lado la compostura, corre a abrazarlo y a besarlo.

Este relato sin duda refleja lo que Dios hace por nosotros, y no es difícil imaginar los sentimientos que pasan por Su mente cuando nos ve tomar distancia de Él. Más fácil aún es entender la alegría cuando decidimos buscarlo y reconciliarnos con Él, y comprendemos la fiesta en el cielo por el santo regocijo del Padre Celestial frente a nuestra decisión de vida.

Pero más allá de ésto, que debe ser motivo de profunda reflexión en nuestras vidas, hoy quiero animarte a que eleves una oración por los cientos de desaparecidos que hay en nuestro país, que un día salieron de sus casas para nunca más volver. La incertidumbre, aún por horas, es enormemente dolorosa para sus parientes y amigos. Pero cuando se prolonga se debe tornar a veces insoportable. Dios quiere que nos condolamos con los que sufren, y por eso hoy te pido que eleves una oración por aquellos que están experimentando ésto, porque solo el Padre que con fortaleza ha vivido siglo tras siglo situaciones como ésta puede entender y dar fortaleza a quienes hoy lo viven y necesitan de Su apoyo.

Dios te bendiga,

JORGE HERNÁN

domingo, diciembre 10, 2006

PERDÓN Y SANTIDAD

"...porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo"
(1 Pedro 1:16)

Luego de dos semanas de ausencia, vuelvo a escribir sobre un tema que me viene dando vueltas en la cabeza, y es el de la santidad. El Señor nos llamó para que estuviéramos apartados del mundo y consagrados a Él y esa debe ser una realidad esencial en la vida de todo creyente. Aunque hemos perdido el sentido de la palabra "santidad" y nos suena a veces como algo aburrido que asociamos con personas religiosas y poco divertidas; y otras veces como un ideal prácticamente imposible de alcanzar ("yo no soy ningún santo", decimos), la verdad clara y escueta desde el punto de vista escritural es que todo hijo de Dios que ha recibido y confesado a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida tiene un llamado irrevocable a ser santo.

"Santos", llamaba Pablo a los fieles de las iglesias cristianas del primer siglo de nuestra era, porque entendía esa realidad incuestionable y quería que sus lectores se percataran de ella. Vivir en santidad es realmente haber entrado en el reposo de Dios y gozar plenamente de Su presencia en comunión íntima con Él.

Pero hablar de santidad va ligado de modo estrecho al concepto de perdón. El Padre Nuestro, el modelo de oración que Jesucristo nos enseñó y que aparece en el capítulo 6 del Evangelio de San Mateo, nos invita claramente a perdonar, y sentencia al final: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas" (Mateo 6:14-15). No sé si has notado algo tan obvio como que esta enseñanza está dirigida a creyentes, pues la oración empieza dirigiéndose a Dios como Padre, y Juan 1:12 dice que "a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". Son solo la fe en Jesucristo y la manifestación de Su Santo Espíritu en nuestras vidas las que nos permiten llamar "Padre" a Dios.

Entonces, Jesús está hablándonos aquí de la necesidad que tenemos de perdonar a otros para gozar de libertad plena y absoluta. No podemos vivir la santidad plena ni santificar el nombre del Señor si el perdón no se hace realidad en nuestras vidas. Recuerda que la falta de perdón trae consecuencias físicas (enfermedades como la artritis, varios tipos de cáncer, etc.), emocionales (amargura, depresión, ira) y sobre todo espirituales (ataduras que nos encadenan y abren puertas al enemigo). Por eso perdonar es tan importante, y de allí que tú y yo necesitemos hacerlo para vivir una nueva dimensión de libertad y santidad como no la hemos experimentado hasta ahora.

Quiero invitarte hoy a que te tomes unos minutos para pedirle al Espíritu Santo que te revele si aún hay en tu corazón falta de perdón hacia alguien. Si es así, te animo a que le pidas a Jesús que te ayude a ver a esa persona como Él la ve y que puedas amarla aún con todas sus fallas como Él ha hecho contigo (Romanos 5:8). Pídele fuerzas y valentía para optar hoy por una decisión de amor que derribe murallas en tu corazón y abra las compuertas del cielo para que disfrutes de una vida en santidad llena de bendiciones. Y deja que el Gran Médico haga una cirugía profunda en tu corazón y te trate como solo Él puede hacerlo. Cosas tremendas serán las que empezarás a ver a partir de hoy.



JORGE HERNÁN