"Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó."
(Lucas 15:20)
Esta cita, extractada de la parábola del hijo pródigo, habla de la reacción del padre cuando vio venir a su hijo de regreso. Varios estudiosos de las Escrituras señalan la maravillosa gracia de un Padre hacia su hijo que, al pedirle en vida la herencia, estaba prácticamente dándolo por muerto y de alguna manera deshonrándolo y despreciándolo. Pero no es eso lo que hoy toca mi corazón.
¿Sabes? En nuestro país abundan los desaparecidos, personas que en el marco de un clima de violencia política e inseguridad snecillamente desaparecieron un día sin dejar rastro. Algunos eran activistas políticos, otros miembros de las fuerzas militares, otros ciudadanos del común. Unos fueron secuestrados y hace meses que no se sabe nada de ellos, otros simplemente desaparecieron un día cualquiera sin dejar señal alguna... La reciente conmemoración del holocausto del Palacio de Justicia volvió a traer a nuestras mentes y a nuestros corazones el horror vivido por los parientes de personas que fueron vistas por última vez con vida en la cafetería de la edificación, sin que se volviera a saber de ellas o aún de sus cadáveres. Y los que hemos vivido un poco más, recordamos las escenas tristes de la Plaza de Mayo a la que miles de madres argentinas acudían vez tras vez reclamando alguna noticia de sus hijos desaparecidos en tiempos de dictadura.
Para el padre del hijo pródigo, aunque el escenario fuera distinto, la realidad fue muy parecida. Simplemente un día su hijo dijo adiós y no volvió más. Imagino largas noches en las que el padre doblaba rodilla por su hijo y en la que su mente divagaba pensando cómo se encontraría, siempre con el anhelo profundo de que su integridad fuera salvaguardada. El relato bíblico no dice si la ausencia fue corta o prolongada, pero intuyo que al padre los días se le hicieron largos y que los sentimientos que le afloraban eran entremezclados: ira, decepción, nostalgia, angustia...en fin. En más de una ocasión se quedaría silencioso mirando al horizonte esperando verlo de nuevo, pues aunque la vida siguiera su curso normal en el corazón de un padre siempre los hijos ocupan un sitio especial. No en vano representan la confianza que Dios ha depositado en nosotros para que administremos con sabiduría e inteligencia su proceso de crianza y formación en los principios del Señor.
De repente, un día, el padre ve venir a su hijo. Está harapiento, acabado, casi irreconocible. Pero el anciano hombre no puede contener la emoción, se salta todos los cánones y preceptos de la cultura judía de aquel entonces y dejando de lado la compostura, corre a abrazarlo y a besarlo.
Este relato sin duda refleja lo que Dios hace por nosotros, y no es difícil imaginar los sentimientos que pasan por Su mente cuando nos ve tomar distancia de Él. Más fácil aún es entender la alegría cuando decidimos buscarlo y reconciliarnos con Él, y comprendemos la fiesta en el cielo por el santo regocijo del Padre Celestial frente a nuestra decisión de vida.
Pero más allá de ésto, que debe ser motivo de profunda reflexión en nuestras vidas, hoy quiero animarte a que eleves una oración por los cientos de desaparecidos que hay en nuestro país, que un día salieron de sus casas para nunca más volver. La incertidumbre, aún por horas, es enormemente dolorosa para sus parientes y amigos. Pero cuando se prolonga se debe tornar a veces insoportable. Dios quiere que nos condolamos con los que sufren, y por eso hoy te pido que eleves una oración por aquellos que están experimentando ésto, porque solo el Padre que con fortaleza ha vivido siglo tras siglo situaciones como ésta puede entender y dar fortaleza a quienes hoy lo viven y necesitan de Su apoyo.
Dios te bendiga,
JORGE HERNÁN
(Lucas 15:20)
Esta cita, extractada de la parábola del hijo pródigo, habla de la reacción del padre cuando vio venir a su hijo de regreso. Varios estudiosos de las Escrituras señalan la maravillosa gracia de un Padre hacia su hijo que, al pedirle en vida la herencia, estaba prácticamente dándolo por muerto y de alguna manera deshonrándolo y despreciándolo. Pero no es eso lo que hoy toca mi corazón.
¿Sabes? En nuestro país abundan los desaparecidos, personas que en el marco de un clima de violencia política e inseguridad snecillamente desaparecieron un día sin dejar rastro. Algunos eran activistas políticos, otros miembros de las fuerzas militares, otros ciudadanos del común. Unos fueron secuestrados y hace meses que no se sabe nada de ellos, otros simplemente desaparecieron un día cualquiera sin dejar señal alguna... La reciente conmemoración del holocausto del Palacio de Justicia volvió a traer a nuestras mentes y a nuestros corazones el horror vivido por los parientes de personas que fueron vistas por última vez con vida en la cafetería de la edificación, sin que se volviera a saber de ellas o aún de sus cadáveres. Y los que hemos vivido un poco más, recordamos las escenas tristes de la Plaza de Mayo a la que miles de madres argentinas acudían vez tras vez reclamando alguna noticia de sus hijos desaparecidos en tiempos de dictadura.
Para el padre del hijo pródigo, aunque el escenario fuera distinto, la realidad fue muy parecida. Simplemente un día su hijo dijo adiós y no volvió más. Imagino largas noches en las que el padre doblaba rodilla por su hijo y en la que su mente divagaba pensando cómo se encontraría, siempre con el anhelo profundo de que su integridad fuera salvaguardada. El relato bíblico no dice si la ausencia fue corta o prolongada, pero intuyo que al padre los días se le hicieron largos y que los sentimientos que le afloraban eran entremezclados: ira, decepción, nostalgia, angustia...en fin. En más de una ocasión se quedaría silencioso mirando al horizonte esperando verlo de nuevo, pues aunque la vida siguiera su curso normal en el corazón de un padre siempre los hijos ocupan un sitio especial. No en vano representan la confianza que Dios ha depositado en nosotros para que administremos con sabiduría e inteligencia su proceso de crianza y formación en los principios del Señor.
De repente, un día, el padre ve venir a su hijo. Está harapiento, acabado, casi irreconocible. Pero el anciano hombre no puede contener la emoción, se salta todos los cánones y preceptos de la cultura judía de aquel entonces y dejando de lado la compostura, corre a abrazarlo y a besarlo.
Este relato sin duda refleja lo que Dios hace por nosotros, y no es difícil imaginar los sentimientos que pasan por Su mente cuando nos ve tomar distancia de Él. Más fácil aún es entender la alegría cuando decidimos buscarlo y reconciliarnos con Él, y comprendemos la fiesta en el cielo por el santo regocijo del Padre Celestial frente a nuestra decisión de vida.
Pero más allá de ésto, que debe ser motivo de profunda reflexión en nuestras vidas, hoy quiero animarte a que eleves una oración por los cientos de desaparecidos que hay en nuestro país, que un día salieron de sus casas para nunca más volver. La incertidumbre, aún por horas, es enormemente dolorosa para sus parientes y amigos. Pero cuando se prolonga se debe tornar a veces insoportable. Dios quiere que nos condolamos con los que sufren, y por eso hoy te pido que eleves una oración por aquellos que están experimentando ésto, porque solo el Padre que con fortaleza ha vivido siglo tras siglo situaciones como ésta puede entender y dar fortaleza a quienes hoy lo viven y necesitan de Su apoyo.
Dios te bendiga,
JORGE HERNÁN
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