"Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz"
(Isaías 9:6, NVI)
Muchas reflexiones he leído en estos días sobre el verdadero significado de la Navidad. Algunas enfatizan en la manera en que la sociedad de consumo ha mercantilizado estas fechas hasta el punto de olvidar qué es lo que estamos celebrando. Otros se lamentan de que para muchos la época sirve de pretexto para el alcohol y la parranda. Unos van aún más allá y se conduelen de que aún en hogares cristianos hay muchos símbolos como el árbol, Papá Noel, los enos y los muñecos de nieve pero Jesús parece estar ausente de la fiesta. Hay de hecho una cadena de correos que viaja por la red y que presenta a un Jesucristo triste porque todo el mundo lo ignora en su cumpleaños.
Pero hay una visión diferente de este acontecimiento, la que plasman las Escrituras desde la óptica de Apocalipsis 12. Dejo la palabra a Philip Yancey, uno de mis autores favoritos, quien en su libro "El Jesús que nunca conocí" (Miami, Editorial Vida, ed. en Español 1996, pág. 40) dice: "El relato difiere radicalmente de las narraciones del nacimiento que ofrecen los evangelios. Apocalipsis no menciona a los pastores y a un rey infanticida; más bien, presenta a un dragón que dirige una feroz lucha en el cielo. Una mujer, vestida del sol y que lleva una corona de doce estrellas, clama de dolor a punto de dar a luz. De repente entra en escena el enorme dragón escarlata, con una cola que arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojaba sobre la tierra. Se detiene voraz frente a la mujer, ansioso de devorar a su hijo en cuanto nazca. En el último momento, el hijo es arrebatado y puesto a salvo; la mujer huye al desierto, y comienza una gran batalla cósmica...En la tierra nace un niño, un rey se entera, comienza la persecución. En el cielo había comenzado la Gran Invasión, una valiente incursión de parte del líder de las fuerzas del bien en la sede del mal que es el universo".
Vista así la escena del nacimiento, nos damos cuenta del poder contenido en la declaración profética de Isaías. El Rey de Reyes irrumpió en la historia universal para partirla literalmente en dos. No en vano en el mundo occidental contamos los años tomando como referencia el nacimiento de Cristo. Desde el punto de vista cósmico, la encarnación es un acontecimiento tremendamente sobrenatural que acaba con las infundadas expectativas del Maligno. El niño que tirita de frío en un pesebre mientras su madre hace los mejores esfuerzos por arroparlo en medio del olor natural a pesebre es nada menos que Dios hecho hombre. Frágil y poderoso al mismo tiempo. Humilde pero majestuoso. Débil pero valiente. A Jesús siempre le gustaron las paradojas. Las frases contenidas en el Sermón del Monte años después, todavía siguen sonando revolucionarias. Pero El que vino a salvar lo que se había perdido luchó desde siempre con el statu quo. No se conformó, y por eso nos pide que tampoco nosotros lo hagamos, porque sabe que necesitamos una transformación completa desde adentro y que sólo Él puede obrarla en nosotros.
¿Sabes? Lo más hermoso de la frase de Isaías es que el niño "nos ha nacido", es decir, la entrega de Cristo por nosotros está claramente demarcada desde el principio de los tiempos y por eso Dios coloca la sentencia en boca del profeta. Es para tí, es para mí, es para nosotros....¿No es maravilloso darnos cuenta de cuanto nos ama Dios como para darnos a Su Unigénito?
Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz...¿Qué es el Señor Jesucristo para tí? Cuando leo estos calificativos que le da la Escritura no puedo menos que maravillarme al darme cuenta del enorme significado que tiene el Señor en mi vida, y del que puede llegar a tener para tí.
Es tiempo de Navidad, y a la hora de los regalos y en medio de los villancicos y las decoraciones decembrinas, es bueno recordar el eevnto que partió la historia del universo...pero sobre todo, tu historia y la mía.
Feliz Navidad. Jesucristo nos ha nacido, y si este nacimiento de verdad se hace vida en nuestros corazones, jamás volveremos a ser los mismos. Él se va a encargar de ello.
Con el amor del Señor,
JORGE HERNÁN
(Isaías 9:6, NVI)
Muchas reflexiones he leído en estos días sobre el verdadero significado de la Navidad. Algunas enfatizan en la manera en que la sociedad de consumo ha mercantilizado estas fechas hasta el punto de olvidar qué es lo que estamos celebrando. Otros se lamentan de que para muchos la época sirve de pretexto para el alcohol y la parranda. Unos van aún más allá y se conduelen de que aún en hogares cristianos hay muchos símbolos como el árbol, Papá Noel, los enos y los muñecos de nieve pero Jesús parece estar ausente de la fiesta. Hay de hecho una cadena de correos que viaja por la red y que presenta a un Jesucristo triste porque todo el mundo lo ignora en su cumpleaños.
Pero hay una visión diferente de este acontecimiento, la que plasman las Escrituras desde la óptica de Apocalipsis 12. Dejo la palabra a Philip Yancey, uno de mis autores favoritos, quien en su libro "El Jesús que nunca conocí" (Miami, Editorial Vida, ed. en Español 1996, pág. 40) dice: "El relato difiere radicalmente de las narraciones del nacimiento que ofrecen los evangelios. Apocalipsis no menciona a los pastores y a un rey infanticida; más bien, presenta a un dragón que dirige una feroz lucha en el cielo. Una mujer, vestida del sol y que lleva una corona de doce estrellas, clama de dolor a punto de dar a luz. De repente entra en escena el enorme dragón escarlata, con una cola que arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojaba sobre la tierra. Se detiene voraz frente a la mujer, ansioso de devorar a su hijo en cuanto nazca. En el último momento, el hijo es arrebatado y puesto a salvo; la mujer huye al desierto, y comienza una gran batalla cósmica...En la tierra nace un niño, un rey se entera, comienza la persecución. En el cielo había comenzado la Gran Invasión, una valiente incursión de parte del líder de las fuerzas del bien en la sede del mal que es el universo".
Vista así la escena del nacimiento, nos damos cuenta del poder contenido en la declaración profética de Isaías. El Rey de Reyes irrumpió en la historia universal para partirla literalmente en dos. No en vano en el mundo occidental contamos los años tomando como referencia el nacimiento de Cristo. Desde el punto de vista cósmico, la encarnación es un acontecimiento tremendamente sobrenatural que acaba con las infundadas expectativas del Maligno. El niño que tirita de frío en un pesebre mientras su madre hace los mejores esfuerzos por arroparlo en medio del olor natural a pesebre es nada menos que Dios hecho hombre. Frágil y poderoso al mismo tiempo. Humilde pero majestuoso. Débil pero valiente. A Jesús siempre le gustaron las paradojas. Las frases contenidas en el Sermón del Monte años después, todavía siguen sonando revolucionarias. Pero El que vino a salvar lo que se había perdido luchó desde siempre con el statu quo. No se conformó, y por eso nos pide que tampoco nosotros lo hagamos, porque sabe que necesitamos una transformación completa desde adentro y que sólo Él puede obrarla en nosotros.
¿Sabes? Lo más hermoso de la frase de Isaías es que el niño "nos ha nacido", es decir, la entrega de Cristo por nosotros está claramente demarcada desde el principio de los tiempos y por eso Dios coloca la sentencia en boca del profeta. Es para tí, es para mí, es para nosotros....¿No es maravilloso darnos cuenta de cuanto nos ama Dios como para darnos a Su Unigénito?
Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz...¿Qué es el Señor Jesucristo para tí? Cuando leo estos calificativos que le da la Escritura no puedo menos que maravillarme al darme cuenta del enorme significado que tiene el Señor en mi vida, y del que puede llegar a tener para tí.
Es tiempo de Navidad, y a la hora de los regalos y en medio de los villancicos y las decoraciones decembrinas, es bueno recordar el eevnto que partió la historia del universo...pero sobre todo, tu historia y la mía.
Feliz Navidad. Jesucristo nos ha nacido, y si este nacimiento de verdad se hace vida en nuestros corazones, jamás volveremos a ser los mismos. Él se va a encargar de ello.
Con el amor del Señor,
JORGE HERNÁN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario