"Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces"
(Jeremías 33:3)
Lunes en la noche. Un amigo pide oración por su esposa, quien lleva varios meses sometiéndose a diversos exámenes médicos que parecerían sugerir la presencia de un cáncer. Ambos conocen de Dios, aunque para mi amigo este conocimiento se ha acrecentado enormemente en el último año, después de haber tomado una decision de fe para seguir a Jesucristo. Aunque los últimos resultados no lucen muy alentadores, él dice que está seguro de que solamente Dios puede sanarla por completo.
Martes en la noche. Estoy en una iglesia cristiana escuchando a una pareja contar el testimonio de 16 años atrás, cuando escogieron la opción de vida para el hijo que esperaban, el cual tenía espina bífida y otras anomalías que hicieron a su doctora sugerirles que abortaran. Casi al final, el muchacho pasa al frente y da gracias a Dios y a sus padres por darles la oportunidad de disfrutar una puesta de sol, una reunión de amigos, un concurso de oratoria...Stephen Field, con espina bífida, es el ejemplo claro de un milagro viviente de fe y obediencia. En su angustia, en medio de su profundo dolor, un día sus padres clamaron a Dios y Él les respondió mucho más allá de lo que esperaban.
Martes en la noche. Al salir de la reunión recibo en mi celular la llamada angustiosa de una amiga que acaba de perder a su hermano. No siempre hay respuestas claras a las circunstancias que enfrentamos. Pero en medio del sufrimiento hay algo claro: si hay alguien que nos puede dar paz es Jesucristo. Solamente Él nos puede brindar tranquilidad en medio de la situación más tormentosa. Quizás el dolor no se vaya, pero compartirlo con Dios hace que las cosas se vean de una manera sustancialmente diferente. Y al pedirle a Él la respuesta puede llegar a ser sorprendente.
Miércoles en la mañana. Comparto un café con una amiga a quien la vida parece estar sonriéndole especialmente. Meses atrás, todo parecía lúgubre y los ataques en prácticamente todos los frentes de su vida llegaron a cuestionarla y desanimarla profundamente y aún su familia y sus amigos llegaron a plantearse grandes interrogantes con respecto a su fe. Sin embargo, en todo momento ella ha tenido claro que solamente en Cristo estaba la respuesta. Después de un proceso difícil en el que se vió confrontada en muchos aspectos, hoy todo parece estar marchando.
Jueves en la mañana. Al llegar a mi oficina leo un correo maravilloso de una amiga que comparte el testimonio de su madre, quien después de padecer incontinencia por 30 años, escogió creerle a Dios y Él la sanó. "Escuchó en la emisora que un pastor estaba orando por sanidad y ella se puso a orar por los enfermos...Cuando al finalizar la oración el pastor pidió por las personas que tuvieran la vejiga caída y ella se arraigó a esa oración y clamó al cielo y le dijo al Señor: Padre, ten compasión de mi, llevo 30 años con este problema, por favor escucha mi oración". Hoy dice que Dios le dió una nueva vejiga, aunque desde el punto de vista humano esto pareciera ser imposible.
Distintas historias. Algunas concluidas, otras que apenas empiezan. Pero todas tienen un elemento en común: un Dios atento a nuestras oraciones y ansioso por sorprendernos con Su respuesta. Y hay algo mejor: Dios también anhela despertar en nosotros el deseo de ser asombrados por Su gracia y misericordia. Hay mucho de Dios que no nos ha sido revelado, y Él se nos revela como persona cada vez que interviene en nuestras vidas de una manera sobrenatural.
En este día quiero animarte a que le pidas y a que te dispongas a ver el poder divino en acción.
Bendiciones,
JORGE HERNÁN
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