"Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas."
(Hechos 17:22-25, RV60)
Releo el capítulo 17 del libro de los Hechos, y viene a mi memoria el día de mi primer sermón. Trabajé sobre este texto porque me impactó la manera en que Pablo se dirigió a un pueblo religioso como el ateniense, que adoraba a un Dios al que verdaderamente no conocía. Muchos años después tuve ocasión de compartirlo con un grupo de personas en una iglesia mormona durante el servicio fúnebre del padre de una amiga.
Y al repasar todas las cosas que Dios me ha enseñado a lo largo de estos años de caminar en Él, no deja de sorprenderme ver cuán reales y vívidas siguen siendo estas palabras para la mayoría de la gente. Vivimos en medio de un pueblo tremendamente religioso y supersticioso, apegado a devociones tristemente lejanas del conocimiento del verdadero Dios. Un muy conocido himno católico dice "saca a Dios de los templos donde lo encerramos hace tantos años" y me maravilla ver que aún muchos de los que lo entonan han perdido de vista la profunda verdad contenida en lo que están cantando.
Los seres humanos hemos reducido a Dios en las proporciones suficientes para comprenderlo; por eso nos hemos quedado con las imagenes y los templos, sin entender como claramente lo afirmó Pablo, que "el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas." Dios supera largamente nuestro entendimiento, y esto es así por la elemental razón de que es el Señor de la Creación y no necesita de nada. Sin embargo, por no conocerlo, preferimos quedarnos con una dimensión de Dios que nos quepa en la cabeza. Un Dios bombero al que acudimos cuando estamos en dificultades, pero que no tiene suficiente tiempo para oir todas nuestras plegarias y por eso nos parece que a veces no nos oye; un Dios poderoso, sí, pero con un poder limitado como para solucionar solamente las cosas que a nuestro modo de ver son solucionables, porque nos da la sensación de que los milagros son cosa de otro tiempo.
La Biblia nos habla de un Dios personal, un Dios que se interesa genuinamente por tí y por mí, aunque a veces no logremos entender cómo es esto posible. Aún el sacrificio de Cristo en la cruz ha perdido valor ante nuestros ojos a fuerza de habernos insensibilizado frente a las múltiples imagenes de nuestro Señor crucificado, a fuerza de verlo en las películas, en los libros, en las obras de arte, en fin...
Hoy simplemente quiero invitarte a reflexionar en que Jesucristo de Nazareth, el Rey de Reyes y el Señor de Señores, es un Dios que está interesado en que nos relacionemos personal e íntimamnete con Él. Quiere que rompamos los esquemas, que abandonemos los paradigmas y aún las ideas preconcebidas que tenemos en torno a Él, y nos dediquemos a buscar Su rostro, nos interesemos por conocerlo y aprender de Él.
Jesús quiere ser tu amigo, quiere ser mi amigo, y quiere en lo más interno de Su ser, que tú y yo revisemos la calidad de nuestra relación con Él y nos comprometamos de verdad a seguirlo.
Ese es el reto. La verdadera decisión de esta generación. Tú decides.
Mi Señor, el Dios conocido, te siga bendiciendo,
JORGE HERNÁN
(Hechos 17:22-25, RV60)
Releo el capítulo 17 del libro de los Hechos, y viene a mi memoria el día de mi primer sermón. Trabajé sobre este texto porque me impactó la manera en que Pablo se dirigió a un pueblo religioso como el ateniense, que adoraba a un Dios al que verdaderamente no conocía. Muchos años después tuve ocasión de compartirlo con un grupo de personas en una iglesia mormona durante el servicio fúnebre del padre de una amiga.
Y al repasar todas las cosas que Dios me ha enseñado a lo largo de estos años de caminar en Él, no deja de sorprenderme ver cuán reales y vívidas siguen siendo estas palabras para la mayoría de la gente. Vivimos en medio de un pueblo tremendamente religioso y supersticioso, apegado a devociones tristemente lejanas del conocimiento del verdadero Dios. Un muy conocido himno católico dice "saca a Dios de los templos donde lo encerramos hace tantos años" y me maravilla ver que aún muchos de los que lo entonan han perdido de vista la profunda verdad contenida en lo que están cantando.
Los seres humanos hemos reducido a Dios en las proporciones suficientes para comprenderlo; por eso nos hemos quedado con las imagenes y los templos, sin entender como claramente lo afirmó Pablo, que "el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas." Dios supera largamente nuestro entendimiento, y esto es así por la elemental razón de que es el Señor de la Creación y no necesita de nada. Sin embargo, por no conocerlo, preferimos quedarnos con una dimensión de Dios que nos quepa en la cabeza. Un Dios bombero al que acudimos cuando estamos en dificultades, pero que no tiene suficiente tiempo para oir todas nuestras plegarias y por eso nos parece que a veces no nos oye; un Dios poderoso, sí, pero con un poder limitado como para solucionar solamente las cosas que a nuestro modo de ver son solucionables, porque nos da la sensación de que los milagros son cosa de otro tiempo.
La Biblia nos habla de un Dios personal, un Dios que se interesa genuinamente por tí y por mí, aunque a veces no logremos entender cómo es esto posible. Aún el sacrificio de Cristo en la cruz ha perdido valor ante nuestros ojos a fuerza de habernos insensibilizado frente a las múltiples imagenes de nuestro Señor crucificado, a fuerza de verlo en las películas, en los libros, en las obras de arte, en fin...
Hoy simplemente quiero invitarte a reflexionar en que Jesucristo de Nazareth, el Rey de Reyes y el Señor de Señores, es un Dios que está interesado en que nos relacionemos personal e íntimamnete con Él. Quiere que rompamos los esquemas, que abandonemos los paradigmas y aún las ideas preconcebidas que tenemos en torno a Él, y nos dediquemos a buscar Su rostro, nos interesemos por conocerlo y aprender de Él.
Jesús quiere ser tu amigo, quiere ser mi amigo, y quiere en lo más interno de Su ser, que tú y yo revisemos la calidad de nuestra relación con Él y nos comprometamos de verdad a seguirlo.
Ese es el reto. La verdadera decisión de esta generación. Tú decides.
Mi Señor, el Dios conocido, te siga bendiciendo,
JORGE HERNÁN
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