"Así dice el Santo de Israel: «Ustedes han rechazado esta palabra; han confiado en la opresión y en la perversidad, y se han apoyado en ellas. Por eso su iniquidad se alzará frente a ustedes como un muro alto y agrietado, a punto de derrumbarse: ¡de repente, en un instante, se desplomará! Su iniquidad quedará hecha pedazos, hecha añicos sin piedad, como vasija de barro: ni uno solo de sus pedazos servirá para sacar brasas del fuego ni agua de una cisterna.»"
(Isaías 30:12-14, NVI)
Cuenta el Segundo Libro de Reyes en su capítulo 12 que el rey Joás mandó reparar las grietas del templo de Jerusalén y que le dio una especial importancia a este encargo, al punto de que todo el dinero que se llevaba al templo era utilizado en pagar a los operarios que tenían a su cargo esta tarea. Y al releer esta historia me resulta imposible no pensar en las grietas de las que habla el profeta Isaías, que no son físicas pero sí más demoledoras porque socavan el templo del Espíritu Santo que dice la Escritura que somos nosotros.
En nuestra insensibilidad espiritual, tristemente, con frecuencia vemos el muro alto que se levanta frente a nosotros y no nos damos cuenta de que está agrietado y a punto de derrumbarse, como resultado de nuestra vana persistencia en apoyarnos en nuestras propias obras. Queremos exhibir el muro y nos autoconvencemos de que es imponente pero si no trabajamos en reparar las grietas, se nos vendrá encima y terminaremos aplastados.
Ya he comentado en otras ocasiones el concepto de gracia transformadora, la gracia de un Dios que nos ama tanto que nos acepta como somos pero cuyo amor es tan inmenso que se resiste a dejarnos así, y por eso de antemano preparó buenas obras, fruto del moverse de Su Espíritu en nuestras vidas, para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).
Hoy quiero invitarte a revisar tu estilo de vida, el cual debe estar reflejando lo que Jesucristo ha hecho en tí. Examina si la sorprendente gracia de Dios ha producido una transformación interior profunda en tí, o si estás conviviendo con grietas con las que te has acomodado a vivir, grietas de pecado que se te han vuelto casi familiares a fuerza de consentirlas. Y, mi querido hermano, si las encuentras, no tardes en ir a la presencia del Maestro para que con su ayuda puedas repararlas.
Verás que el resultado es poderoso.
La paz de Jesucristo que sobrepasa todo entendimiento sea contigo en este día,
JORGE HERNÁN
(Isaías 30:12-14, NVI)
Cuenta el Segundo Libro de Reyes en su capítulo 12 que el rey Joás mandó reparar las grietas del templo de Jerusalén y que le dio una especial importancia a este encargo, al punto de que todo el dinero que se llevaba al templo era utilizado en pagar a los operarios que tenían a su cargo esta tarea. Y al releer esta historia me resulta imposible no pensar en las grietas de las que habla el profeta Isaías, que no son físicas pero sí más demoledoras porque socavan el templo del Espíritu Santo que dice la Escritura que somos nosotros.
En nuestra insensibilidad espiritual, tristemente, con frecuencia vemos el muro alto que se levanta frente a nosotros y no nos damos cuenta de que está agrietado y a punto de derrumbarse, como resultado de nuestra vana persistencia en apoyarnos en nuestras propias obras. Queremos exhibir el muro y nos autoconvencemos de que es imponente pero si no trabajamos en reparar las grietas, se nos vendrá encima y terminaremos aplastados.
Ya he comentado en otras ocasiones el concepto de gracia transformadora, la gracia de un Dios que nos ama tanto que nos acepta como somos pero cuyo amor es tan inmenso que se resiste a dejarnos así, y por eso de antemano preparó buenas obras, fruto del moverse de Su Espíritu en nuestras vidas, para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).
Hoy quiero invitarte a revisar tu estilo de vida, el cual debe estar reflejando lo que Jesucristo ha hecho en tí. Examina si la sorprendente gracia de Dios ha producido una transformación interior profunda en tí, o si estás conviviendo con grietas con las que te has acomodado a vivir, grietas de pecado que se te han vuelto casi familiares a fuerza de consentirlas. Y, mi querido hermano, si las encuentras, no tardes en ir a la presencia del Maestro para que con su ayuda puedas repararlas.
Verás que el resultado es poderoso.
La paz de Jesucristo que sobrepasa todo entendimiento sea contigo en este día,
JORGE HERNÁN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario