viernes, diciembre 26, 2008

APROVECHEMOS EL TIEMPO

"...aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos" (Efesios 5:16, NVI)

No tengo idea de lo que ocurrió. Me senté a verter mi corazón en unas líneas y al tratar de publicar el mensaje simplemente desapareció. Entendí que era algo entre el Señor y yo, y de lo cual simplemente quiero compartirles la importancia de conectarse diariamente con el Padre y de no desestimar jamás la absoluta necesidad que tenemos de pasar tiempo con Él. El 2008 está terminando y, como siempre, es época de balances. Si hemos de ser honestos, una de las cosas que tendremos que escribir dentro de los puntos a mejorar el año próximo es: "debo pasar más tiempo con Dios".

Sin intimidad no hay revelación. Sin intimidad no hay dirección. Sin intimidad no hay siquiera esperanza. La comunión con el Señor es insubstituíble, no la reemplazan ni el sueño (Joel 2:28 no se va a hacer realidad en tu vida sin intimidad con Dios), ni el estudio (dice Eclesiastés 12:12 que el mucho estudio es fatiga de la carne), ni el servicio en la iglesia. Tristemente, a veces nos permitimos pasar por épocas de letargo espiritual en las que sacrificamos a Quien debiera ser nuestro más grande amor, y para empeorar las cosas nos escudamos en un sinnúmero de fantásticas excusas.

La última vez que escribí en este blog te invitaba a recorrer conmigo el camino de vuelta a la Casa del Padre. Hoy quiero decirte que Papá quiere disfrutar de nuestra compañía permanente, que anhela saber que Le buscamos por quien es Él para nosotros y no solamente para cumplir un ritual o para entregarle nuestra lista de pedidos.

Parece simple. Se trata solo de dedicarle tiempo a lo importante...

Bendiciones en Cristo Jesús,


JORGE HERNÁN

lunes, julio 14, 2008

VOLVIENDO A CASA

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
(Lucas 19:10)

Cuando leemos la historia de Zaqueo, que concluye con este versículo, tendemos siempre a pensar en aquellos que viven por fuera de los propósitos divinos por no contar con la luz de Jesús en sus vidas, pero ¿y qué de los que creemos pero no vivimos como hijos de Dios?

Escribo estas líneas después de un prolongado receso. El 15 de marzo de 2006 empecé a escribir esta especie de diario espiritual con el que de alguna manera mantenía encendida la llamita de mi servicio a Dios. Quienes me han bendecido con su lectura a lo largo de estos casi dos años y medio han sido testigos de cómo el Señor ha ministrado mi vida y ha hablado a mi corazón en este tiempo. Varios han sido muy generosos conmigo y personalmente o aún por correo me han estimulado para que siguiera adelante. Entiendo que a través de este medio Dios me da la posibilidad y el privilegio de bendecir a otros, y que en ocasiones Él se vale de estas reflexiones para entregarle a alguien una palabra oportuna.

Pero estos últimos tiempos han sido en lo personal tiempos de formación, y aunque Santiago 1:2 nos invita: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”, debo reconocer que hay momentos en los que es particularmente difícil experimentar el “sumo gozo”. No sabría decir qué sería de mí si no lo tuviera a Él, pero tengo que aceptar que a veces aún teniéndolo las cosas no parecen fáciles, y hay épocas particularmente desérticas, en las que ni siquiera escribir resulta fácil.

Como decía al comienzo, cuando Jesús vino a buscar lo que se había perdido no solamente estaba hablando de los pecadores. También, y así lo creo, de quienes siendo hijos vivimos como si fuéramos huérfanos. En este tiempo el Señor me ha venido hablando de la necesidad de recuperar la adoración al Padre, de restablecer la búsqueda de la comunión íntima con Él a la manera de Jesús. La oración que Nuestro Señor elevó al Padre en Juan 17 estaba focalizada en Su relación con Él, pero en nuestro andar diario a veces lo olvidamos.

Por diversas razones, no pude asistir ayer a la iglesia en la que usualmente me congrego, así que para no perderme de este tiempo de comunión fui a otro lugar que amo entrañablemente. El pastor Alfonso Restrepo nos dijo que nuestra adoración es huérfana, que muchas veces está más enfocada en nosotros (renuévame, purifícame, sáname, cámbiame, dame, etc.) que en Él. Nos recordó el anhelo del Padre por encontrar adoradores que en espíritu y verdad Le adoren, que vuelvan sus corazones a Él y que recobren la relación de amor con la que el Padre siempre soñó, como punto de partida para un nuevo proceso de sanidad y restauración. El sueño de Dios, nos dijo, es que volvamos a la casa de Papá.

Me pregunto si a veces la rutina en la que cae nuestra vida espiritual nos impide vivir realmente como Hijos. No se trata simplemente de creer esta verdad espiritual, sino de que nuestros actos cotidianos la reflejen. Hay “hijos pródigos” que menosprecian la herencia de su padre y la dilapidan, hay “hermanos mayores” que no aprovechan lo que tienen y que solo se confrontan con ello cuando ven al padre extender los beneficios a esos pródigos. Pero hay una tercera categoría, los que sin ser como los primeros tomamos distancia del corazón del Padre, aún sin ser conscientes de ello.

No quisiera que me malentendieran, no estoy hablando de personas que le dan la espalda a Dios. Algunos inclusive podemos seguirle sirviendo, en distintos roles, y aún compartir de Su Palabra. A lo que me refiero es al nivel de intimidad con el Padre que debe haber en nuestra vida interior, un nivel cuya profundidad e intensidad sólo el Padre puede calibrar, pero del cual solo el Espíritu de Dios puede revelarnos en qué estado nos encontramos.

Mi invitación hoy es sencilla. Papá quiere que vuelvas a casa, pero necesitas un corazón humilde y dispuesto para entender y reconocer hasta qué punto te has alejado de ella. Mientras insistas en que todo está bien, rescatar la comunión no será posible, y te perderás de la bendición.

Anhelo volver a casa. Deseo fervientemente que en mí se cumpla la petición que el Señor le hizo al Padre Celestial: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:20-23). Sé que el desierto parece menos árido cuando lo recorro en brazos de Papá.
Bendiciones sobreabundantes para ti en este día,

JORGE HERNÁN

miércoles, mayo 07, 2008

EN ALTAMAR

"Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?"
(Lucas 8:25, RV60)

De regreso de vacaciones debo abordar una lancha, amplia y cómoda, en la cual se supone que haremos un recorrido de regreso tan tranquilo como el de ida. El viaje inicial, de dos horas, casi ni se sintió, casi todos los pasajeros dormimos la mayor parte del trayecto. Pero ahora es diferente. Apenas trato de conciliar el sueño el mar empieza a picarse y el piloto hábilmente conduce la embarcación de tal forma que agarre las olas de frente. Parece una montaña rusa. Talvez se esperaría que fuera emocionante, pero a mí no me lo parece. Paso rápidamente del cosquilleo en el estómago al ligero temor y salto inmediatamente al terror, casi al borde del pánico. Busco con la mirada a mi esposa y mis hijos, que están sentados en otras partes de la embarcación, pero parecen tranquilos. Incluso mi hija menor está dormida. Algunos pasajeros están firmemente asidos de las sillas que tienen por delante, pero nada más.

¿Y yo? Oro. Fervorosamente, consagradamente, como talvez - debo reconocerlo - no lo hago desde hace tiempo. Lo primero que viene a mi mente es que aún a los hijos de Dios a veces los momentos de oración se nos vuelven rutinarios. Noto que desearía que este fervor me acompañara en mis conversaciones diarias con el Señor. Lo segundo que evidencio es qué bajo está mi nivel de confianza en Él. Le clamo, Le suplico, Le recuerdo todas las promesas bíblicas que vienen a mi mente, trato de hacer valer mi condición de hijo, de creyente, de siervo...pero el mar sigue embravecido.

De repente, siento que Dios empieza a hablar a mi corazón. Me hace caer en la cuenta de que no estoy en medio de una tempestad o de una tormenta, que simplemente el mar se está sacudiendo, y que en mi vida he experimentado - y con toda seguridad voy a vivenciar - tormentas de verdad, mucho más fuertes y espeluznantes. Me recuerda que me ha sacado con bien de todas ellas, y que esta "leve tribulación momentánea" no va a ser la excepción.

Entonces el motor se apaga. Mis pensamientos rápidamente se dispersan, y siento que voy a colapsar. Alguien cruza rápidamente por el pasillo, sube y el motor vuelve a encenderse. Pero en ese minúsculo lapso mi mente elabora toda clase de complicadas películas de ficción sobre lo que será el desenlace. Luego me enteraré de que una maleta se estaba cayendo y apagaron la lancha para poderla acomodar. Pero en ese momento no lo sé, y empiezo a divagar sobre el rol del piloto.

Es ahí cuando el Piloto me recuerda quién tiene el control. Me recuerda una vez más que la nave seguramente se hubiera hundido si yo hubiera estado a cargo. Susurra a mi corazón indicándome que debo tener la plena conciencia, pero también la absoluta certeza, de que puedo y debo descansar en Él. Que en esta experiencia, como en las vividas, como en las que vendrán, es Él quien conduce la nave de mi vida, por supuesto siempre que yo se lo permita. Y que mientras así ocurra, nada tengo qué temer. Me confronta entre la teoría y la realidad y hace aterrizar la verdadera medida de mi fe. Al traer a mi mente los recuerdos de peores tempestades superadas con Su guía y dirección, empiezo a entender el propósito de estos largos minutos en altamar.

El mar se tranquiliza, y arribamos al puerto seguros. Es lo que tiene que suceder siempre, reflexiono mientras desciendo. Y solo le pido al Señor que esta enseñanza se haga vida en mi vida. Por ahora, la comparto contigo.

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

martes, marzo 11, 2008

SEAMOS COMO PEDRO

"Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, el hermano de Jacobo, y los llevó aparte, a una montaña alta"
(Mateo 17:1, NVI)

Hace unos días escribí sobre el peligro de negar a Cristo en nuestra vida cotidiana. No seamos como Pedro, titulé la reflexión. Sin embargo, este valeroso hombre de Dios tenía por lo menos cuatro características dignas de ser imitadas y en las que hoy te invito a meditar, a fin de que pidamos al Padre que en estos aspectos moldee nuestra vida y afine nuestro carácter. No en vano el Señor lo honró con su amistad y su cercanía personal.

1. Pedro sabía quién era el Señor. Cuando dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mateo 16:16) estaba condensando en una frase toda una revelación personal acerca de quien era Jesús. Aunque decimos caminar con Él, a veces pareciera que no Le conocemos lo suficiente como para entender cuál es el Dios con el que nos estamos relacionando: el Hijo de Dios hecho hombre y ungido para traernos salvación y junto con ella miles de bendiciones más. Esta revelación es el fundamento del Evangelio. El mismo discernimiento de la persona de Jesús se refleja en otra frase célebre del apóstol: "Señor... ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan 6:68).

2. Pedro compartía con denuedo el mensaje de salvación. En los primeros capítulos del libro de los Hechos vemos a este otrora rudo pescador hablando a las multitudes con una sabiduría que solo podía proceder de Dios y una especial unción evangelística. Había sanidades y milagros pero lo más importante es que el corazón de la gente era tocado, la palabra de Pedro confrontaba a las personas y las invitaba al arrepentimiento y al comienzo de una nueva vida. Sin duda, se notaba que había estado con Jesús (Hechos 4:13).

3. Pedro era obediente en extremo. Luego de pasar por la experiencia de la negación y la posterior restauración, en más de una ocasión (Hechos 4:19, 5:29) manifestó la necesidad imperiosa que tenemos los creyentes de obedecer a Dios antes que a los hombres. Aprendió con profundo dolor que el "qué dirán" no tiene validez alguna cuando se trata de servir a los propósitos del Reino. Incluso terminó sus días en una muerte dolorosa, pasando siempre por encima de las conveniencias formales. El mismo que cuestionó ciertos alimentos porque le parecían inmundos terminó predicando el Evangelio a los gentiles y comiendo con ellos después de que el Señor mismo le dijera: "Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro" (Hechos 10:15).

4. Pedro era un hombre lleno del Espíritu Santo. Él era una fuerza viva en su ministerio, y así lo vemos a lo largo del Nuevo Testamento. Dios obró maravillas a través de Pedro y eso fue posible gracias a esta comunión íntima con el Espíritu y a la llenura de Él en su vida. El Pedro que vemos crecer y fortalecerse a lo largo del libro de los Hechos tenía en el Espíritu a un compañero inseparable que era su guía y su luz en el servicio.

En fin, el modelaje del carácter de Cristo en mi vida debe producir las transformaciones necesarias para que en estas cosas pueda yo ser como Pedro...

Dios te siga usando cada día más,

JORGE HERNÁN

lunes, marzo 10, 2008

NO SEAMOS COMO PEDRO

"Como una hora más tarde, otro lo acusó:
-Seguro que éste estaba con él; miren que es galileo.
—¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro.
En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo.El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.» Y saliendo de allí, lloró amargamente."
(Lucas 22:59-62, NVI)


Creo haber leído el relato de la negación de Pedro decenas de veces. Siempre me sorprendió ver que alguien tan cercano al Señor como él se atreviera a negarlo (sin duda por temor) a pesar de las firmes advertencias de Jesús. También me impactó siempre la amorosa invitación a la restauración que Jesucristo le formuló en Juan 21.

Sin embargo, lo que no había notado es que con más frecuencia de la que quisiéramos los seres humanos tendemos a comportarnos como Pedro.

Negamos a Jesús con nuestra manera de vivir, pareciera que no nos hemos despojado del viejo hombre y conservamos hábitos y costumbres que no reflejan para nada al Cristo vivo que habita en nosotros.

Negamos a Jesús con nuestras palabras y nuestra manera de hablar, a veces por el lenguaje que empleamos y a veces por las cosas que decimos y que seguramente no nos atreveríamos a decir si tuviéramos la conciencia plena de que Jesús está oyendo nuestras conversaciones.

Negamos a Jesús con nuestros pensamientos, dejando en ocasiones que el enemigo gane terreno allí donde siempre trata de fortalecerse: en nuestra mente. Y al permitírselo, empezamos a abonar ese terreno para el pecado.

La mirada penetrante del Nazareno hizo que Pedro llorara amargamente. Y cada vez que tú y yo lo negamos con lo que pensamos, decimos, hacemos o dejamos de hacer, sus ojos llenos de ternura pero también de vigor también nos están mirando y confrontando nuestro corazón: "¿No dijiste que nunca me ibas a negar?"...

Quizás tú y yo debamos revisar algo en nuestro diario vivir hoy. En lo que somos y en lo que reflejamos. Sus ojos están puestos en nosotros...

Bendiciones sobreabundantes,

JORGE HERNÁN



miércoles, marzo 05, 2008

TIEMPO DE GUERRA

"No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mía."
(2 Crónicas 20:15b)


Es tiempo de guerra. Siempre lo es. Es tiempo de batallar contra nuestra humana debilidad, contra todas las fortalezas que se levantan en nuestro interior para tratar de minar nuestra relación con Jesucristo de Nazaret.

Es tiempo de guerrear contra las asechanzas del enemigo, contra sus trampas mañosas, contra la tentación, contra lo que nos atraviesa para hacernos perder el norte y desviarnos del único Camino. Es tiempo de pelear contra los problemas, gigantes o pequeños, que nos acechan y tratan de hacernos perder la paz. Es tiempo de luchar contra las dificultades económicas, los quebrantos de salud, las discrepancias conyugales, los inconvenientes familiares.

Es tiempo de enfrentar la seducción del mundo y tomar una decisión firme por Cristo escogiendo lo que Dios quiere en lugar de lo que nosotros eventualmente podemos preferir. Es tiempo de asumir esta confrontación con valentía.

Es tiempo de orar. La oración es el lugar donde se ganan todas las batallas porque es allí, y solamente allí, donde se entregan las mismas en manos del Único que puede garantizarnos la victoria. En la oración es donde nos abandonamos en el Santo para renunciar al miedo y a la cobardía y salir con la confianza puesta en Aquel que por Su amor y misericordia desea lo mejor para nosotros y además tiene el poder para hacer que nos suceda.

Es tiempo de ir a la presencia de Dios y recordarle Su promesa: "Señor, esta no es mi batalla sino la tuya..."

Bendiciones,

JORGE HERNÁN

sábado, febrero 16, 2008

RICAMENTE BENDECIDOS

"Bendice, alma mía, al SEÑOR, y no olvides ninguno de sus beneficios"
(Salmos 103:2, LBLA)


Hoy es un buen día para agradecer a Dios por lo que ha hecho en tu vida. Me doy cuenta de que a veces caemos en el lugar común de ver la copa medio vacía y no medio llena y nos perdemos de lo gloriosamente precioso que es descubrir lo tremendamente bendecidos que somos cada día. A veces cuando vamos a la presencia del Señor le llevamos solamente la lista de nuestras necesidades y aún caemos en el error de resaltar nuestras carencias y de señalarle a Él a otros que están siendo bendecidos en maneras en que nosotros lo anhelamos. No entendemos cabalmente el moverse de Dios ni Sus divinos propósitos y tercamente nos aferramos a lo que no tenemos, lamentándonos incluso por ello. Reconozco que a veces he pecado contra Él en tal modo, pero hoy te invito a que contabilices CADA beneficio recibido de Su Santa mano, empezando por tu vida, por poder contar con los sentidos que te permiten leer y discernir estas líneas, por Su Santo Espíritu que obra en tu vida, por el día de hoy - un día más para vivir y disfrutar de Sus bendiciones. Por la gente con la que puedes contar, por el alimento que has tenido, por el techo bajo el cual te guareces cada noche, por cada persona que Dios utiliza para hablarte...por cada bendición, mura, son tantas, que realmente es difícil aún llevar la cuenta de ellas.

Bendícelo, bendiga todo tu ser el Santo nombre de Dios en este día.

miércoles, enero 23, 2008

DERRAMA TU CORAZÓN

"...Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor..."
(Lamentaciones 2:19, RVA)


El 8 de junio de 1999 mi tía Fanny partió a la presencia del Señor. Desde que yo era prácticamente un bebé, Fanny fue mi tía consentidora. Alcahueteó mi pasión por la música y la literatura y en su momento intercambiábamos libros y discos que a ambos nos gustaban. Cuando me acercaba a la edad adulta también fue mi cómplice en paseos y salidas, y fuente importante de financiación para que yo pudiera hacer invitaciones cuando la mesada no era suficiente. El día que murió yo había estado en un retiro y no pude ir a la clínica porque, al estar atravesando un fuerte estado gripal, pensé que mi visita podía complicarla. Cuando a medianoche recibí la noticia de su fallecimiento mi corazón se quebrantó tremendamente. Pensé en todas las cosas que me hubiera gustado decirle y no lo hice, y me pregunté por qué Dios había permitido su rápida partida. Aún hoy recuerdo ese momento como uno de los momentos más dolorosos de mi vida.

Compartí con mi pastor ese dolor, y me recordó esta hermosa palabra en Lamentaciones, que hasta hoy llevo grabada en mi corazón y que revivo en mis instantes más críticos. Aquel día me postré, lloré, me desahogué...en fin, derramé mi corazón delante del Señor y no he encontrado hasta el día de hoy mejor terapia que esa para experimentar sanidad y restauración proveniente de la fuente de Vida.

Derrama tu corazón. Si estás experimentando angustia, tristeza, dolor, ansiedad, inquietud, preocupación, temor, o cualquier otra sensación que afecte tu espíritu, alma y cuerpo, recuerda que Jesucristo es la respuesta y la solución perfecta frente a todo lo que estás experimentando. El es el único camino. Ve delante de Él y desahógate. Nadie puede proveer la restauración que necesitas, ni la claridad conceptual que requieres, ni la paz espiritual que te hace falta...solamente Cristo.

Quizás hoy necesitas apartarte unos momentos. En tu oficina, en el baño, en tu habitación, caminando por la calle. No importa cómo, importa con quién. Házlo, los resultados están garantizados.

El Señor extienda Su manto de gracia sobre tu vida hoy,

JORGE HERNÁN

jueves, enero 17, 2008

PALABRAS DE ALIENTO

Cada vez que un año termina y otro empieza es tiempo de hacer balances, reflexionar sobre los objetivos alcanzados, las promesas muchas veces incumplidas, los aprendizajes extraidos de los errores y las dificultades y las opciones que dejamos pasar. Pero también es momento de proyectarse, de evaluar las oportunidades futuras, de corregir las equivocaciones del pasado y andar por sendas derechas, en fin, como decía el apóstol Pablo, "...he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer" (Fil 3:13, LBLS).

Parte del proceso de crecimiento y madurez está dado en la prueba. Y, parafraseando al pastor Luis Hernando Beltrán en su prédica del domingo, el milagro no es no pasar por ella sino hacerlo de la mano del Señor. He vivido tiempos difíciles en muchas ocasiones y puedo decir que en más de una de ellas he sentido un terrible desfallecimiento. Y recuerdo entonces a Esteban, quien cuando estaba siendo apedreado, "...fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios" (Hechos 7:55, NVI). Es allí cuando entiendo que mis ojos no deben estar puestos en la prueba, ni en las circunstancias, sino en Dios. Y me doy cuenta de que necesito estar bien alimentado, nutrido en la Palabra, para poder enfrentar situaciones complejas y aparentemente adversas.

Hago un alto en el camino. Y me agarro de estas tres palabras que empezando el año me envió un buen amigo:

Isaías 41:10 (NVI): "Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa."

Jeremías 29:11 (NVI): "Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el SEÑOR—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza."

Josué 1:6-9 (NVI): "Sé fuerte y valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados. Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el SEÑOR tu Dios te acompañará dondequiera que vayas."

Son palabras de ánimo, que me recuerdan que no estoy solo, que refrescan mi mente para indicarme hacia dónde - mejor aún, hacia quién - debo mirar. Podrían ser otras citas, pero estas tres calan profundo en mi corazón y en mi alma. Detrás de ellas encuentro que hay un propósito y que si el Señor me está permitiendo atravesar por tierra cenagosa es porque tiene todo un maravilloso y perfecto plan que va a cumplirse en mi vida.

Hoy te invito a que te apropies de estos versículos. Son palabras de aliento que Dios te susurra hoy. Afiánzate en ellas y recuerda que para el trayecto que sigue, no importa si es llano y tranquilo o empinado y escabroso, vas a necesitar alimentarte. La Palabra y el Espíritu te sustentarán. Y a mí también. Dios es fiel.

Bendiciones,


JORGE HERNÁN

miércoles, enero 02, 2008

HOY Y MAÑANA

"Escúchenme, ustedes, los que dicen así: "Hoy o mañana iremos a la ciudad; allí nos quedaremos todo un año, y haremos buenos negocios y ganaremos mucho dinero". ¿Cómo pueden hablar así, si ni siquiera saben lo que les va a suceder mañana? Su vida es como la niebla: aparece por un poco de tiempo, y luego desaparece. Más bien deberían decir: "Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello""
(Santiago 4:13-15, LBLS)


Comienza el año y con él, los propósitos de año nuevo. Casi todos, consciente o inconscientemente, terminamos el año haciendo un balance de el año que termina y trazándonos nuevas metas, planes y sueños a cumplir en el que empieza. Y en esta tarea corremos el riesgo de caer en dos extremos:

1. Creer que tenemos el futuro asegurado. Como bien lo dice Santiago, nuestra vida es como la niebla y nadie puede garantizar que mañana estará vivo. Los existencialistas sostenían que había que vivir intensamente el presente, y en cierto modo tenían razón, porque HOY es el momento para actuar, y a veces dejamos para un futuro incierto cosas que podríamos hacer en este momento: dar un abrazo, pedir perdón, decir "te amo", abandonar el pecado, comenzar a servir...

2. Escudarnos en la falta de control sobre el futuro para no hacer. Para qué empezar ésto o lo otro, decimos, para qué planear si no sabemos si mañana estaremos vivos. Esperemos a mañana, a ver qué pasa, afirmamos, y nos aferramos cómodamente a que las circunstancias, o quizás otras personas, decidan por nosotros.

Ambos extremos son pecaminosos, tienen que ver con la procastinación, es decir, con la acción de posponer decisiones. Cuando me autoexamino debo reconocer que esta es una de mis mayores falencias y que debo luchar contra ella para no seguir posponiendo. No sé si sea también tu caso pero hoy te invito a que reflexiones en ello y te plantees seria y honestamente si no vale la pena confrontarte de cara a romper con este mal hábito.

Que el Señor te siga acompañando en este 2008,

JORGE HERNÁN