Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar una conferencia para parejas basada en el relato bíblico de las bodas de Caná. Uno de los elementos centrales que se observa en este relato, decía el orador, es la disposición oportuna de los sirvientes a hacer lo que Jesús les dijo. Desde el punto de vista humano, efectivamente, parecía sin sentido llenar de agua una tinaja tras otra cuando lo que hacía falta en la fiesta era vino. Pero siguiendo instrucciones de María, los sirvientes no solo llenaron las tinajas sino que se las llevaron al maestresala, es decir, al encargado del banquete, quien pudo constatar que estaban llenas de vino de la mejor calidad.
En el relato del segundo libro de los Reyes del cual extractamos los versículos con los que empezamos esta reflexión, Dios pasó por encima de las leyes de la física para obrar por medio del profeta Eliseo y hacer flotar un hacha en el Jordán. El desespero del profeta al que se le cayó el hacha sumado a la necesidad de recuperarla derivó en este otro milagro inesperado.
Dios no tiene límites, y Su mano no se ha acortado (Isaías 59:1). Es más bien nuestro empeño en encasillar al Señor dentro de las paredes de nuestra limitada mente y entendimiento lo que hace que perdamos la disposición a verle obrar de una manera sorprendente.
La buena nueva es que Dios está listo para obrar milagros inesperados en tu vida y en la mía a cada momento. Cuando abrimos nuestro corazón y disfrutamos de una verdadera e íntima comunión con Él, el Señor mismo nos ayuda a expandir nuestra mente y nuestro corazón para alistarnos a recibir lo que tiene para darnos.
Cualquiera que sea tu situación hoy y sin importar el tamaño del milagro que talvez estás necesitando hoy, recuerda que Dios puede hacerlo. Deja que Él saque a flote lo que tenga que sacar y prepárate para verlo en acción.
Bendiciones,
JORGE HERNÁN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario