"Los que viven, y sólo los que viven, son los que te alaban, como hoy te alabo yo. Todo padre hablará a sus hijos acerca de tu fidelidad."
(Isaías 38:19, NVI)
Hablar a nuestros hijos de lo que Dios ha hecho por, con y en nosotros es un claro mandato bíblico, y seguramente es algo que todo padre cristiano por principio hace. Sin embargo, el dar testimonio de la gloria y la gracia de Dios sobre nuestras vidas no garantiza en modo alguno que nuestros hijos seguirán ese camino. Alguien dijo que Dios no tiene nietos, y es verdad. Lo único que podemos hacer por nuestros hijos es ser obedientes a la Palabra y predicarles no solo verbalmente sino sobre todo con hechos, con nuestro propio testimonio de vida. Recuerdo que mi esposa tenía anotado en un papelito una frase que decía más o menos así: "Si amas algo, déjalo volar; si es tuyo, volverá. Si no, nunca lo fue". Con nuestros hijos sucede igual: sabemos que no son nuestros sino del Señor, y de la misma manera en que nuestro Padre nos capacita para aprender a volar nosotros tenemos la responsabilidad de darles un "curso de vuelo" para que lo hagan solos. Cuando llegue el momento, sabremos qué tan efectiva ha sido la siembra.
No es fácil, sin embargo, dejarlos volar. No todos los hijos son iguales y así como unos se mantienen cercanos a la Palabra, a la iglesia y particularmente a la comunión con el Padre, otros toman distancia y algunos incluso se van a orillas opuestas. Para quienes viven esta dificultad es bueno recordar aquella promesa de Hechos 16:31: "Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos", y aferrarse a ella confiando en que Dios no va a defraudarnos y va a honrar nuestra fe. Pero además de fe, se requiere doblar rodilla y pelear la buena batalla. Nadie va a hacerlo por nosotros, y aunque la decisión de seguir a Cristo sea de ellos, el derecho de las cosas es que hagamos nuestra parte.
De mis hijos he aprendido cosas preciosas y maravillosas, pero también el Señor me ha educado a través de ellos en lo que significa ser padre y en ese contexto entender cómo es la relación que Dios tiene con nosotros y lo que espera de ella. He aprendido que a veces preferimos otras compañías distintas a la de Nuestro Padre, que en ocasiones preferimos escuchar a otros antes que escucharlo a Él y que incluso hemos llegado a escoger la soledad en lugar de Su compañía. Y he entendido el dolor que debe sentir Aquel que jamás se ha equivocado, con solo compararlo con el que yo, que tanto he fallado como padre, he llegado a experimentar cuando siento que mis hijos fallan o toman decisiones equivocadas.
Si eres padre, pídele al Señor que en tu relación con tus hijos aprendas a encontrar un modelo de crecimiento en lo que debe ser la relación con Él. Si aún no lo eres, simplemente reflexiona en cómo tu relación con tus padres terrenales ha moldeado la que debería ser una relación profundamente personal con Tu Padre celestail.
En cualquier caso, Dios tiene mucho que enseñarte...y a mí también.
Felices pascuas,
JORGE HERNÁN
(Isaías 38:19, NVI)
Hablar a nuestros hijos de lo que Dios ha hecho por, con y en nosotros es un claro mandato bíblico, y seguramente es algo que todo padre cristiano por principio hace. Sin embargo, el dar testimonio de la gloria y la gracia de Dios sobre nuestras vidas no garantiza en modo alguno que nuestros hijos seguirán ese camino. Alguien dijo que Dios no tiene nietos, y es verdad. Lo único que podemos hacer por nuestros hijos es ser obedientes a la Palabra y predicarles no solo verbalmente sino sobre todo con hechos, con nuestro propio testimonio de vida. Recuerdo que mi esposa tenía anotado en un papelito una frase que decía más o menos así: "Si amas algo, déjalo volar; si es tuyo, volverá. Si no, nunca lo fue". Con nuestros hijos sucede igual: sabemos que no son nuestros sino del Señor, y de la misma manera en que nuestro Padre nos capacita para aprender a volar nosotros tenemos la responsabilidad de darles un "curso de vuelo" para que lo hagan solos. Cuando llegue el momento, sabremos qué tan efectiva ha sido la siembra.
No es fácil, sin embargo, dejarlos volar. No todos los hijos son iguales y así como unos se mantienen cercanos a la Palabra, a la iglesia y particularmente a la comunión con el Padre, otros toman distancia y algunos incluso se van a orillas opuestas. Para quienes viven esta dificultad es bueno recordar aquella promesa de Hechos 16:31: "Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos", y aferrarse a ella confiando en que Dios no va a defraudarnos y va a honrar nuestra fe. Pero además de fe, se requiere doblar rodilla y pelear la buena batalla. Nadie va a hacerlo por nosotros, y aunque la decisión de seguir a Cristo sea de ellos, el derecho de las cosas es que hagamos nuestra parte.
De mis hijos he aprendido cosas preciosas y maravillosas, pero también el Señor me ha educado a través de ellos en lo que significa ser padre y en ese contexto entender cómo es la relación que Dios tiene con nosotros y lo que espera de ella. He aprendido que a veces preferimos otras compañías distintas a la de Nuestro Padre, que en ocasiones preferimos escuchar a otros antes que escucharlo a Él y que incluso hemos llegado a escoger la soledad en lugar de Su compañía. Y he entendido el dolor que debe sentir Aquel que jamás se ha equivocado, con solo compararlo con el que yo, que tanto he fallado como padre, he llegado a experimentar cuando siento que mis hijos fallan o toman decisiones equivocadas.
Si eres padre, pídele al Señor que en tu relación con tus hijos aprendas a encontrar un modelo de crecimiento en lo que debe ser la relación con Él. Si aún no lo eres, simplemente reflexiona en cómo tu relación con tus padres terrenales ha moldeado la que debería ser una relación profundamente personal con Tu Padre celestail.
En cualquier caso, Dios tiene mucho que enseñarte...y a mí también.
Felices pascuas,
JORGE HERNÁN